Macroeconomía

Historia de una familia catalana: de tener una casa de propiedad a tener que vivir con los padres

Una familia barcelonesa, los Gómez, ilustran las dificultades de los jóvenes de hoy en día para emanciparse

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Claudia, Carlos y Rosa en una imagen de su archivo familiar.

BarcelonaClaudia Gómez tiene 28 años y vive con sus padres y su hermana pequeña en el barrio de Canyelles, Barcelona. Ella, como tantos otros jóvenes, a pesar de haber tenido una formación amplia, se encuentra mil y una barreras que no le permiten tener la estabilidad económica que quisiera. Claudia es graduada en nutrición humana y dietética, tiene un máster de nutrición pediátrica y dos postgrados en nutrición de microbiótica y nutrición clínica oncológica. Y, pese a toda esa formación, hasta ahora le ha sido imposible encontrar un trabajo de su especialidad. "En todas partes ponen como requisito tener experiencia, y así es imposible coger", explica.

Esto le ha llevado a trabajar en trabajos de carácter temporal en grandes cadenas de moda mientras colabora esporádicamente con un centro médico como nutricionista. Esta situación económica, explica, no le proporciona la suficiente “estabilidad” para poder emanciparse. Es por eso que Claudia sigue decidida a buscar un trabajo como nutricionista y, de hecho, hace apenas una semana dejó su trabajo en Mango para poder centrarse por completo en encontrar un empleo de su especialidad.

De momento, según explica en el ARA, tiene en mente intensificar la búsqueda de empleo. “Si consigo encontrar un trabajo indefinido como nutricionista, podré empezar a dar los siguientes pasos”, dice. Hasta ahora, aparte de en el centro médico en el que colabora, también ha acumulado experiencia organizando menús para escuelas y en un hospital clínico durante las prácticas curriculares. Claudia también tiene previsto abrir una página web personal donde ofrecer sus servicios como nutricionista.

Casados ​​y sin hipoteca

La situación de Claudia choca frontalmente con la de sus padres cuando tenían exactamente la misma edad que ella. Carlos Gómez (59) y Rosa Gerebes (57) se casaron y se fueron a vivir juntos cuando tenían 28 y 26 años, respectivamente. Lo hicieron con una situación muy estable: Carlos llevaba desde los 23 años trabajando en Nissan, mientras que Rosa, que es psicóloga, trabajaba de monitora en una escuela y lo compaginaba con trabajos de su especialidad. “Antes compaginar trabajos no era un problema; todo lo contrario, era una oportunidad”, explica Rosa.

Ambos venían de familias humildes. Carlos nació en el barrio del Carmel de Barcelona. Sus padres habían emigrado a Cataluña desde Galicia y trabajaban en una fábrica metalúrgica y en un comedor de escuela. Por su parte, Rosa, del barrio de Bufalà, Badalona, ​​fue la sexta hija de nueve hermanos. De entre todos, ella es la única con estudios universitarios, que tuvo que compaginar mientras trabajaba para ayudar en casa. Su padre era barnizador de oficio, aunque tuvo muchos trabajos distintos en lugares como el mercado de la fruta o del pescado. Su madre, por su parte, trabajó de sastreza.

A pesar de haber venido de una situación más compleja que la que se ha encontrado Claudia, ellos se encontraron un contexto “mucho más favorable al ahorro que el actual”, según Rosa. De hecho, esto les permitió comprar una casa sin necesidad de hipoteca nada más casarse con la ayuda de los padres de Carlos. Además, él explica que en los siguientes dos años pudieron ahorrar lo suficiente como para liquidar la deuda que tenían con sus progenitores.

Ahorrar o vivir

Carlos remarca que pudieron adquirir la propiedad de esta manera gracias a que los precios en Barcelona todavía no se habían disparado, en 1991. “Nos fue de poco, el gran salto se vivió con los Juegos Olímpicos, que pusieron a la ciudad de moda”, asegura. Desde entonces, el precio de compra y el de los alquileres se ha disparado, lo que dificulta que los jóvenes puedan emanciparse. Es el caso de Claudia, que asegura que el alto coste de salir de casa es uno de los principales motivos que hacen que no se pueda permitir emanciparse.

Según explica Rosa, que la subida de precios no haya ido acompañada de una de salarios ha provocado que muchos jóvenes tengan que elegir entre emanciparse, ahorrar o vivir con comodidades. “Cuando nosotros salimos de casa todavía podía ahorrarse mientras viajabas y te tomabas ciertos lujos. Ahora es imposible”, asegura. Claudia coincide con ella: “Vivo en casa para poder viajar con los amigos o la pareja tranquilamente; si se marchara, sería imposible disfrutar del tiempo libre”, explica.

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