Análisis

Manual para convertir al Barça en una máquina (en sólo 14 partidos)

La receta de Hansi Flick para que el equipo azulgrana vuelva a ser temido en Madrid y en Europa

Marc Mayola
y Marc Mayola

BarcelonaCorría el verano del 2019 y los dirigentes del Bayern de Múnic pensaron que era buena idea incorporar a Hansi Flick al equipo técnico del entrenador Niko Kovač. Los alemanes acababan de ganar liga y copa, pero el nivel y estilo de juego no satisfacían las expectativas del club. La temporada 2019-20 empezó con resultados irregulares, y peores sensaciones, y tras un goleado encajado en Fráncfort (5-1), Kovač sería despedido. El juego del equipo era paupérrimo. Era la hora de Flick.

El primer partido en la Bundesliga ya fue un 4-0 con exhibición ante el Borussia Dortmund. Tras repetir resultado contra el Fortuna Düsseldorf, llegaron dos derrotas seguidas (Leverkusen y Mönchengladbach). El dominio abrumador del Bayern en esos partidos hizo que nadie dudara. Pronto su nombramiento como interino se convirtió en un contrato en firme, con Rummenigge escenificando la firma regalándole una pluma en una de las tradicionales cenas de Champions del Bayern con toda la familia del club presente en la velada. El equipo volaba. Los jugadores estaban convencidos de que pasarían por encima de todos los rivales con ese estilo valiente, agresivo y voraz. Y así fue. Primer triplete y después sexteto.

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El Barça, que viene de años durísimos, especialmente en Europa, y de una temporada en la que el equipo había experimentado una alarmante involución en el juego, encomendó a Flick la reconstrucción de su proyecto. El entrenador alemán sólo ha dirigido 14 partidos como técnico azulgrana, pero ya podemos asegurar, sin miedo a equivocarnos, que está construyendo un equipo con identidad y personalidad.

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La identidad la dan los jóvenes de la casa (La Masia, el gran tesoro del Barça), pero también una forma de jugar clarísima; la personalidad, el no cambiar esta idea aunque te enfrentes a dos de los equipos más poderosos del continente. Lo hemos visto esta semana pasada.

El Bayern te dominó durante buena parte del duelo, especialmente en la primera parte y, en concreto, durante veinte minutos en los que el Barça no podía dar dos pases seguidas. ¿Y qué ocurrió entonces? Pues aparecieron tres o cuatro jugadores que dijeron: "No tenemos miedo, a nosotros no nos quema el balón en los pies". Nos la quedamos y así erosionamos un poco esa presión asfixiante del Bayern. Un regate de Lamine, una bóveda de Pedri, un cambio de orientación de Casadó, un pase con tensión e intención de Cubarsí... De repente, la fiera ya no lo parecía tanto. Así cambió el Barça el partido con el Bayern, pero lo hizo con valentía, atrevimiento y sin renunciar a la idea básica que ha instaurado a Flick. El equipo siguió jugando con la defensa bien arriba, aunque quizá fue necesario matizar un poco la altura, con la intención de presionar la salida del rival y con la voluntad de dominar con balón, lo que pudo hacer en el tramo final del encuentro.

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Una película de terror para Mbappé

¿Y contra el Madrid? La magnífica coordinación de la línea defensiva merecería una pieza aparte. Es impresionante ver cómo Cubarsí e Iñigo entienden quién debe marcar la línea en cada momento en función de dónde está el balón y de quién es el defensa que no puede ver al resto de compañeros. Es éste, precisamente, quien calibra la altura de la línea, y el Barça lo está haciendo de maravilla. El Madrid cayó en la trampa una y otra vez y acabó desesperado. 12 fueras de juego, 8 de Mbappé.

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En la segunda parte, Flick puso a De Jong y Olmo para acabar de dominar con balón y desguarnecer a la deshilachada defensa blanca. El Barça, con los siempre creativos Cubarsí e Iñigo, podía conectar fácil con los centrocampistas porque Mbappé y Vinicius no cubrían línea de paso. Una vez allí, en la zona de medios, la superioridad era evidente. Numérica y posicional. Pedri y Raphinha entendían cuándo había que estirar y cuándo había que fijar, como en la acción del 0-1, en la que sacan de posición a Militão y Rüdiger para que Lewandowski pueda darle la espalda. Mientras, en la punta derecha, Lamine entretenía a Mendy, que rompía el fuera de juego.

A partir de ahí, la dinámica ofensiva del Barça fue buenísima, entendiendo cuándo debía juntarse para atraer y cuándo podía atacar los espacios que previamente había generado la secuencia con balón o la posición de sus jugadores. La exhibición fue tremenda y un grito en Europa: el Barça tiene equipo y entrenador.

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