¿Qué hace un argentino como Messi en un estadio como el del Reims?

BarcelonaNo me quito de la cabeza la mirada de Lionel Messi cuando salió a jugar al terreno de juego del campo del Stade de Reims. Parecía medio asustado, medio perdido. La mirada de los niños que cambian de escuela por primera vez en su vida y aterrizan en un centro educativo donde todo les parece diferente. Como si coges a un chico de Barcelona que escucha música electrónica con sus amigos y aterriza en un instituto francés donde todo el mundo viste diferente, todo el mundo escucha una música diferente y todo el mundo lo mira con curiosidad.

Al verlo tan perdido, me pregunté quién añorará más a quién. ¿El Barça a Messi o Messi al Barça? No, no estoy diciendo que nos dé pena Messi, que ya os conozco. No estoy diciendo que haya que considerarlo una víctima e ir llorando por los rincones porque uno de los deportistas más ricos de la historia viva ahora en una mansión en París, una ciudad donde ser rico debe de estar bastante bien. Pero los ricos también lloran, como decía esa telenovela. Y cuando Messi subió a ese avión de Ibiza a Barcelona lo hacía convencido de que firmaría su nuevo contrato con el Barça. Había prometido a sus hijos que seguirían viviendo donde habían vivido siempre. Y de repente, en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba en París. Por primera vez desde que sigo sus partidos, por un momento Messi me pareció indefenso. Después se puso a correr por el césped, no tuvo tiempo para hacer mucho, y le cambió la cara.

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Viéndolo jugar me pregunté si no sería una posibilidad que Messi no juegue todo lo bien que jugó en el Barça. Le toca conocer nuevos estadios, intentar entender los diferentes dialectos franceses cuando le tiran piropos o lo insultan. Descubrir nuevos rivales, entenderse con nuevos compañeros. Seguro que debe de estar como loco esperando el debut de la Champions, donde se sentirá más protegido. El fútbol nunca ha dejado de ser un deporte colectivo y Messi, no lo olvidemos, quería jugar en el Barça. Ahora le toca hacerse un lugar en un nuevo equipo, hacerse respetar por nuevos compañeros. Entender dónde ha ido a parar. El mismo día que el Barça parecía huérfano de liderato, más allá del carácter de Memphis y las ganas de los jóvenes de La Masia, Messi parecía huérfano de Barça. Mirando con aquellos ojos abiertos lo que le esperaba. Visitar estadios que quizás ni sabía que existían hace poco, con la presión de que todo el mundo espera de ti que hagas milagros con la pelota. Por más rico que sea, Messi no quería estar em Reims, este fin de semana. Él quería estar en Barcelona. Y como tantos barcelonistas, se debía de preguntar cómo había acabado, recordando el descenso a los infiernos de un club sin dinero que no pudo ofrecerle un nuevo contrato, tal como lo había dejado la anterior directiva.