Para divertirse en el Bernabéu hacen falta más que palabras

A principios de semana el debate en las tertulias era si los culés firmaban perder en el Bernabéu y ganar al Inter y al final no han ganado ninguno de los dos partidos. Después del sopapo en la Champions, a Madrid iban a reivindicarse, a redimirse, a divertirse incluso, como dijo Joan Laporta, porque además el Barça tiene estilo, modelo, pero acabaron sin el liderato, sin alma y con los dos extremos en los que en teoría se sostiene el sistema de Xavi -Raphinha y Dembélé- en el banquillo. Del tenemos un plantillón a somos un equipo en construcción para terminar con una única sensación: la de derribo.

No hay ningún orgullo en la derrota porque al equipo le falta fútbol y tampoco ningún consuelo después porque su entrenador se empeña en enarbolar la bandera de la autocrítica para acto seguido asegurar que no han merecido perder y que por momentos han controlado el partido cuando el Madrid, de paseo, podría haber goleado. Y el “lo habíamos hablado” recurrente después de cada tropiezo comienza a sonar justo a lo que es: una excusa. De eso, de excusas, van sobrados. En Múnich fue la puntería, en Milán el VAR, contra el Inter en el Camp Nou Piqué y ahora que Busquets tenía que haberle hecho falta a Kroos en la jugada del primer gol. No cuela. 

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La euforizante propaganda oficial junto a las tremendas ganas de ilusionarse de la afición con el efecto de las ya célebres palancas y los fichajes invitaba a soñar, a elevar el tono y el relato, pero la realidad es muy puñetera y el Barça no ha sido capaz de ganar a ningún rival con cara y ojos en lo que va de temporada, está con un pie y medio fuera de Europa a mediados de octubre y el cómo, la imagen, la manera, no puede ser más deprimente. Que un jugador como Pedri sufra, termine sustituido y corriendo para atrás en lugar de para adelante ante un Real Madrid que no rompió a sudar es la medida de que el modelo del que tanto presume Xavi hace aguas. 

La ausencia de juego, de respuestas y recursos, de autoestima y de energía es preocupante. Para divertirse en el Santiago Bernabéu hacen falta algo más que palabras grandilocuentes porque si no, uno puede hasta acabar siendo invitado a abandonar el vestuario de los árbitros. Y un poco de humildad y un diagnóstico certero de la situación son ya urgentes, pero mucho me temo que vienen días de hablar de fichajes en invierno y de la vuelta de Messi.