Cada casa, un mundo

Un hogar único en un viejo almacén

Es la casa y el taller del arquitecto, el espacio para experimentar. El taller de los sueños (Baix Llobregat), IMG Taller de arquitectura de Ignacio Morente Gemas

Quería experimentar "una manera de vivir". Ignacio Morente Gemas confiesa que cuando estudiaba arquitectura ya miraba la fachada de ese viejo almacén de paja en el casco antiguo de un municipio del Baix Llobregat. Construido en 1924, llevaba más de veinte años abandonado y, cuando en tiempos de la pandemia pudo comprarlo, no lo dudó. Ahora el proyecto lo llama El taller de los sueños, porque esa nave oscura, en mal estado, se ha convertido en el hogar que comparte con su pareja y también en la sede de IMG Taller de Arquitectura, el estudio que lleva las iniciales de su nombre. Además, es el lugar donde ha podido experimentar no sólo otra forma de vivir, sino cuestiones tan arquitectónicas como la concepción del espacio, el uso de los materiales, la penetración de la luz, la ventilación y, entre otros y sobre todo, el aprovechamiento de los recursos ya existentes.

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Ignacio Morente dice que ha aprendido mucho de la experiencia de transformar la vieja nave en su casa y taller, y que este aprendizaje se ha dado en muchos sentidos: "He sido arquitecto, cliente, promotor y, en muchos aspectos, también constructor". De hecho, si la reforma de este espacio de 200 m2 le ha salido por poco más de 150.000 euros porque muchos de los elementos son fruto de la autoconstrucción y otros de intercambios con colaboradores; es el caso del pavimento de planchas de hierro de casi cien años que le dio un cliente a cambio de hacerle un proyecto y que él mismo ha colocado como un parquet pero metálico. En cualquier caso, el joven arquitecto considera que éste es su primer gran proyecto porque, además, es un proyecto de vida.

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En el canal de YouTube Mi espacio vital, donde Ignacio Morente habla de arquitectura, explica que aquí su propósito era "congelar el tiempo", conservar las paredes, la cubierta y la historia del sitio. "Para mí, la mejor forma de trabajar es intentar minimizar todo lo posible y retirar el máximo de elementos que distorsionan lo que ya existe", dice. Por eso, ha dado un nuevo sentido a ese espacio originalmente diáfano, ha descubierto los muros de ladrillo macizo y ha restaurado las espectaculares jácenas y también la no menos espectacular cubierta, respetando tanto las entradas de luz originales como las piezas de cerámica antiguas entre vigas. Es la consecución de otro sueño: conseguir que se perciba el paso del tiempo, con toda su potencia estética.

Si Ignacio Morente y su pareja adquirieron un único espacio, el del viejo almacén, ahora tienen un espacio vital único para esta pervivencia de la historia del lugar pero sobre todo por la forma de vivir en él: la tradición del lugar convive con la flexibilidad contemporánea de los usos. Ésta es una vivienda taller sin puertas en el interior, exceptuando las que cierran los dos inodoros. Aunque todas las zonas de la casa están interconectadas –la cocina con la sala y el estudio, también con el dormitorio y el baño, e incluso con el pequeño patio ganado al reducir la dimensión de la nave–, se ha logrado un grado significativo de intimidad en cada una de las zonas.

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La estrategia seguida por Ignacio Morente ha sido concebir cuatro plataformas en cuatro niveles distintos (se ve muy bien en el dibujo del alzado). Al nivel de la entrada y del patio posterior, la cocina ocupa la primera plataforma y se abre, hacia arriba, en el inmenso espacio de la sala, mientras que hacia abajo, con una apertura mucho más reducida, da paso al dormitorio, que se sitúa en el nivel más bajo. De hecho, aunque la altura de esta nave permitió la creación de los distintos niveles y que sobre la cocina se sitúe un altillo pensado como estudio del arquitecto, el dormitorio ha surgido fruto de rascarse el suelo y construir una caja que, gracias a un cristal situado sobre la cama, permite contemplar el cielo sólo despertarse.