Juegos Olímpicos

El apellido que une un viaje de Colón con los Juegos Olímpicos

Los primeros catalanes olímpicos debutaron en pruebas de remo en 1900 en París

BarcelonaDurante muchos años los catalanes miraban hacia París, una ciudad que entonces parecía ir delante del resto de mundo. En 1900 la capital francesa acogió los segundos Juegos Olímpicos de la historia, a pesar de que no supieron hacerlo muy bien. En lugar de seguir el camino abierto en Atenas en 1896, acabaron por incluir los acontecimientos de los Juegos dentro del programa de la Exposición Universal. El barón de Coubertin, el padre del olimpismo moderno, no encontró en casa el apoyo que había encontrado en Grecia y salvó como buenamente pudo los Juegos Olímpicos, que estuvieron a un paso de ser arrinconados por culpa de los debates en los salones de té de París entre los que consideraban los deportes modernos una indecencia o los que tenían envidia de las ideas del barón. Todavía hoy, los historiadores deportivos debaten sobre si algunas pruebas fueron o no olímpicas. O sobre cómo es debido valorar una cita en que pruebas atléticas compartían cartel con un concurso de tiro con cañón o exhibiciones para sacar del agua un muñeco.

Aquellos Juegos extraños fueron los primeros con representación española, tal como ha explicado en su magnífico trabajo La primera aventura olímpica española el doctor Fernando Arrechea. Y algunos eran catalanes. Un equipo del Real Club de Regatas de Barcelona participó en las cursas de remo, sin mucha suerte, puesto que siempre cayó en la primera ronda. En una prueba individual, el escogido fue el menorquín que vivía en Barcelona Antoni Vela Vivó. En la prueba de cuatro con timonel, Vela estuvo acompañado por Ricard Margarit y Calvet, Joan Camps y Mas, José Fórmica-Corsi Cuevas y Orestes Quintana Vigo, que moriría en 1909 de tuberculosis. Era aquella época en que los jóvenes de buena familia se entusiasmaban con todo lo que llegaba del extranjero, fuera un sombrero, un coche o un deporte. Jóvenes que muchas veces se peleaban con sus padres por su obsesión de practicar todo tipo de deportes. Eran sportsmen que podían competir en remo y ser, a la vez, futbolistas. Margarit y Quintana, por ejemplo, jugaron en el Barça. Y Joan Camps, tanto en el club azulgrana como en el Sabadell.

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La figura de Margarit explica a la perfección aquella época. Había nacido en una familia acomodada y afirmaba ser descendente del ampurdanés Pere Margarit, que fue con Colón en su segundo viaje en América. De hecho, Margarit, que tenía buenos contactos en la corte de los Reyes Católicos, era el jefe militar de la expedición y acabó haciendo de gobernador de la fortaleza de Santo Tomás, donde sería acusado de excesos contra los indios. Después volvió a Europa, se enemistó con Colón y acabó sus días, al parecer, viviendo rodeado de dinero en Zaragoza.

Ricard Margarit compartía la pasión por el mar y sobresalió con el remo. Ahora bien, en los Juegos de París, debía de descubrir que en el extranjero lo hacían mejor y fue dejándolo, poco a poco, para centrarse en los negocios. No le fue mal: en 1934 fue elegido presidente de la Catalana de Gas y Electricidad, donde había entrado a trabajar como ingeniero en 1912. Él fue uno de los impulsores de la Hidroeléctrica de Catalunya, de la que sería presidente de honor hasta su muerte en 1968.