Reino Unido

"Esto es difícil de escanear; no es culpa mía. ¡Me lo llevo!"

Reino Unido hace frente a lo que la policía califica de "epidemia" de pequeños hurtos en tiendas, grandes almacenes y supermercados, con casi medio millón de incidentes en el 2023

LondresEl 16 de junio de 1714, una mujer llamada Margaret Stevenson, de 28 años, nacida en Hammersmith, a las afueras de Londres, fue ejecutada en la horca para robar una prenda de tela de seda de Persia de una tienda del centro de la ciudad. El año anterior había cometido otro robo, había sido igualmente condenada a muerte, pero en última instancia la reina Ana le conmutó la pena. Nada más salir de la cárcel, volvió a las viejas costumbres y ya no tuvo tanta suerte.

Más de 300 años después, los robos en todo tipo de tiendas del Reino Unido se han multiplicado exponencialmente. En 2023 se produjeron casi medio millón, 493.500 incidentes en cifras redondas. El aumento respecto al año anterior fue del 30% en Inglaterra y Gales, del 20% en Escocia y del 10% en Irlanda del Norte. El gobierno británico empezó a registrar los robos en las tiendas como delito específico en 1934. Ese año hubo 12.976. En 1980 hubo algo más de 200.000. Una década después, 250.000.

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En relación con veinte años atrás (2004-2023), la cifra casi se ha doblado; sólo el 14% de los casos han terminado en denuncia policial y sólo 5.000 en penas de prisión. Nadie pide llegar a la ejecución como en 1714 –la pena de muerte por robo en tiendas fue abolida en 1832–, pero sí se piden medidas más efectivas. El British Retail Consortium (consorcio de comercio al por menor del Reino Unido) calcula que el coste de los robos el pasado año alcanzó los 1.800 millones de libras (2.000 millones de euros). La situación se considera tan grave que el nuevo gobierno presentó a mediados de julio la introducción de modificaciones legales para hacer frente a lo que la Policía Metropolitana de Londres califica de epidemia.

La situación es tan extrema que en algunas tiendas de Londres han llegado a colocarse carteles para pedir que no se robe y fotos de ladrones reincidentes, para exponerlos al conocimiento público.

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La ley indica que, si el valor de la mercancía robada supera los 240 euros, el ladrón puede enfrentarse a una pena de hasta siete años de cárcel. Sin embargo, habitualmente queda suspendida por la consideración de delito menor que tiene el pequeño hurto sin violencia. Además, la saturación de las prisiones del país, con la previsión de que desde ahora y hasta finales de octubre habrá que excarcelar a más de 5.000 internos, hace imposible pensar en un castigo masivo de los pequeños robos.

¿Qué ha producido esta epidemia?

Los cambios en los hábitos de consumo y la introducción de la tecnología en sustitución de los seres humanos en las cajas son algunos de los factores que explicarían dicha epidemia. Más del 40% de las 2.500 personas que el pasado año respondieron a una encuesta del British Retail Consortium a través del sitio web FatJoe admitió haber robado en las tiendas, con la creciente prevalencia de las cajas de autoservicio identificada como motivo clave de los hurtos.

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Archie Norman, presidente de Marks & Spencer, ha comentado que es muy relevante el ladrón, aunque sea ocasional, de clase media. Dice Norman: "El razonamiento que hace es el siguiente: «Bueno, esto no se ha escaneado o es muy difícil escanear y soy cliente habitual de este establecimiento. Por tanto, no es culpa mía, me lo deben y me' lo llevo»". Y se va con una lata de atún o una botella de vino o de aceite.

El salto en los robos es un fenómeno que tiene lugar después de años de verter dinero en las cajas de autoservicio en sustitución de los humanos. Durante los últimos cinco años, el número de máquinas de pago automático en los supermercados del Reino Unido ha aumentado de 53.000 a 80.000. Y eso, se dan cuenta ahora los responsables de Tesco, Asda, Boots, Sainsbury's o Aldi, ha atizado los hurtos.

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Por eso Boot's está volviendo a los cajeros manipulados por personas. Otros introducen aún más tecnología: reconocimiento facial, más inteligencia artificial, más cámaras y vigilantes que se pasean por las tiendas como si fueran clientes, con la misión de identificar a los ladrones.

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A principios de este año, una mujer de clase media con hijos declaró a The Independent por qué robaba. Reconoció el impacto del aumento del precio de los alimentos y el coste de la vida como causa, pero también porque sabía que saldría indemne. Añadía "Tampoco soy tan mala. Sólo lo hago en una cadena de supermercados, no en cualquier pequeña empresa familiar. Quizás este es mi problema: la codicia de las multinacionales. Quiero algo a cambio. Es mi manera de coger". -lo".

Sea como fuere, con o sin excusa, los hurtos se han convertido en un doble síntoma de problemas más complejos. Como apunta la historiadora Charlotte Wildman, de la Universidad de Manchester, quien ha estudiado la historia de los pequeños hurtos en el país, "para la izquierda, es una consecuencia inevitable de la pobreza, alimentada en parte por los niveles crecientes de adicción a las drogas y el alcohol". "Para la derecha, es un síntoma evidente de una policía ineficaz y de la carencia general del respeto a la autoridad y la propiedad".