Ahora el problema es la ansiedad

El Barça del toque, de la posesión, de la velocidad en las transiciones, de la presión, de la recuperación tras pérdida, del cuadrado, el rombo y otras figuras geométricas, del tercer hombre, de ser protagonistas y agresivos con el balón, del modelo innegociable, del juego elaborado y pulcro y de los valores (a pesar de impedir que Nico pudiera jugar), acabó ganando en el descuento en Mestalla gracias a un escorzo de Lewandowski tras una segunda parte lamentable. Al terminar, Xavi explicó por motivos psicológicos y no futbolísticos el desmadre ante un Valencia mediocre: “Hemos tenido ansiedad por la eliminación en la Champions”. Y lo hizo por segunda vez consecutiva. Ante el Bayern también fue clave en el 0-3 el saberse eliminados después de que el peor equipo de la Champions, el Viktoria Plzen -el único al que han conseguido ganar-, no diera la campanada en Milán. 

Del "tenemos un plantillón" a "somos un equipo en construcción" solo han pasado unos meses. El discurso ha cambiado a la fuerza, obligado por las circunstancias y el sopapo del adiós a Europa a las primeras de cambio, pero la propaganda oficial se agarra ahora a un supuesto crecimiento que a duras penas vislumbramos y manejando los tiempos según le conviene. Ahora resulta que no valen los siete meses que Xavi estuvo en el banquillo la temporada pasada, que solo se pueden contabilizar los de esta para sopesar si, efectivamente, el equipo progresa adecuadamente. Mientras, la evidencia dicta que Lewandowski es medio Barça: ha marcado en Liga 13 de los 25 goles (el 52%) y en la Champions otros cinco. Es decir, que de los 29 goles, 18 llevan su firma. 

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El proyecto necesita paciencia y cocción lenta, sí. Y la euforia no nació, ni creció, de manera espontánea. Desde que Laporta colgó la pancarta enfrente del Bernabéu, fichó al mito de Xavi y ambos, presidente y entrenador, vendieron ilusión, plantillón y títulos, colocaron el listón tan alto que son esclavos de sus propias expectativas. La puñetera realidad se ha encargado de ponerles en su sitio y, por el momento, el diagnóstico de la situación sigue sin estar ajustado porque la brecha entre lo que que venden y lo que son es enorme. Que Nico no pudiera jugar y que Xavi lo defendiera “porque podía perjudicarlos” es la medida. La de un club y un equipo al que le falta grandeza y fútbol, por mucho que se empeñen en decir lo contrario.