Futbol

Laporta: "Se ha acabado un ciclo y estamos trabajando en una renovación"

El presidente admite que "a partir de la semana que viene" se tomarán decisiones para "tener un equipo más competitivo"

Martí Molina / Albert Nadal
y Martí Molina / Albert Nadal

El verano pasado, poco después de que se retomara la competición liguera, Josep Maria Bartomeu se reunió con su núcleo duro para hablar de cómo la crisis del coronavirus afectaría al futuro más inmediato del Barça. El entonces presidente, que ya había negociado un recorte salarial a los jugadores mientras el fútbol estaba parado, y consciente de que aquella plantilla no ganaría el campeonato, habló entonces de tomar "decisiones impopulares pero inaplazables". Se refería a cuestiones económicas pero también deportivas. En aquellas primeras previsiones, Bartomeu todavía no sabía que el equipo sería barrido en los cuartos de final de la Champions por el Bayern de Múnich (2-8) ni que Messi tomaría la determinación de hacer pública la intención de abandonar el club mediante un burofax. Dos episodios que fueron el epílogo de una moción de censura que acabaría forzando la dimisión del expresidente. 

La última herencia de Bartomeu en la faceta deportiva del primer equipo fue la llegada de Ronald Koeman con el encargo de reconstruir un vestuario que había quedado hecho añicos después de Lisboa y que había encadenado derrotas sucesivas en los últimos años en la Champions. Pero esa renovación que Bartomeu quiso poner en marcha para intentar solucionar lo que él mismo había calificado de una “crisis deportiva” (a pesar de que el club quemaba por diferentes lados) quedó solo en la llegada del entrenador neerlandés –mientras se despedía a Setién sin llegar a un acuerdo– y en las salidas de Luis Suárez, Arturo Vidal y Rakitic. A pesar de que había más nombres encima de la mesa, algunos de peso, la renovación prometida fue limitada, a pesar de que Bartomeu ya había sido alertado el curso anterior, después de la derrota de Anfield, de que había que tomar “decisiones valientes e impopulares”.

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La deriva deportiva del club en los últimos años cada vez se ha ido hacieno más evidente, por mucho que Bartomeu hubiera intentado apagar los fuegos cortando la cabeza de secretarios técnicos y que el dominio territorial en la Liga bajo la batuta de Messi permitiera ir escondiendo las carencias que se evidenciaban cuando tocaba enfrentarse a equipos del primer nivel europeo. Y los deberes “impopulares” que supone hacer una renovación profunda del vestuario azulgrana los tiene que asumir ahora Joan Laporta, habiendo entrado en el club a media temporada con la tesorería exprimida al máximo, la plantilla al límite del fair play financiero y la entidad cargada de deudas.

"Se ha acabado un ciclo y estamos trabajando en una renovación. A partir de la próxima semana se tomarán decisiones para tener un equipo más competitivo. Ya dije que al final de la temporada haríamos valoraciones en función del juego y de los resultados. Se ganó la Copa, pero se ha perdido la Liga incomprensiblemente y en la Champions quedamos eliminados muy temprano", admitió ayer el presidente azulgrana.

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El precedente de Laporta

La renovación de la plantilla, empezada a medias por un Koeman que si bien ha generado muchas dudas sí ha asumido el compromiso de contar con jugadores jóvenes, es una de las decisiones más impopulares que Laporta tiene que afrontar. Pero el presidente ya sabe qué es liderar una renovación en profundidad. Cuando entró a gobernar el club por primera vez en 2003 firmó más de una veintena de bajas en sus dos primeras temporadas en el cargo. La situación y el contexto de ahora están marcados por carpetas tan decisivas como la renovación de Messi, resolver el futuro del banquillo y abordar una renovación de plantilla que, en muchos casos, implica contratos de larga duración y salarios elevadísimos heredados de la política de Bartomeu, que convirtió al Barça en la plantilla mejor pagada de Europa a pesar de que el rendimiento deportivo iba bajando.

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Laporta asume unos deberes que Bartomeu tardó demasiado en afrontar. "Para hacer una renovación de estas, lo tienes que tener clarísimo. Y Bartomeu, cuando levantó la cabeza y vio cómo estaban las finanzas, viendo que tan solo le quedaba un año de mandato, ni se lo acabó de creer ni lo tuvo claro”, recuerda un miembro de esa directiva. De hecho, en una gestión de Bartomeu, que se había convertido cada vez más personalista, no hubo grandes debates más allá de algunos comentarios de protesta en una junta que ya había visto unas cuantas dimisiones.

En el fondo, las decisiones las pactaba Bartomeu con su reducido núcleo de confianza, mientras que la junta se limitaba a darles validez. Bastaba con mayoría simple. Los debates serios se hicieron en los despachos, con reuniones en pequeño comité. Y, a pesar de que la renovación de la plantilla quedó aguada, ya se había hablado de nombres como el de Piqué –él mismo dejó en el aire su continuidad después de la derrota del 2-8–, Alba, Busquets, Dembélé –en verano de 2019 fue incluido en una operación para intentar el regreso de Neymar–, Griezmann y Coutinho. Unos nombres que vuelven a estar en el punto de mira en la revolución que afronta Laporta de una plantilla que, tal como ha acabado el curso, ve cómo los liderazgos de algunos veteranos están caducados. 

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El futuro del banquillo

Aunque la continuidad de Koeman no está descartada, el tramo final de la temporada ha debilitado las opciones del neerlandés de poder continuar. Laporta respeta su figura como icono azulgrana, pero no es un entrenador que haya escogido ni encaja en su idea para poner en marcha un proyecto. Con la economía ahogada, tener que abonar un finiquito por el año de contrato que le queda a Koeman es un handicap importante, del mismo modo que será determinante poder ligar alguna alternativa convincente. Algunas informaciones han puesto encima de la mesa el nombre de técnicos como el alemán Hans-Dieter Flick, que acaba contrato con el Bayern de Múnich, o el neerlandés Erik ten Hag, entrenador del Ajax. Según las fuentes consultadas, el ARA avanzó que la opción preferida era la de Xavi Hernández, con quien Laporta se tendría que reunir esta semana, a pesar de que desde el Barça insisten en desmentir esta posibilidad.

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El cambio de técnico es una decisión trascendental para poner en marcha un proyecto, pero los dedos también señalan al vestuario. “Se había llegado a un punto en el que las sesiones se hacían a la medida de los veteranos, que son intocables”, recuerda un exdirectivo. Esto acabó condenando a Ernesto Valverde. Con Koeman se recuperó intensidad –“los entrenamientos cambiaron del todo y la entrada de futbolistas jóvenes había dado otro aire al equipo”, destacaban desde Sant Joan Despí–, pero a la hora de la verdad el equipo se ha acabado desplomando.

El diagnóstico parece claro. Lo que no es tan claro es la manera de ejecutarlo. Este martes, Mundo Deportivo publicaba que Laporta tenía previsto analizar los casos de pesos pesados del vestuario como Sergi Roberto –acaba contrato en 2022 y el ARA ya informó de que si, renovaba, sería a la baja–, Busquets, Piqué y Griezmann para analizar qué cobran en relación con su rendimiento y abordar el futuro. "Ahora todo el mundo entiende que es la plantilla que Laporta se ha encontrado. Pero el próximo año ya será la que él habrá configurado. De él dependerán los resultados", explica una voz próxima al presidente, que después de ganar las elecciones con una mayoría amplia cuenta con la legitimidad para hacer una renovación que los resultados de los últimos años demuestran que es inaplazable. La renovación también es clave para determinar qué caras nuevas pueden aterrizar en el equipo.