La gran fiesta que ha sobrevivido a remolinos, pandemias y un dragón
La Travesía del Lago de Banyoles llega a los 80 años de vida reuniendo a diferentes generaciones de nadadores
Banyoles"Quizás sí que nos miraban un poco como si estuvieran locos. Les decían que quizá podíamos tomar daño, que había que estar atento a los remolinos y, como éramos niños, nos decían que vigiláramos no fuera que apareciera el dragón", explica Jordi Toti Banal, expresidente del Club Natació de Banyoles. Este domingo, la Travesía del Estany de Banyoles llegará a los 80 años de vida con miles de nadadores listos para mantener viva una de las tradiciones más bonitas del deporte catalán. Como siempre, el tercer domingo de septiembre miles de personas saltarán a las aguas del estanque, este año más de 2.500. "Es la gran fiesta de la natación catalana. No lo decimos nosotros, lo decía ya la prensa de Barcelona hace tiempo", dice con orgullo Banal en referencia a un titular del periodista Vicente Esquiroz en 1950 en La Vanguardia.
Se trata de nadar los 2.115 metros que separan los dos extremos del Estany. Una carrera nacida en 1944, aunque en 1929 dentro del Club Natació Banyoles ya habían propuesto hacerlo, sin suerte. "Hay que pensar que lo de bañarse en el estanque lo hacía poca gente. Era normal que muchos banyolines no supieran nadar en el pasado. Y, cuando alguien nadaba, le miraban con cara de sorpresa y les hablaban de los remolinos que chupaban a la gente y le ahogaban", explica Banal.
En 1944, un grupo de deportistas gerundenses del GEiEG que solían rodear por Banyoles sumaron fuerzas con el CN Banyoles para crear la carrera, chocando con la reticencia del alcalde, Francesc Xavier Prat, que sufría imaginando que alguien es ahogaría. "Cruzar el estanque haciendo el recorrido más largo era algo que poca gente podía imaginar entonces", razona Banal. De hecho, Prat propuso realizar el recorrido por la parte más corta, de los baños del club en Porqueres, pero los impulsores de la carrera querían hacerlo como Dios manda. Ayudó a que uno de los jóvenes más entusiasmados con esa idea fuera Anton Prat, el hijo del alcalde, que era entrenador de natación en una época de posguerra en la que el CN Banyoles había quedado casi muerto.
El 17 de septiembre de 1944, tres nadadores infantiles y quince adultos estrenaron la carrera, que ganaría a uno de los jóvenes gerundenses impulsores de la travesía, el médico gerundense Felip Sánchez Babot, que llegaría a participar en 54 ediciones. Sánchez Cabot, que nadó toda su vida, fuera a la Costa Brava o el estanque, estuvo casi 37 minutos, para hacer esos 2.115 metros, en un recorrido desde Lyon hasta el paseo Dalmau, cerca de la preciosa pesquera Santa Rosa, casa construida en 1927. Aquella primera edición permitiría a Anton Prat y otros jóvenes reavivar la vida social y deportiva en el CN Banyoles. Y eso que sus inicios no fueron fáciles. De hecho, los nadadores llegaban en camiones, ya que parte de la sociedad, bien conservadora a finales de los años 40, no quería ver a gente en bañador por las calles. En 1945, por primera vez una mujer saltaría al agua, la barcelonesa Carme Ponsatí, del CN Barcelona. La primera banyolina sería Conxita Masgrau, en 1951.
La travesía de la pandemia
Pero ya en los años 50, nadadores de todos los clubs catalanes querían participar. Había nacido la gran fiesta de la natación catalana, con muchos deportistas que soñaban con ganar la medalla al primer clasificado. Este año, de hecho, en la entrada del club se exponen por primera vez todas las medallas. "Se pensaba que la primera edición no tuvo medalla, pero hace unos meses apareció la familia del ganador y nos cedió la medalla para que la guardemos. "Se puede leer «Primera TL», es decir, primera travesía del lago, en una de las bandas", explica Toni Bramon, vocal de cultura del CN Banyoles. Y nadador, claro. "Este año será mi 54 travesía. Nunca he fallado", explica. Ni el año de pandemia. Aquel septiembre del 2020 se pudo hacer la travesía. Pero unos años más tarde algunos banyolines admiten que la hicieron, de alguna forma. "Fue la no travesía. Se hicieron camisetas recordándolo, de hecho. Y fue una delicia, ya que el estanque estaba tranquilo, limpio... más bonito que nunca", explica Bramon. "Esta travesía es vital, para los banyolines. Alrededor hacemos conciertos, actividades y algo muy bonito: encargamos el cartel cada año a un artista diferente. Con total libertad para hacer lo que quieran. El año pasado el cartel era una toalla, por ejemplo", añade. Este año el cartel se ha encargado al estudio banyolín de diseño gráfico Oliver Gràfic y la autora ha sido Isabel Oliver.
Según Toti Banal, un buen banyolín es lo que ha hecho la travesía. "Hay gente que no suele nadar, pero entrena para decir que la ha hecho alguna vez". Es como una fiesta mayor de un club que se ha convertido en un pilar, en el Pla de l'Estany. "Nosotros hablamos del club. Ni que decir tiene nada más, todo el mundo sabe que hablamos del CN Banyoles. Piensa que tenemos 10.000 socios en una población de 20.000 [habitantes]", añade Bramon. "Ahora, todo cambió a partir de 1993. Ese año el presidente murió en un accidente y yo acabé haciendo de presidente. En siete años pasamos de 2.500 a casi 10.000 socios. Pero no fue mérito mío, ¿eh? ser cosa de los Juegos Olímpicos. A partir de 1992 se hace la villa olímpica, el carril bici en torno al estanque y la gente acaba de descubrir que puede disfrutar del estanque haciendo deporte", dice Jordi Banal, que ha hecho 63 de las 79 ediciones.
Este domingo sumará la 64a. "A mucha gente todavía les da respeto, pero para los que hemos nadado toda la vida es una gran satisfacción. Las normas han cambiado mucho, todo es diferente. Ahora, por ejemplo, cuesta nadar un día de cada día, ya que es necesario hacerlo por un circuito señalizado que va del club a la oficina de turismo... Son unos 500 metros ir y volver. Han decretado normas para evitar sustos con quien hace remo, con el piragüismo... Así que la travesía es un momento de libertad", razona. El CN Banyoles, de hecho, es también conocido por su gran tradición en remo, con un montón de olímpicos como Fernando Climent, plata en los Juegos de 1984, o Aleix García, que casi subió al podio hace pocas semanas en París.
Pero la travesía es la gran fiesta popular. "Piensa que yo hice la primera con 10 años y aprendí a nadar en el club ya con siete. Nunca he parado. Recuerdo, cuando era pequeño, festivales de natación en el estanque con bombillas colgando de cables sobre el agua por iluminar y tres sillas de gente mirándolo. El club hizo un gran trabajo para promover el deporte", explica Toti Banal, quien admite que la generación de su abuelo y su padre también saltaba al estanque, pero con otras ideas. "Mi padre iba nadando hasta Porqueres con sus amigos, allí manchaban manzanas y melocotones, se los comían y volvían", explica risueño. Pequeños hurtos del pasado, anécdotas de una villa que, durante años, miró a los nadadores como si fueran locos. No lo eran. O quizás sí, quién sabe. Bendita locura, en este caso.