Barcelona"Su trabajo es perfecto. Hace mejores a los compañeros". Isaac Cuenca (Reus, 27 de abril de 1991) sonríe cuando recuerda el primer gran elogio que le dedicó Pep Guardiola en público. Acababa de marcar un gol en un Barça-Levante en el Camp Nou que finalizó 5-0. Esa temporada, la 2011-2012, acabaría jugando 30 partidos oficiales, 20 como titular, incluyendo eliminatorias de Champions con el Milan y el Chelsea. Aprovechó las lesiones de Alexis Sánchez y David Villa para irrumpir en el primer equipo cuando muy poca gente le esperaba. Un poco como Fermín López en el Barça actual. "Le recomiendo que disfrute del momento, que es compatible con tener los pies en el suelo. Porque si un día tiene que irse, eso ya no le podrán quitar", delibera sobre la aparición del joven centrocampista andaluz.
Cuenca habla con conocimiento porque sabe que el fútbol es caprichoso y que los buenos momentos pueden ser efímeros. En este sentido, la vida fue especialmente cruel con él en mayo del 2012, cuando sufrió por primera vez una lesión en la rodilla derecha. Se había ganado en el césped ser jugador del primer equipo del Barça, pero nunca pudo jugar con dorsal profesional en el Camp Nou porque la recuperación no fue bien y tampoco pudo levantar cabeza en una cesión al Ajax en la que las molestias reaparecieron.
"Lo más importante que me ha enseñado el fútbol es que no todo es como quieres. Si crees que eres muy bueno, hay otro mejor. Y si crees que eres buenísimo, quizás te lesiones y nadie te quiere . A mí me ha puesto en lugares que no me esperaba y mírame ahora, retirado con 30 años", argumenta Isaac, que después de abandonar el Barça jugó una temporada en el Deportivo de la Coruña, media en el Bursaspor turco, una y media en el Granada y media en el Hapoel Be'er Sheva israelí antes de acabar en el fútbol japonés.
A partir de enero de 2019, después de sufrir directamente la desaparición del Reus, Cuenca buscó la estabilidad primero en el Sagan Tosu y después en el Vegalta Sendai, pero no la encontró porque los problemas en la rodilla le volvieron a martirizar. "Solo podía entrenarme una vez por semana y después de los partidos se me ponía la pierna como una pelota", recuerda.
El remedio fueron tres operaciones que sirvieron de poco: "No me recuperaba bien y el médico me animó a que probara una última intervención porque no tenía cartílago y la tibia y el fémur chocaban mucho. Necesitaba dos trasplantes y volví al quirófano, pero no funcionó, así que dejé el fútbol". Fue una retirada en voz baja, sin anuncios ni lágrimas en público. Tenía 30 años y ahora va camino de los 33. Con seis operaciones en la misma rodilla en el historial, optó por poner punto y final a la carrera.
"Sé que ahora está de moda lo del coaching y tal, pero no lo he necesitado porque retirarme ha sido liberador. Después de la última intervención, la rodilla me dolía tanto que dejarlo correr me alivió. Claro que echo de menos el fútbol, pero el dolor físico era tan enorme que decidí que ya era suficiente. Quería tener una vida normal", dice Cuenca, que ahora intenta transmitir su experiencia a Estelle, su hija de 7 años, y también lo hará con otra que está a punto de llegar: "Intentaré enseñarles que en esa vida no todo es como quieres. Que la facilidad para adaptarte es lo que marca tu felicidad. Si te aferras a algo, puede acabar destruyéndote. Y siento que me ha pasado esto. Si me hubiera retirado año y medio antes, no habría sufrido tanto. Me he aferrado al fútbol y he acabado petando. Pero ahora he renacido". Su reflexión desafía la lógica de luchar por los sueños cueste lo que cueste.
El Barça y la soledad del futbolista
Más de una década después de su debut con el Barça, Isaac intenta poner orden en los recuerdos. "El fútbol va tan rápido que no sé si han pasado 12 años o 400", afirma riendo. Con todo, tiene claro que aquellos meses de aprendizaje en un vestuario tan ganador como el azulgrana le cogieron tierno: "Venía del Sabadell e intentaba disfrutar del césped bien cortado, de los desplazamientos, de los estadios... Pero en el fondo estaba descolocado". También recuerda que a veces había momentos algo tensos. "Con el tiempo les he entendido porqué aquel equipo tenía mucha presión. Venía de ganarlo todo. Sí que alguna vez flipaba con algunas cosas, pero, ostras, es que eran los mejores del mundo. Leo [Messi], Xavi , Andrés [Iniesta], Víctor [Valdés]... ¡Cómo tiraban del carro! Eran una pasada".
Fuera del Barça, Cuenca empezó a notar el frío en A Coruña: "Eres joven y de repente vuelta tienes que abandonar tu círculo.Ganas mucho dinero y te compras todo lo que quieres, pero también tienes mucho tiempo para que te entrenes por la mañana y después tienes todo el día. ¿Y qué pasa? Pues que te sientes solo. dinero no evita la soledad". El sentimiento se repitió en las otras ciudades donde vivió, pero se complicó cuando nació Estelle: "Físicamente, estaba en Japón, pero sentimentalmente en Catalunya". Sin embargo, Isaac, que de adolescente solo estudió hasta la ESO, aprovechó las horas muertas del futbolista para formarse por la vía no reglada. "Aprendí de bolsa, durante un tiempo invertí y me fue bastante bien. ¡Me leía unos ladrillos que tela marinera!", recuerda.
Un proyecto que puede revolucionar el deporte
Toda esta curiosidad por mover bien el dinero le ha llevado a invertir en bienes inmobiliarios que se han revalorizado –dos de ellos en el centro de Barcelona– y también a montar una empresa que, si todo va bien, puede revolucionar la medicina deportiva . "Me encantaría dar al fútbol lo que no me ha dado a mí", defiende. Bajo la marca Cold 2 Sport, él y otros socios están desarrollando artilugios para la recuperación muscular y articular que funcionan con un líquido que oscila entre los 63 grados negativos y los 140 positivos. "El fútbol y el deporte de élite generan demasiados millones para ir todavía con hielo para curar y prevenir lesiones", denuncia Cuenca, que también se está formando para ser entrenador.
Isaac ya no podrá triunfar en el Barça ni jugar en el Atlético de Madrid, un club que siempre le ha caído simpático. Tampoco podrá volver a disfrutar del alegre y llamativo fútbol japonés. "No podría competir ni en la Kings League", reconoce. Sin embargo, su nueva vida le hace feliz, le ilusiona. Aunque en cualquier momento, cuando menos se lo espere, algún inconveniente le obligue a adaptarse para salir adelante.