Julien Alfred, de Santa Lucía, deja con un palmo de nariz a las estadounidenses a los 100 metros
La joven caribeña da la sorpresa ganando la final bajo la lluvia y evita el primer triunfo estadounidense en más de 25 años
Enviado especial a ParísLa magia del deporte es que no importa dónde hayas nacido. No importa si has nacido en un palacio o en una casa de barro, si has nacido en una ciudad de millones de habitantes o en un pueblo. Quizás, con suerte y mucho trabajo, te esperará la gloria olímpica. Bajo la lluvia del norte de París, Julien Alfred se presentó en sociedad para perpetuar el dominio caribeño en la velocidad. Día de fiesta grande, en Santa Lucía, la preciosa isla del Caribe donde se habla criollo. Y donde bajo la sombra de los Pitons, las preciosas montañas que caen directas al mar, los jóvenes suelen jugar a cricket. A sus 23 años, la velocista caribeña se encargó de dejar con un palmo de nariz, de nuevo, el atletismo estadounidense. Con unos últimos 50 metros volcánicos, como su isla, Alfred se coronó campeona de los 100 metros femeninos por delante de las grandes favoritas estadounidenses.
París era la cita en la que los estadounidenses debían recuperar el control de la velocidad, pero la primera jornada fue trágica. Para empezar los neerlandeses les birlaron el oro en el relevo 4x400 mixtos gracias a una última vuelta épica de Femke Bol. Luego parecía que les tocaría cantar victoria a los 100 metros, especialmente después de saber, en las semifinales, que se retiraba por una lesión la gran campeona jamaicana, Shelly-Ann Fraser-Pryce. Oro en el 2008 y el 2012, plata en el 2020 y bronce en el 2016 no pudo despedirse, con 37 años, de la pista como quería. Pese a la presencia de Tia Clayton en la final, Jamaica estaba destinada a entregar la corona después de cuatro oros consecutivos, ya que en 2016 y 2020 había ganado Elaine Thompson-Herah. Jamaica cedía el paso, pero el Caribe no.
La estadounidense Sha'Carri Richardson, que se perdió los anteriores Juegos por culpa de un positivo por marihuana, sabía que era su gran oportunidad para darle a Estados Unidos el primer oro en los 100 metros femeninos desde Gail Devers en 1996, ya que en el 2000 ganó a Marion Jones, que ha admitido haberse dopado. Pero Richardson fue siempre por detrás de la explosiva Alfred. Y lo máximo que logró fue hacerse con la plata con un tiempo de 10.87, por delante de su compatriota Melissa Jefferson (10.92). La caribeña, con un tiempo de 10.72, que es su mejor marca personal, llevaba tiempo consiguiendo buenos resultados en torneos en el Caribe, pero no era favorita. Nacida en Ciceron, un barrio de la capital, Castries, hace unos años se marchó a Estados Unidos reclutada por la universidad de Texas, donde ya había terminado sus estudios. Este año había ido superando su propia marca personal una y otra vez, pero siempre quedaba lejos de los tiempos que estaba haciendo Richardson, que parecía destinada a encontrar la redención de sus errores del pasado en un estadio de Saint-Denis lleno hasta los topes hasta.
Pero en las gradas de este estadio, las pocas personas de Santa Lucía que había fueron las que hicieron fiesta grande. Ellos, que hablan una lengua llena de palabras francesas, recuerdo de cuando formaron parte del Imperio Francés, aunque después pasaron a formar parte del Reino Unido. Es un estado isleño del que muchos jóvenes emigran y que apenas había debutado en los Juegos Olímpicos en 1996, y aún no había ganado ninguna medalla. La primera ha sido bien sonada. En Castries, la gente salió a la calle para celebrar el hito de esta chica que fue descubierta, cosas de la vida, por la responsable de la Biblioteca de la escuela Leon Comprehensive cuando vio que era más rápida que los niños. Los derrotaba siempre. Así empezó a entrenar hasta que la muerte de su padre, que hizo que la familia decidiera que debería trabajar. Pero los entrenadores pidieron a su madre una última oportunidad. Y ahora es campeona olímpica con la octava mejor marca de todo
Fiesta caribeña
La fiesta caribeña, por cierto, fue casi total en Saint-Denis, ya que en el concurso de triple salto se impuso la saltadora de Dominica, una isla vecina de Santa Lucía. Thea LaFond se apoderó del trono de la gran Yulimar Rojas, la venezolana ausente por lesión, con un mejor salto de 15,02 metros. Ésta también es la primera medalla de la historia de Dominica. La gallega Ana Peleteiro, sexta, no pudo ratificar su gran temporada y se quedó sin medallas. En el decatlón masculino, otro caribeño, Lindon Victor de Grenada, ganó el bronce por detrás de Markus Rooth de Noruega y el alemán Leo Neugebauer. San Lucía, Dominica y Granada, tres naciones que juntas no llegan a los 400.000 habitantes, vivieron su día de gloria.
Para Estados Unidos, la herida de la velocidad sigue abierta, pero no tendrán que esperar muchas horas para poder cerrarla, ya que este domingo la jornada de atletismo se cierra con la final de los 100 masculinos, en los que Noah Lyles intentará dar en su país el primer oro desde aquel del 2004 de Justin Gatlin.