Unos cuantos años después, el Barça vuelve a enamorar a Europa (2-4)
Exhibición azulgrana en Nápoles, convirtiendo al equipo local en un juguete en manos de un equipo cada día con más hambre
Nápoles (enviado especial)Cuesta recordar la última vez que el Barça había salido a un estadio europeo quitándose de encima la presión, ofreciendo uno de esos recitales que provoca las miradas resignadas de los aficionados locales. Esas miradas que dicen tanto. Que quieren decir que no hay nada que hacer, que el Barça es muy superior. ¿Cuándo fue la última vez? Quizás cuando Xavi jugaba. Y ahora, Xavi está en el banquillo, liderando un renacimiento de un Barça que vuelve a enamorar, en competiciones internacionales. Toca hacerlo en la Europa League, cuando se querría hacer en la Champions, pero el escenario era de primer nivel. En el viejo San Paolo, el estadio ahora bautizado Diego Armando Maradona en honor a alguien que hacía disfrutar a la gente, jugando. Y el Barça hace gozar a su afición, cuando juega así, goleando (2-4).
Sí, no podía fallar en Nápoles. Hacerlo habría significado caer eliminado de una cuarta competición en menos de tres meses. Cerrar la puerta para clasificarse para la Champions ganando este torneo. Caer en Nápoles habría hecho daño, pero en lugar de una colleja, el equipo de Xavi dio continuidad a la fiesta de Mestalla. Bien, con efectividad. Con ella todo parece menos complicado. Si el partido era un juicio, acabó convertido en unas vacaciones con vistas al Golfo de Nápoles. Solo faltó acabar cenando en Capri o Sorrento.
Cierto es que el Nápoles, con una forma de sacar el balón que parecía un harakiri, ayudó cometiendo todos los errores defensivos que no había cometido en el Camp Nou, pero el Barça lo sacó de quicio poniendo sobre la mesa, como si fuera un vendedor ambulante ofreciendo todo el género, todos los trucos de que dispone ahora para marcar goles. Un poco de juego de posición, una contra de manual y si es necesario, un gol en una jugada a balón parado en la que Piqué se suma a la fiesta. El primer gol de hecho, es uno de esos que los sufridos aficionados del Barça se han hartado de ver, en las últimas temporadas, pero encajándolo. Un córner a favor del Nápoles, tan mal sacado que parecía una broma, permitió a Aubameyang salir corriendo. Pero no estaba solo. Como si fuera una carrera de relevos 4x100, Auba pasó el testigo a Adama Traoré. Y cuando el explosivo extremo ya no podía más, cedió el testigo a Jordi Alba, puntual para marcar el 0-1 por debajo de las piernas de Meret.
El gol dejó ir a un Barça juguetón, con ganas de convertir el estadio Diego Armando Maradona en el escenario donde explicar a todo el mundo que poco a poco, las cosas vuelven a su sitio. El segundo, después de un nuevo error de un Nápoles que quiere cuidar el balón, pero se castigaba a sí mismo, permitió a Frenkie De Jong enviar el balón, con cuidado, a la escuadra de Meret, que acabó convertido en una estatua más en una ciudad donde tienen muchas estatuas. De todas las épocas.
En una ciudad de arte, los artistas venían de fuera. Con espacios para correr y dominando el arte de escurrirse entre líneas, el Barça recuperaba una y otra vez el balón. Busquets y De Jong robaron tantas, que parecían niños con los bolsillos llenos de caramelos tras el desfile de Reyes. Y Pedri, otro niño, el que siempre quiere la pelota. Ni siquiera el error de Ter Stegen, saliendo tarde de debajo de los palos para cometer un penalti sobre Osimhen que Insigne no falló, hizo dudar a un equipo sin sorpresas, en su propuesta. Piqué y Araujo levantando un peaje a los delanteros locales, Dest un poco nervioso en la banda y Ferran Torres buscando, aún sin suerte, la efectividad que sus compañeros ya tienen. Después de hacerse un harto de perdonar, quien hizo el tercero fue Piqué, con un buen cinturón dentro del área. Este no era un partido para tener que acabar sufriendo. Así fue.
Un gol que explica un estilo
Se trataba de recuperar sensaciones, regalar a la afición la segunda goleada consecutiva en un estadio complicado. Durante meses costaba marcar goles, así que ahora que la pelota entra, hay que aprovecharlo. Y de todos los goles, lo que más gustó a Xavi fue el cuarto, después de tocar durante un minuto el balón. Adama aceleró la jugada, centrando, y Frenkie De Jong dejó pasar el balón, engañando a los defensas, permitiendo a Aubameyang poner su firma a una obra colectiva. Una pequeña obra de orfebrería, una delicia. Cuando el Barça juega con una idea, esos jugadores que parecían perdidos ahora tienen una brújula, como un Frenkie de Jong renacido.
El Barça, donde solo faltó el gol de Ferran Torres, ha conseguido darle la vuelta al estado anímico, tanto el suyo como el de los aficionados. El día del sorteo, ir a Nápoles daba miedo. Y en verdad, pasar a la siguiente ronda terminó por ser extremadamente fácil. El segundo gol local, de Politano, llegó cuando medio estadio ya estaba en casa y el Barça se había relajado un poco. El tiempo de hecho, es el gran aliado de Xavi, que ve cómo las semillas plantadas semanas atrás se van transformando en los primeros brotes verdes. Su equipo ya tiene cara y ojos. Y los futbolistas se suman a su causa, conscientes de que poco a poco está naciendo una nueva historia de amor. Y esta parece que puede acabar bien, a diferencia de los últimos años.