¿Las batas de realizar trabajos son el futuro de la moda?
Si visitamos cualquier mercado de marchantes, desde la plaza Mayor de Vic hasta las Ribes del Ter en Girona, encontraremos más de una parada dedicada a una pieza que, a pesar de haber sido esencial en la vida de muchas mujeres, ha sufrido demasiado a menudo burlas y desprecio: la bata de realizar trabajos en casa. Una indumentaria aparentemente modesta –sin glamour ni pretensiones– que, sin embargo, ha llegado hasta la semana de la moda de París de la mano de la casa Miu Miu, una de las más influyentes a la hora de fijar tendencias globales. Ante esta sorprendente irrupción, las interpretaciones han sido diversas: desde el gusto por el fealismo hasta lecturas de homenaje feminista. Pero, ¿qué significado esconde realmente esta prenda y qué implica verla desfilar sobre una pasarela?
La bata puede considerarse una evolución del delantal tradicional, aunque introduce cambios notables. El delantal, mucho más antiguo y común en ambos sexos, sólo cubre la parte delantera del cuerpo y se asocia al trabajo manual o servicio. La bata, en cambio, es un traje ligero concebido exclusivamente para mujeres, que envuelve todo el cuerpo y puede llevarse sola o sobre la ropa. Se ajusta más cómodamente con botones frontales, a menudo carece de mangas para facilitar el movimiento e incorpora bolsillos anchos para llevar huevos, verduras o pequeños objetos domésticos. Las batas se confeccionaban a menudo en casa, con tejidos económicos o recortes sobrantes, y se ribeteaban con una veta para reforzar cuellos, bolsillos y bordes, para evitar que se deshilacharan al tener que lavar a menudo. Los estampados –flores, rayas, cuadros– tenían una doble función: camuflar manchas y, al mismo tiempo, embellecer una pieza utilitaria. Pero, ¿por qué era necesario que una bata de trabajo fuera bonita?
Mientras el delantal protegía la ropa, la bata la sustituía: se convertía en una identidad doméstica. Si el primero era símbolo de servicio o de clase trabajadora, la segunda nació para vestir al ama de casa desde finales del siglo XIX, en el contexto moral burgués que confinaba a la mujer en el espacio privado mientras el hombre asumía el papel de ganador de pan. El delantal se sacaba ante visitas, porque no era "ropa presentable"; la bata, en cambio, representaba un nuevo compromiso entre comodidad y decoro, una frontera nueva entre "estar por casa" y "salir a la calle" que ya podía lucirse en público, como muestra de asunción de esa nueva identidad.
Así, más allá de su funcionalidad, la bata terminó encapsulando la posición de la mujer al servicio del hogar, sin reconocimiento social ni independencia económica. La bata se convierte en una "prisión textil" del rol doméstico femenino, como un icono visual de la insatisfacción sistémica de la mujer, que Betty Friedan en La mística de la feminidad (1963) bautizó como "el problema que no tiene nombre".
Esta simbología aparece con fuerza en la película del Free Cinema británico Woman in en Dressing Gown (1957). Tal y como insinúa el título, la protagonista viste su bata (en este caso de buatiné) como un uniforme de invisibilidad, metáfora de una feminidad resignada a la monotonía doméstica. La pieza se convierte así en el símbolo visual de la mujer anulada por la rutina, que pierde su condición de individuo deseable por quedar reducida a los papeles de madre y esposa.
Si bien es esencial reivindicar las aportaciones de las mujeres a nivel doméstico como un acto de justicia histórica, tampoco podemos romantizar la situación de obligatoriedad bajo la que se vieron obligadas a realizarlas. Y, aunque es interesante y necesario que la moda reinterprete y resignifique iconos del pasado, hace falta prudencia en su interpretación, especialmente en el contexto de hoy, cuando las ideologías conservadoras reinventan la domesticidad como ideal femenino, como hacen las tradwives. La frontera entre el homenaje o la memoria y una pretendida vocación alegre y natural puede ser muy fina. Y siempre hay que tener presente que no es un gesto nuevo –durante el franquismo, la adoración de la mujer como "ángel del hogar" ya sirvió para disfrazar de elección deseable lo que fue sin duda un encarcelamiento de sus derechos y libertades.