Barça

Un año después, el divorcio del Barça con Messi todavía hace daño

El argentino admite que no ha sido feliz durante 12 meses en los que Laporta no ha dejado de pensar en cómo recuperarlo en el futuro

BarcelonaUn año después, la herida todavía hace daño. Ahora hace un año, Joan Laporta comunicaba a Lionel Messi que no podría continuar en el club. El mercado incluso es más fuerte que el mejor jugador de la historia, obligado a hacer las maletas en un divorcio que ha dejado heridas que no se han cerrado. A pesar de los intentos para hacer las paces, Jorge Messi, el padre del jugador, todavía se siente dolido con la directiva del Barça. Y el presidente Joan Laporta sabe que no pudo cumplir una de sus promesas electorales. Tan presente lo tiene, que últimamente saca el tema de si sería posible repescar al argentino en 2023 en muchas conversaciones.

"Este año no he disfrutado", admitía hace unas semanas Messi. El fútbol genera escenarios sorpresivos. Casi todo el mundo vería con buenos ojos tener uno de los mejores sueldos del planeta y poder vivir en una ciudad como París, pero Messi, no. "El primer día que dejamos a los niños en la escuela, al salir nos echamos a llorar con Antonella. No entendíamos nada, no sabíamos cómo habíamos llegado hasta aquí", decía a la prensa argentina un Messi que pasó de querer irse del Barça en 2020, harto de la gestión de Bartomeu, a confiar en que Laporta encontraría el dinero debajo de las piedras para que se pudiera quedar en el club en 2021. Pero el presidente no lo consiguió. Chocó con un muro muy duro, la realidad de un Barça sin un real que todavía no tenía palancas para activar.

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Una cena en Ibiza

El martes 3 de agosto de 2021, Messi organizaba una cena en Ibiza, donde estaba de vacaciones, con dos compañeros de la selección, Leandro Paredes y Ángel Di María. Los dos, entonces jugadores del PSG, invitaron al italiano Marco Verratti. Y un cuarto jugador del club francés, Neymar Júnior, se autoinvitó. Messi explicaría como en aquella cena todos lo pincharon, diciéndole que viniera con ellos al París. Messi, que no tenía contrato desde el día 1 de julio, les explicó, feliz, que renovaría con el Barça pronto. Pero en 48 horas, todo había cambiado. Laporta telefoneó a Jorge Messi para confirmar que no había conseguido encontrar la fórmula para ofrecerle un nuevo contrato al máximo goleador de la historia del club. Y el argentino se encontraba volviendo a su casa del Baix Llobregat con sus hijos llorando y los ojos tristes. “Estábamos dispuestos a hacer un esfuerzo por encima de nuestras posibilidades”, diría Laporta. Pero, cerrado el curso con 487 millones de pérdidas, actores como el vicepresidente económico Eduard Romeu o el CEO Ferran Reverter impusieron su discurso: había que separarse de Messi, con quien estaba pactado un contrato de cinco años por el cual en la primera temporada el argentino se llegaba a rebajar el sueldo a la mitad.

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Un año después, Reverter ya no está en el Barça. Y Laporta sigue soñando con poder hacer las paces con los Messi, con quien acabó enfangado en una guerra de filtraciones ahora hace un año sobre cómo habían ido las negociaciones para buscar una fórmula que permitiera firmar el nuevo contrato. Los Messi, que avanzaron su regreso de Ibiza hace un año pensando que venían a firmar un contrato con el Barça, para encontrarse una puerta cerrada, acabaron heridos. Y Laporta no digirió bien que el argentino tardara tan poco en firmar por el PSG, cuando él todavía pensaba estrategias por si encontraba una solución. El divorcio hizo daño. “Lo alteró todo. Todos los patrocinadores llamaban para preguntar qué pasaría, puesto que Messi era la cara visible del club. La Liga también estaba muy encima”, recuerdan trabajadores del club. Cuando la prensa informaba que Messi se marcharía, en la tienda del club todavía se vendían camisetas con su nombre en la espalda. Sin el argentino, se han vendido menos. Y el Barça todavía no ha ganado ningún título. Nadie salió bien de aquel divorcio.

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