Obsesionados con el clásico

Faltan todavía dos semanas para que el Barça visite el Santiago Bernabéu, pero todo gira ya en torno al Clásico: los partidos de las selecciones, los análisis y hasta las tertulias de bar. A casi nadie parece interesarle que antes ambos equipos jugarán con el Girona y el Getafe a no ser que sirva como prueba para comprobar el estado de forma de algunos jugadores que son duda, salen de lesiones o están tocados. La obsesión con el Clásico ya está aquí para quedarse.

El Real Madrid no se puede permitir otro sopapo frente a su máximo rival después de que la temporada pasada le zurrara en los cuatro partidos que disputaron y que esta, a las primeras de cambio que se enfrentó a un equipo con cara y ojos, el Atlético les marcara cinco. Caer contra el Barça de mala manera significaría un palo enorme para un proyecto que está empezando, el de Xabi Alonso, que quedaría tocado. Mientras, los de Flick que se marcharon al parón encadenando dos derrotas consecutivas frente al PSG y el Sevilla, son víctimas de las expectativas que generaron la campaña anterior con un fútbol que enamoró por su verticalidad y compromiso, puro rock and roll, que ahora no termina de estar afinado. Un mal resultado ante el Real Madrid significaría amplificar las dudas.

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Da la sensación de que el Clásico del día 26 puede marcarlo todo y por los precedentes más recientes lo mismo no andamos tan equivocados. Si el fútbol es un estado de ánimo, como acuñó Jorge Valdano, sabemos por qué así lo han reconocido los protagonistas, los jugadores, que el primer enfrentamiento entre ambos de cada temporada deja una huella difícil de borrar. Que puede ser la diferencia entre creérselo o que te acosen los recelos y la desconfianza cave un agujero en la mentalidad no sólo del equipo, sino también de los aficionados.

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La obsesión, pues, parece justificada, pero harían bien los dos en centrarse en lo inmediato: el Girona y el Getafe, los posteriores partidos de Champions y no estirar, por ejemplo, de futbolistas como Lamine Yamal que solamente tiene 18 años, un problema de pubalgia que no remite y del que ya se da por hecho que podría disputar algunos minutos frente a los de Míchel para así estar a punto para el Bernabéu. Porque por muy importante que sea el Clásico, no perder de vista que solo son tres puntos y queda un mundo por delante, no estaría de más.