«'¡Al loro, que no estamos tan mal!'»
El discurso de Xavi, justo después de perder en Amberes, solo puede entenderse desde la actitud de alguien que sabe que tiene que defenderse contra la hostilidad juzgadora de fuera y también, especialmente, de dentro. Un competidor nato como él seguro que quería arrancarse los párpados viendo cómo sus jugadores habían hecho el ridículo, pero salió con el freno de mano y a reivindicarse aferrándose a un argumento empíricamente cierto: el Barça ha enterrado la maldición de los dos últimos años y, de momento, está vivo en la carrera por optar a los cuatro títulos en juego. Los que tienen que apuntárselo son los que mueven el barro en torno al presidente Joan Laporta, porque sus impaciencias no le hacen ningún bien al Barça y colaboran en nublar más el ambiente. Si hacen caer a Xavi, ¿qué creen que van a conseguir, exactamente?
A Xavi lo han ido debilitando desde el club y solo faltaba el capítulo del Convogate para subrayar más el desaguisado interno. Que el entrenador no fuera una apuesta sentida y convencida de Laporta ya hizo que el camino compartido no empezara de la mejor forma posible. Por todo ello, en cada curva, ha surgido el debate de su continuidad. Sin embargo, en el ojo del huracán también se ha ido metiendo él por razones que nada tienen que ver con los enemigos con piel de cordero: si, después de dos años y medio en el cargo, hubiera conseguido estabilizar un patrón que le diera continuidad al juego y a los resultados, su liderazgo se habría fortalecido y su credibilidad sería indiscutible. Tras ganar la Supercopa y la Liga, este curso tenía que ser el del paso adelante futbolístico, el de ver una evolución de autor y elevar al equipo a otro nivel. Sin embargo, de momento hay sobre todo interrogantes.
Xavi ya ha dado la vuelta a la tortilla de este equipo: la temporada pasada consiguió su Anoeta particular tras la secuencia Inter-Madrid. Esa vez, el vestuario respondió y lo siguió. Ahora es el momento de volver a sacudir y convencer a los jugadores. Tienen que recuperar sus mejores versiones individuales, tienen que dejar de hacer concesiones al rival, tienen que volver a presionar como lobos, tienen que volver a creer en Xavi. Está en manos del entrenador detectar los problemas, escoger bien a los aliados y trabajar a fondo. Mestalla es una final que no se ganará por ráfagas de talento, sino a partir del juego y las decisiones valientes. El golpe en la mesa del entrenador tiene que notarse para que haya una reacción urgente y poder decir “¡Al loro, que no estamos tan mal!” Quizás así, Xavi se salvará y dejará de estar tan solo.