La banca en España: de la opa hostil del Bilbao a un Banesto independiente
El sector vivió la última oferta de compra sin acuerdo, como la del BBVA en el Sabadell, de 1987, y una unión sin fusión, liderada por el Santander en 1994
BarcelonaSi sigue adelante, la del BBVA sobre el Banco Sabadell no será solo la mayor integración bancaria en España tras la absorción de Bankia por CaixaBank en el 2021, sino la primera opa hostil del siglo en un sector en el que las concentraciones suelen ser pactadas y con el apoyo del gobierno y el Banco de España. El último precedente de opa hostil fue la del antiguo Banco de Bilbao (hoy BBVA) en Banesto en 1987, que no prosperó.
En el proceso de consolidación vivido desde la entrada de España en la antigua Comunidad Económica Europea en 1986, existe también un precedente de compra sin fusión, como la condición impuesta por el gobierno español al BBVA durante un mínimo de tres años. El Santander lo hizo con Banesto durante casi 20 años, cuando lo que suele ocurrir es que, de forma inmediata, desaparezca la marca absorbida.
Con la presión de ganar competitividad en 1987, el presidente del Banco de Bilbao, uno de los que entonces formaban parte del llamado club de los siete grandes, José Ángel Sánchez Asiaín, provocó un terremoto en el plácido panorama que hasta entonces vivía la banca española al lanzar una oferta sobre el Banesto. La cuarta entidad (Bilbao) intentaba tomar el control de la segunda (Banesto). Esta ofensiva tenía el aval del Banco de España, a cuyo frente estaba Mariano Rubio, y del gobierno socialista de Felipe González, que tenía como ministro de Economía a Carlos Solchaga. La idea esencial era mejorar la gestión de Banesto, dominada por las élites económicas encabezadas por Pablo Garnica, que se defendían con uñas y dientes. La oferta del Banco de Bilbao a los accionistas de Banesto, basada en canje de títulos, suponía una prima del 40%.
En plena batalla, José María López de Letona dimitió por sorpresa como vicepresidente y consejero delegado de Banesto. Pero dos días después irrumpió en el escenario Mario Conde, un abogado emergente del Estado que había aterrizado en el banco dos meses antes después de comprar un paquete mayoritario de acciones con Juan Abelló gracias a la venta de antibióticos a la italiana Montedison, y se convirtió en vicepresidente. El 29 de noviembre, el Bilbao, tras fracasar en las negociaciones, lanzó su opa para atraer a los accionistas. Al día siguiente, Conde pasó a ser presidente de Banesto, con el objetivo de frenar la operación. Y lo logró: el 5 de diciembre, a una semana de lanzar la opa, Bilbao desistió. A partir de ahí comenzó una etapa dorada por Mario Conde al frente de Banesto, que finalizó abruptamente con una de las mayores intervenciones bancarias en España, en diciembre de 1993.
Además de la oposición de la dirección del Banesto, la operación del Bilbao se topó también con el rechazo. Y además, el Bilbao no tenía en sus manos un importante paquete de acciones de Banesto, lo que le habría ayudado a sacar la operación adelante. Pero, en todo caso, una vez abandonado el intento, el Bilbao no paró en su objetivo de hacerse mayor y al año siguiente, en 1988, pactó la fusión con el antiguo Banco Vizcaya, presidido entonces por Pedro Toledo. El panorama ya no era tan plácido porque en 1989, el Santander, que entonces era el más pequeño de los grandes, rompió elstatu quo de la mano de su presidente Emilio Botín al lanzar el llamado supercuenta, que introducía la verdadera competencia en el sector.
Banesto, por su parte, acabó en manos del Fondo de Garantía de Depósitos en 1993 con un agujero patrimonial de más de 3.600 millones de euros y con Mario Conde en prisión. Finalmente, pasó a ser propiedad del Santander, que puso al frente a Alfredo Sáenz, vicepresidente del entonces BBV y responsable del salvamento de Banca Catalana, que en 1984 pasó en manos del antiguo Banco Vizcaya. Mantuvo la autonomía de marca y gestión de Banesto hasta 2012, dieciocho años después de tener la mayor parte del capital, mientras que el mercado todavía estaba bastante más fragmentado que hoy.
La crisis financiera que estalló en el 2008 borró del mapa del sector financiero las diez cajas de ahorros que había en Catalunya además del resto de España, con la excepción de las de Pollença y Ontinyent. Unas se reconvirtieron en fundaciones y otras fueron engullidas por bancos. El BBVA integró seis en Catalunya. Por un lado, las que formaban Unnim (Sabadell, Terrassa y Manlleu), y por otro, las de Catalunya Caixa (Cataluña, Manresa y Tarragona). Las otras cuatro cajas quedaron absorbidas por CaixaBank (Caixa Girona, Laietana, que provenía de Bankia, Penedès y Sabadell, aunque esta última se quedó en la red de oficinas en Catalunya).
Después de esta etapa, la integración de mayor dimensión vivida en lo que llevamos de siglo, también amistosa, se produjo hace cuatro años. En 2021, con prisa por evitar el descalabro de Bankia, se cerró la operación con la que la antigua caja de ahorros, reconvertida en fundación y propietaria de una sociedad, Criteria, que cuenta con la principal cartera de participaciones empresariales de España, lideró la absorción de la entidad surgida de la antigua Caja Madrid.
Desde los años 80 del siglo pasado, el sector ha pasado de siete grandes grupos (Bilbao, Vizcaya, Hispanoamericano, Central, Banesto, Santander y Popular) a cuatro, con algún nuevo invitado, como CaixaBank, a los que se suman Santander, BBVA y el Sabadell. Hispano, que anteriormente se había fusionado con el Central, pasaron a la órbita del Santander en 1999, que también se quedó el Popular en el 2017; mientras que el BBVA integró al grupo público Argentaria (la En del logotipo) en 1999. Siempre con operaciones amistosas.