Una reforma que respeta el pasado y exprime los metros cuadrados
51+38 Judit Falgueras Arquitectura (Palamós)
Durante años, este edificio del centro histórico de Palamós estuvo cerrado, en venta y en estado de ruina. Era una de esas esquinas discretas que hay en los núcleos viejos y que parecen condenadas al olvido. Sin embargo, ésta aún conservaba, bajo el polvo y la degradación, los trazos de una vida intensa. Cuando los futuros propietarios del edificio lo descubrieron, antes incluso de decidirse a comprarlo, pidieron a la arquitecta Judit Falgueras que echara una mirada previa, una valoración honesta que ayudara a discernir si ese conjunto dañado podía convertirse en un proyecto de viviendas con sentido.
La respuesta no llegó en forma de promesa grandilocuente, sino de intuición arquitectónica. Pese al deterioro, la planta baja guardaba una estructura potente y una memoria clara. Había una vivienda de dimensiones discretas, poco más de 50 metros cuadrados, y, al lado, un espacio de almacenamiento que, por los elementos que se encontraron –redes, boyas, estanterías–, había estado vinculado a la actividad pesquera propia de la zona. Ese pasado no sólo contaba el edificio, sino también el lugar: Palamós y su relación con el mar. Tenía posibilidades de ser un proyecto no sólo viable, sino también y sobre todo interesante.
La rehabilitación integral del edificio que ha realizado el estudio Judit Falgueras Arquitectura ha dado lugar a cuatro viviendas, pero es en la planta baja donde el proyecto se hace especialmente elocuente. Allí, sin grandes gestos ni artificios, la intervención arquitectónica ha sabido transformar la existente en dos apartamentos –uno de 51 metros cuadrados, que conserva la distribución original, y una vivienda nueva de sólo 38 metros cuadrados en ese espacio de almacenamiento–, lo que demuestra hasta qué punto la calidad espacial no depende tanto de los metros como de las decisiones.
Uno de los aciertos ha sido precisamente mantener casi intacta la distribución de la primera vivienda, respetando la secuencia de espacios y potenciando su continuidad. En el antiguo espacio de almacén, en cambio, la nueva distribución se inserta entre las arcadas existentes, aprovechando su altura, para generar un segundo apartamento compacto pero generoso en sensaciones. Los techos altos, los sucesivos arcos y la ausencia de compartimentaciones innecesarias –pero con suficiente ingenio para hacer el dormitorio y el baño separados del núcleo que es salón-comedor-cocina– hacen que los espacios respiren, a pesar de las dimensiones ajustadas.
En los dos apartamentos, la intervención parte de una idea clara: conservar todo lo que tuviera valor. Los pavimentos hidráulicos, los arcos de ladrillo manual, las bóvedas y las texturas originales no sólo se han preservado, sino que se han convertido en el eje del proyecto, como materia viva, capaz de dialogar con una forma contemporánea de habitar. Asimismo, la reforma resuelve algunos de los grandes retos habituales de las plantas bajas en los núcleos históricos. Se han saneado paredes, eliminado humedades persistentes y mejorado la ventilación cruzada. Se han recuperado aberturas tapiadas y se ha dejado entrar de nuevo la luz natural, lo que ha transformado completamente la percepción de los interiores. Los baños, ahora situados en su interior, liberan fachadas y permiten que las estancias principales se relacionen con la calle.
El resultado son dos viviendas que no esconden su pasado, sino que lo incorporan con naturalidad. La memoria de la pesca está presente en las arcadas, en sus proporciones, en la atmósfera robusta y honesta de la planta baja. Esta rehabilitación demuestra que, incluso en edificios muy estropeados, la clave es saber mirar. Entender qué vale la pena conservar, cómo aprovechar cada metro y cómo hacer que la luz, la altura y la continuidad conviertan espacios pequeños en lugares donde realmente apetece vivir. En Palamós, esta planta baja ha dejado de ser un espacio residual para volver a ser una casa.