Fotografía

Violencias, mujeres, guerras: 30 años de fotografías de Gervasio Sánchez

El periodista publica un libro que recoge los testimonios de 90 mujeres víctimas de conflictos

BarcelonaFátima, una niña afgana de seis años, grita y se retuerce de dolor estirada sobra la cama de un hospital en Kabul mientras un sanitario le cura las heridas que tiene en la barriga. Está medio desnuda y lleva las manos y parte de las piernas vendadas. Ha perdido tres dedos después de pisar una mina antipersona. Mirar la imagen es perturbador. Es una de las fotografías que incluye el nuevo libro del periodista y fotógrafo Gervasio Sánchez: Violencias, mujeres, guerras, de la editorial Blume.

La obra está formada por noventa imágenes de mujeres que el fotógrafo ha captado durante su larga carrera profesional en 25 conflictos armados, dictaduras militares o crisis humanitarias de cuatro continentes. Algunas fotos ya las había publicado para ilustrar sus reportajes, pero otras son inéditas o solo las había expuesto en blanco y negro. Ahora se pueden ver en color. Como todos sus libros, este tampoco deja indiferente.

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Violencia contra las mujeres

“Lo que quiero mostrar es que hay violencias específicas contra las mujeres. Y no me refiero solo a la violación, que se usa de forma descarnada en todos los conflictos –explica el reportero–. Cuando hay que huir en desbandada, quien carga a los niños más pequeños a cuestas o a las espaldas son las mujeres. O cuando un niño sufre malnutrición, quien está a su lado y lo ve agonizar y morir son siempre ellas, las madres”, pone como ejemplos. Las mujeres también son las que suelen ir a buscar leña o agua al río y resultan gravemente mutiladas por minas antipersona.

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Violencias, mujeres, guerras, que es una iniciativa del Instituto Aragonés de la Mujer, incluye imágenes de algunos de los trabajos míticos de Sánchez, como Vidas minadas, donde muestra la evolución a lo largo de los años de personas que han resultado amputadas por minas antipersona. O Desaparecidos, donde documenta la desaparición forzosa en diferentes países de América Latina, Asia y Europa y el impacto que esto tiene para las familias. “Los desaparecidos son casi siempre hombres, pero quienes los buscan son sus mujeres, madres o hijas”, dice el fotógrafo. O sea, otra vez ellas, las mujeres. “Algunas los buscan durante años y décadas. Otras durante toda la vida. Renuncian a su vida personal y no pueden rehacer su vida sentimental”, añade Sánchez, que considera que esto también es una forma de violencia.

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Pero el libro va mucho más allá. Recoge imágenes de otros temas que el fotógrafo también ha documentado durante su carrera profesional, pero que no se conocen tanto. Por ejemplo, la situación en el Sahara Occidental o en Palestina, la crisis de los refugiados y los rescates de personas a la deriva en el Mediterráneo. Sobre el conflicto armado en Irlanda del Norte destaca, por la dureza y ternura que inspira, una fotografía que Sánchez hizo en 2001 en la localidad de Omagh. Es la imagen de una mujer con la cara llena de cicatrices. A pesar de esto, posa sonriendo ante la cámara con su pareja y un bebé en los brazos. Se trata de Donna Marie McGillion, que sufrió graves quemaduras en todo el cuerpo en un atentado del IRA Auténtico en 1998, y tres años más tarde daba a luz a una niña.

Las fotografías más difíciles de hacer son las de mujeres que han sufrido una violación, asegura el reportero. El libro también incluye varios retratos y testimonios, algunos especialmente duros, como el de la colombiana María Eugenia Urrutia Moreno, de 38 años, que fue violada por unos paramilitares frente a su marido. “Mi marido se sintió humillado y me dijo que habría preferido que le dispararan. Sentía más odio contra mí que contra los violadores”, explica ella.

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Sánchez documentó casos de violación en Colombia para una campaña que tenía un eslogan que no podía ser más significativo: “Saquen mi cuerpo de la guerra”. “He hablado con estas mujeres durante dos o tres horas. Las he visto llorar y temblar. Te acabas implicando emocionalmente, porque si no, no sería humano”, admite. Hace solo trece años, en 2008, que el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la resolución 1820 que reconoce la violación y otras formas de violencia sexual como crímenes de guerra y lesa humanidad.

La imagen más antigua que incluye Violencias, mujeres, guerras la captó Sánchez en octubre de 1984 en Guatemala, y la más reciente en junio de 2017, ante la costa de Libia, en el Mediterráneo central. A pesar de que han pasado muchos años, todos los testimonios que se recogen son duros sin excepción. El fotógrafo acaba el prólogo del libro de la siguiente manera: “La ejemplaridad de las mujeres en las situaciones más violentas y absurdas me permite continuar creyendo que no todo está perdido, aunque a veces sea difícil distinguir una brizna de esperanza en plena catástrofe”.