El peinado más feo del mundo... ¡ha vuelto!

Indiscutiblemente, el mullet es uno de los peinados de hombre más controvertidos de la historia, catalogado como uno de los más feos de todos los tiempos. La mala fama radica en que rompe la lógica y las proporciones clásicas de los peinados: corto por los laterales y la frente y largo en el resto de la cabeza, especialmente en la nuca. Pero, a pesar de sus críticas, el mullet ha vuelto con fuerza entre los jóvenes, quienes, creyendo que abrazan la más rabiosa modernidad, están reavivando un peinado milenario. Homero en la Ilíada ya habla de la practicidad de los "copos cortados y el pelo largo en la nuca", para ofrecer visibilidad gracias al flequillo corto, mientras protegía la nuca de posibles fregadas del casco y amortiguaba el impacto de ataques en la zona.

El momento más álgido del mullet fue durante la década de 1970 gracias a figuras como David Bowie, quien lo adoptó durante su era glam de Ziggy Stardust.

Un peinado contestatario que desafiaba las normas de género al fusionar el estilo masculino (corto) y el femenino (largo). Por este mismo motivo, mujeres como Joan Jett (The Runaways), Cher, Patti Smith o Chrissie Hynde (The Pretenders), todas cercanas a la escena glam y punk, se lo apropiaron como símbolo de ruptura y rebeldía estética, dentro de un contexto contracultural, feminista y queer.

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En los años 80 el peinado se convirtió en un signo de virilidad, gracias a actores que interpretaban antihéroes de acción como Richard Dean Anderson en MacGyver, Mel Gibson en Arma letal, Kurt Russell en Fuga de Nueva York o Chuck Norris en Walker, Texas Ranger. Además, cómo olvidar personajes irónicos y autoparódicos como Joe Dirt o Mike Myers en Dos locos con suerte (Wayne's world), que alimentaron la mofa que acompaña indefectiblemente al peinado. Pero hay que tener en cuenta que las críticas al mullet no parten simplemente de su asimetría, sino de que tradicionalmente ha servido como marca estética de colectivos rudos y rurales, como la esfera country estadounidense con cantantes como Toby Keith o Billy Ray Cyrus. El mullet también ha estigmatizado a personas marginales y desobedientes de clase baja de subculturas como la quinqui, muy presente en personajes de películas como El pico o Perros callejeros. En la etnia gitana, el mullet de figuras como Camarón de la Isla o Los Chichos, además de rebeldía y autenticidad, también ha connotado falta de sofisticación y carencias formativas y culturales. A raíz de esta carga cultural, el mullet ha terminado prohibiéndose por ley en países como Irán o Corea del Norte, por considerar que encarna la degeneración occidental contraria a los valores islámicos en el primer caso y al espíritu socialista en el segundo.

Pero, si tenemos que reconstruir la historia del mullet, el tenista Andre Agassi se merece un capítulo aparte. Entre finales de los años 80 y principios de los 90, Agassi irrumpió en el mundo del tenis desafiando su impoluta estética elitista, a través de una indumentaria de llamativos colores y referencias urbanas, con tejanos recortados. mullet leonense, voluminoso, teñido y salvaje que desafiaba al establishment conservador de este deporte. Pero una alopecia prematura amenazó la fuerza de ese símbolo capilar. Víctima de la presión estética que le confería el personaje que él mismo había creado, acabó recurriendo primero a extensiones y después a pelucas para seguir dándole vida. El problema estalló durante la final del torneo de Roland Garros de 1990, cuando Agassi se aferró a las oraciones (tal y como él ha narrado en sus memorias), ya no para ganar el torneo sino para que la peluca no se le cayera en plena pista. Un sufrimiento que le acabó afectando a la concentración, hasta hacerle perder el partido. En 1995 Andre Agassi decidió deshacerse de este lastre y se rapó el pelo bien corto, lo que le permitió disfrutar con tranquilidad de una de las etapas más sólidas de su carrera, durante la cual ganó 8 Grand Slams.