El altavoz de la vergüenza

Como no había nada que celebrar por el hecho de que la Supercopa se dispute en Arabia Saudí y era obvio que la motivación era dinero, dinero y nada más, hubo quien se consolaba esta vez con que la Federación Española de Fútbol no argumentara que se jugaba allí por el bien de la democracia en general y de las mujeres en particular como ya hizo hace dos años. Pues tampoco. Luis Rubiales se encargó el jueves por la noche en no dejarnos ni las migajas. “A nivel ético, lo que estamos haciendo aquí es ayudar mucho al desarrollo de la mujer en el fútbol”, afirmó en declaraciones a El Larguero de la SER el presidente de la RFEF. Y lo afirmó molesto encima, que si no nos informamos y que dónde se ha visto boicotear a un país porque no respeta los derechos humanos “porque los que piensan que hay que darle la espalda a un país por cuestiones políticas… pues nosotros pensamos que con el deporte hay que dar oportunidades”. La desvergüenza era esto. 

Ya sabemos que el fútbol es un negocio y además no paran de repetírnoslo. A estas alturas ya entendemos que para sostener el circo y pagar a los trapecistas hay que obtener ingresos. Por eso resulta tan irritante que nos tomen por gilipollas e intenten vendernos lo que no es. A Rubiales no le interesan las mujeres de Arabia Saudí; le importa la pasta y punto. No está solo, si eso es lo que le preocupa. El Barça, por ejemplo, hizo público que jugaría un amistoso -también en Arabia Saudí- dos días después de aprobar en la última Asamblea de compromisarios incluir específicamente el respeto a los Derechos Humanos en los Estatutos. Los valores, que al parecer son de quita y pon cuando el dinero está por medio.

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Ni un solo entrenador, futbolista o directivo de Real Madrid, Barça, Athletic Club de Bilbao o Atlético de Madrid ha mostrado ni siquiera su incomodidad por estar en Riad. Lo máximo fue Raúl García diciendo que no se pensaba en el aficionado del Athletic, a lo que el rojiblanco Koke respondió que “no hay que pensar dónde jugamos”. Igual la culpa la tenemos nosotros por pretender que el fútbol sea un ejemplo para la sociedad y que deportistas a los que admiramos por sus habilidades con una pelota sean además un faro moral, pero debería haber también un mínimo. Y ni eso han cumplido los unos y los otros. Qué pena de altavoz para nada. Qué desperdicio.