No era un cadáver, era una muñeca sexual hiperrealista

La semana pasada, en la localidad alemana de Rostock, la policía dedicó muchas horas de investigación a un homicidio que resultó falso. Un hombre que paseaba a un perro por el campo les advirtió del hallazgo del cadáver de una mujer. Los agentes lo confirmaron cuando se desplazaron hasta el lugar de los hechos y, tras acordonar la zona, convocar a los distintos equipos y profesionales implicados en estos casos y proceder al levantamiento del cuerpo, se dieron cuenta de que en realidad se trataba de una muñeca sexual hiperrealista fabricada con silicona. El problema es que no es la primera vez que pierden el tiempo de esta forma, y la frecuencia de estas confusiones les empieza a preocupar. La policía incluso hizo un comunicado aconsejando que los hombres que se vean con la necesidad de deshacerse de estas muñecas sexuales las arrojaran a los contenedores de reciclaje, aunque la solución no parece una alternativa mucho mejor. No será la primera vez que se encuentra un cadáver en un vertedero de basura.

Remontarse al origen del drama resulta bastante hilarante. Hay señores que se compran, seguramente por internet, esas muñecas sexuales que tienen la apariencia de un cuerpo de mujer real. Bueno, real siempre que no pongas demasiado arriba el listón de lo que esperas de una mujer. A casa les llegan envueltas. Muchas de estas muñecas tienen ya la postura sexual predeterminada y con la boca abierta para ofrecer diversidad de servicios. Todo son facilidades. Por circunstancias de la vida, estos hombres llega un día que tienen que deshacerse de ellas. Quizás algunos encuentran pareja y ya no deben de necesitarla. O si les viene la amiguita a casa no saben dónde esconderla. Otros, vete a saber, seguramente se cansan o encuentran un nuevo modelo con más prestaciones. Como ocurre con los regalos de Reyes, quizá los hay que al final no juegan tanto con ella como se pensaban y es un trasto que les acaba molestando. Seguro que no se deshacen de ellas por un exceso de conversación.

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Resulta cómico imaginarse cómo, llegado un día, toda la satisfacción que les podía proporcionar la muñeca se convierte en un quebradero de cabeza, porque no saben cómo deshacerse de ella. Primero, sacarla de casa. Por lo que se ha comprobado en las imágenes de las muñecas abandonadas, ni se les pasa por la cabeza vestirla de calle, que daría algo de dignidad a la muñeca. Ya se entiende que no será fácil vestir a una muñeca de tamaño real que está rígida en la postura del perrito. Ni meterla en el maletero del coche. Tampoco es muy discreto llevarla así por la calle. En cualquier caso, después tienen que encontrar el lugar donde abandonarla, como harían con un cadáver. Otro hecho relevante es que tampoco se les ocurre descuartizarla como suelen hacer los asesinos con las mujeres. El motivo puede ser el precio de la muñeca. Como les ha costado un riñón, les sabrá mal dañarla. Tampoco las queman, porque la silicona chamuscada debe de hacer una humareda maloliente que llamaría demasiado la atención. Tampoco consta que exista un mercado de segunda mano o una red solidaria de usuarios de muñecas sexuales que fomenten las donaciones o el intercambio. El instinto de posesión de determinados varones no tiene límite. Antes en medio del bosque que de cuatro patas en la cama de otro. Algunos lo sentirían como una infidelidad. Quizás las autoridades sanitarias lo prohibirían por razones higiénicas. Los usuarios no parecen muy predispuestos a duchar a las muñecas, lavarles bien todos los rincones y hacer los trabajos correspondientes de peluquería cada vez que la utilizan. Estas muñecas tienen una dependencia absoluta de sus dueños. Quizás les den demasiado trabajo. No puede seguir el ritmo de las exigencias de la presión estética. El gobierno de Alemania debería realizar una campaña para concienciar sobre los abandonos en las carreteras, al estilo de aquellas que se hicieron con los perros: "Él nunca lo haría". Aunque, en casos como estos, ellas, si pudieran, seguro que también los abandonarían.