'Rauxa', folclore y lágrimas que no se explican

BarcelonaEl traje les queda tan mal a los futbolistas y Joan Laporta improvisa tan folclóricamente que te preguntas por qué te echas a llorar desde el sofá cuando ves que al presidente del Barça se le escapan las lágrimas a medio discurso frente al Gran Teatre del Liceu. Decía Johan Cruyff que "jugar a fútbol es muy sencillo, pero jugar fútbol sencillo es lo más difícil que hay". Desde aquí parece imposible explicar cómo puede ser que algo tan sencillo y tan banal como once jugadores pasándose un balón con los pies para hacerlo entrar dentro de una portería te pueda conectar a una realidad mayor que tú. Pero en el fondo es, efectivamente, tan sencillo como esto. Mientras Laporta repasa los grandes momentos de la historia del Fútbol Club Barcelona y la cámara enfoca a los jugadores que han pasado, sientes que hay algo en la estructura comunitaria del fútbol, en que las cosas no dependen de un individuo, sino de once, que te hace entender cómo funciona el mundo.

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Hay tantas ausencias sonadas, de Messi a Guardiola, de Puyol a Ronaldinho, que lo fácil sería desencantarse y pensar que todo ese sentimiento comunitario que te asalta ha sido degradado por la mercantilización del fútbol. Pero en medio de todos estos equilibrios para negociarlo todo, David Carabén ha hecho un manifiesto que se llama "Volem la Pilota" (Queremos la Pelota) y Laporta dice que "amar es la clave de la vida y es la razón de ser del Barça, para ser culer tienes que amar". Que Laporta sea el presidente del Barça en el 125 aniversario es un hecho arbitrario, al tiempo que no podemos evitar buscar algo más, como si el arrebato populachero que desborda la oficialidad representara algo hondo de la esencia de este club. Es el mismo sentimiento que produce un gol importante, del de Ronald Koeman en Wembley al de Andrés Iniesta en Stamford Bridge: lo ha hecho una sola persona, pero pertenece a un equipo.