BogonyàAjena al paso del tiempo, la colonia de Borgonyà recibe a los visitantes con una gran bandera escocesa. Ondea en lo alto de la chimenea de la antigua fábrica. La chimenea se tuvo que hacer en dos fases porque inicialmente la iglesia rechazó que el campanario quedara por debajo de un elemento terrenal. Cuando la iglesia se trasladó margen arriba, la chimenea pudo crecer de los 33 metros a los 46 actuales. La empresa escocesa Coats construyó la colonia textil a finales del siglo XIX. Y cambió para siempre Borgonyà, parte del pueblo de Sant Vicenç de Torelló (Osona): hasta entonces vivían 25 personas entre cuatro masías y una ermita. De golpe, llegaron más de 200 escoceses de Paisley, hogar de los Coats. Y de las Islas Británicas también llegó el fútbol, tan vinculado al mundo industrial en aquellos años.
La primavera de 1895 se jugaron los dos primeros partidos entre equipos de municipios catalanes diferentes. La Sociedad de Foot-Ball de Barcelona, embrión del Barça, y la Torelló Foot-Ball Association, formada por trabajadores escoceses de la colonia Coats, se enfrentaron en Barcelona (5-3) y en Osona (8-3). El modesto Club Deportiu Borgonyà se constituyó en 1941, pero la entidad reivindica aquel 1895 como fecha de nacimiento. "Tenemos mucha historia. Somos un pueblo de 300 habitantes y solo tenemos primer equipo, pero el club ha sobrevivido siempre. Gracias a la gente que el aprecio. Nunca desaparecerá", sonríe Joan Sadurní. Exjugador y exentrenador del club, será el presidente hasta este jueves, cuando lo relevará su hijo Èric. "Es el Borgonyà que conocí de pequeño: poca gente muy avenida, un club pequeño de un pueblo pequeño. Por eso muchos compartimos apellidos", asegura el hijo.
El Borgonyà, equipo de cuarta catalana, es el orgullo de la colonia. "Es nuestro símbolo", remarca Joan Sadurní, alcalde de Sant Vicenç ocho años. La colonia mantiene la estética escocesa que adquirió a finales del siglo XIX: las calles Escocia, Paisley o Coats son filas de casas adosadas y unifamiliares de indudable estilo británico. La fábrica cerró hace dos décadas, pero pasear por Borgonyà sigue siendo como pasear por Escocia. A la parte posterior del cuello, los jugadores del Borgonyà lucen las banderas de Escocia y Catalunya, de lado. La camiseta es blanca y negra: se creía que era así porque eran los colores del hilo que se producía en la colonia, pero, años después, se descubrió que eran los colores del Saint Mirren, el club de Paisley. Para muchos, Borgonyà todavía es el pueblo de los ingleses.
También mantiene la estética escocesa el campo de fútbol, a 15 minutos de Vic. La hemeroteca dice que se construyó hace cien años, en 1922 o en 1924. Y todo el mundo que lo ha pisado dice que es uno de los más bonitos de Catalunya, si no el más bonito. Encajonado entre el río Ter y el canal que alimentaba la fábrica, es hipnótico. En verano incluso crecen margaritas: sigue siendo de césped natural. El césped, de hecho, no se podría cambiar aunque se quisiera: la colonia fue declarada Bien Cultural de Interés Nacional en 2013 y está protegida. En octubre de 2018 el campo quedó arrasado debido al huracán Leslie, pero ya ha recobrado el verde y la belleza. Los aficionados del Saint Mirren recaudaron más de 2.000 euros para ayudar. Antes el campo ya había superado las trombas de agua de 1940 y 1982. "Es un tesoro. El ambiente que se respira aquí, entre árboles, es único. Aquí no hay plástico, es todo piedra", dice Èric Sadurní.
La apuesta por un equipo femenino
La semana pasada pisaron el campo dieciséis chicas: ahora el Borgonyà quiere tener equipo femenino. "La historia es muy bonita, pero también se tiene que mirar adelante porque la historia sola no te aguanta. Y que ahora se haga un equipo femenino es la hostia", afirma el padre. "No podemos quedarnos siempre siendo un equipo con mucha historia. Queremos proteger y defender la historia, y, si podemos, hacerla más grande, recordando y queriendo siempre de donde venimos. El Borgonyà es un diamante y este diamante no puede ser solo para los hombres", sigue el hijo. "Es muy bonito que Borgonyà tenga un equipo femenino. Me encanta. Me hace feliz. Es muy bonito que toda esta historia también la podamos disfrutar las mujeres y que el club se modernice", apunta Paula Sadurní, hija de Joan y hermana de Èric.
Es una de las caras visibles del nuevo proyecto. "El Borgonyà es el epicentro de la vida de la colonia", reconoce. Su abuelo también había sido jugador y entrenador, igual que su padre y su tío. El caso de la familia Sadurní ilustra cómo se ha ido transmitiendo el amor por el Borgonyà, de padres a hijos. "No es un caso aislado. Hay muchas familias como la nuestra", matiza el padre. Y pone sobre la mesa el nombre de Bruna Vilamala, futbolista del primer equipo del Barça nacida y criada en la colonia: "Sus dos tíos habían jugado en el Borgonyà".
El Borgonyà quiere que el nuevo equipo femenino empiece a competir el curso que viene. Por ahora, ya cuenta con una veintena de nombres. Este lunes ya se hará un segundo entrenamiento. Antes del primero, el pasado martes, Èric Sadurní habló ante las futbolistas. "El hecho de que pueda ser una realidad nos emociona e ilusiona. Haremos todo lo posible para materializar este sueño", aseguró ante los banquillos. Sus primeros recuerdos, añade ahora, son de este campo, igual que en el caso de Paula: recuerdan salir a jugar al descanso, echar petardos para celebrar ascensos. Èric dice: "Para mí este club es el máximo. El Borgonyà trasciende los intereses personales: es de todos. Quizás no es un proyecto de vida, pero es un proyecto que te acompaña toda la vida. Como en el caso de mi padre. A mí me gustaría estar vinculado a este club hasta el día que me muera, porque lo quiero".