Stuani separa las aguas para que el Girona siga en Primera

GIRONACristhian Stuani es un escogido. "No sé si me merezco tanto. Pero lo de hoy me emociona", decía, minutos después de la hazaña, con la voz cortada. No podía ni seguir hablando. Debía detenerse porque lloraba. "Es muy emotivo, mucho". En Pucela, en la situación más crítica del Girona en los últimos tiempos, separó las aguas para que los gerundenses sigan en Primera. La victoria en Valladolid (0-1) deja la permanencia en la élite cerca. Podría ser matemática en las próximas horas, dependiendo de lo que hagan los rivales directos.

Antes, tocó sufrir. Un cuarto de hora fue suficiente para que los aficionados del Girona quisieran coger a los televisores, lanzarlos por la ventana y dejar de ver la apatía de sus jugadores. Si en las horas previas se había descrito el duelo como una final y se recalcaba que era necesario demostrar la necesidad y el deseo de continuar en Primera, parecía que quien se jugaba la permanencia era el conjunto local, descendido desde hace semanas y con un total de cero victorias y tan sólo un punto a lo largo de la segunda vuelta.

Dos sustos, uno de Raúl Moro y otro de Chuki, pusieron los nervios de punta, si es que no los tenía ya, en el equipo catalán, incapaz de entender y gestionar lo que está en juego. Los movimientos eran lentos y absurdos; la presión, invisible. El fichaje más caro de la historia, Yáser Asprilla, fichado por ser diferencial, lo es, pero en negativo; en el delantero centro titular, el teórico sustituto de Dovbyk, Abel Ruiz, ni se le espera.

Se intuía la catástrofe en Pucela, a pesar de que ocurriera lo que pasara esta jornada el Girona tenía la certeza de mantenerse fuera del descenso. Con los minutos, sin embargo, la tormenta amainó y los de Míchel coleccionaron ocasiones. No hubo que jugar mejor, lo provocó el contexto. Allí fue cuando se hizo mayor el portero local, Hein, que le desvió el gol un par de veces a Tsygankov. El balón acabó impactando en la red gracias a Portu, pero el murciano estaba en claro fuera de juego.

La segunda parte continuó de la misma manera, con el Valladolid controlando lo que ocurría y los catalanes firmando el punto con sangre como triste consuelo. Fue esperanzador ver que Asprilla se plantaba solo frente al portero rival. Una ilusión óptica que llevó a la desesperación cuando el colombiano chutó al muñeco. En vez de echar fuego por las muelas, el gesto corporal expresaba que estaba desorientado.

Rezando a santos

Los minutos críticos llegaron al umbral de la hora, cuando en pocos segundos de diferencia Gazzaniga rechazó en el larguero un disparo de Anuar y Quintero González pitó penalti por unas manos inexistentes de Francés. Afortunadamente, apareció la justicia en forma de VAR, que negó lo sucedido. Pero la imagen del Girona no se aguantaba por ninguna parte. Sufriendo como hacía años que no sufría, rezando al santo que hubiera de guardia para que se acabara la inquietud. El guardameta gerundense continuó deteniendo, sobre todo un cabezazo de Mario Martín.

Y si hablamos de santos, si hablamos de alguien a quien orar, nadie mejor que Cristhian Stuani, que entró cojo buscando a la heroica. El uruguayo lo hizo de nuevo: cazó, oportuno, el balón que permite mirar el presente con optimismo. En el momento clave de la temporada –cuando le han dado minutos, para ser exactos–, apareció el futbolista convertido en símbolo. El delantero de 38 años que acabó el partido defendiendo con uñas y dientes el área del Girona. El jugador que da más de lo que tiene por el escudo rojiblanco.