ALIMENTACIÓN

La bodega fallida de Joan Manuel Serrat renace

Los nuevos propietarios son un grupo de inversores extranjeros encabezados por el fundador de La Tagliatella

Elisabet Escriche
y Elisabet Escriche

La historia de la bodega Perinet tiene todos los ingredientes para ser un serial como el mítico Falcon Crest o, para los más jóvenes y en versión catalana, Nizaga de poder. La bodega tiene más de tres siglos de historia, fue propiedad de un conocido cantante, se abandonó por culpa de la crisis, estuvo en manos de un banco y, desde hace cinco años, tiene una nueva vida gracias al rescate de un grupo de empresarios extranjeros, encabezados por un multimillonario estadounidense.

Se llama Perinet porque es el apellido de la familia francesa que lo creó. Está situado en el pequeño pueblo de Poboleda, al norte del Priorat, que actualmente tiene poco más de 300 habitantes. La familia se instaló en el siglo XVIII y ya en esa época era una zona con una larga historia vitivinícola. De hecho, fueron los monjes de la cartuja de Santa María de Escaladei quienes introdujeron la elaboración del vino en la comarca en el siglo XII.

La familia Perinet trajo durante varias generaciones la bodega pero la llegada de la filoxera en el siglo XIX las arruinó. Como en otros muchos viñedos y masías de la zona, la bodega acabó en manos de un industrial, en este caso de Reus.

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En 1998 Perinet abría una nueva etapa encabezada esta vez por el cantante Joan Manuel Serrat. El cantautor seguía los pasos de otros compañeros de profesión, como Lluís Llach, que a principios de los 90 abrió la bodega Vall Llach en Porrera, también de la Denominación de Origen Calificada (DOQ) Priorat.

Con otros dos socios, Antonio Casado y Alejandro Marsol, Serrat creó una sociedad y compraron las 200 hectáreas de terreno donde se encuentra el Mas Perinet.

Los tres propietarios realizaron una inversión millonaria y construyeron una de las tres bodegas más grandes de la zona (tenía una capacidad de producción de medio millón de litros anuales) y de última tecnología. Encargaron el diseño de los viñedos a Josep Lluís Pérez, un gran conocedor de la producción vitivinícola del Priorat. Decidieron plantar cepas en 22 hectáreas, situadas entre los pueblos de Poboleda y Porrera, a más de 400 metros sobre el nivel del mar, entre los años 1999 y 2002.

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"La gran innovación de la bodega fue llevar a cabo lo que se conoce como una plantación de alta densidad", explica Blai Rosés, actual responsable de comunicación de la bodega. Dicho de otro modo, estaba el doble de cepas (entre 6.000 y 8.500) por hectárea de lo habitual. "Eso hace que compitan entre sí y que la producción sea inferior, pero de mucha más calidad", concreta el portavoz de la bodega. Aparte de este tipo de plantación, el diseño de Pérez también optaba por plantar las dos variedades insignia del Priorat, garnacha y cariñena, y las tres que pedía el mercado de la década de los 90: merlot, syrah y cabernet sauvignon.

Serrat cogió el liderazgo de la bodega y logró abrirse mercado en Sudamérica. La presentación en sociedad de su nueva adquisición, sin embargo, no fue hasta el 2006, cuando ya hacía ocho años que la había comprado. La fiesta, con 500 invitados, se celebró en el Poble-sec, el barrio natal del cantante, y contó con la actuación de Comediants. Al acto asistieron personalidades como los también cantantes Ana Belén y Joaquín Sabina, los presentadores Andreu Buenafuente y Xavier Sardà y el grupo teatral Tricicle, entre otros muchos.

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Un año después de la flamante presentación llegó la crisis económica, tan implacable como la filoxera que había arrasado la bodega dos siglos antes. Los tres socios rompieron la sociedad y Perinet acabó, como tantas empresas por entonces, en manos de un banco, en este caso La Caixa. Para evitar su deterioro y poder venderlo, la entidad bancaria llegó a un acuerdo con una parte de los trabajadores (una decena) para que mantuvieran las instalaciones hasta que se encontrara un nuevo comprador.

Pero eran tiempos difíciles. “Los vinos del Priorat de los 90 y principios del 2000 llegaron a muchas capitales europeas y países como Estados Unidos, pero una vez ocurrió este boomio llegó la crisis se dejaron de comprar”, relata Rosés.

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El comprador apareció en el 2014, cuando la crisis empezaba a quedarse atrás. Un grupo de inversores internacionales, formado por ocho personas, tres de ellas viviendo en Barcelona, ​​se propusieron hacer renacer la bodega. El socio mayoritario es el empresario estadounidense Henry McGovern, fundador del grupo de restauración AmRest, propietario entre otras marcas de la cadena La Tagliatella y que gestiona alrededor de 2.000 restaurantes en Europa. Pero la persona que está al frente de la bodega es el también empresario estadounidense Kevin McGlynn. “Es un grupo de inversores apasionados por el vino de alta gama, lo que se conoce como winelovers ”, explica Rosés.

El primer objetivo de los nuevos propietarios fue formar un equipo de trabajo para recuperar los viñedos. Por eso contrataron al enólogo Toni Sánchez, con más de quince años de experiencia haciendo vinos en el Priorat, además de haber pasado por Francia y Australia, y un gran conocedor de los vinos de alta gama, que es el objetivo de esta nueva etapa de la bodega.

“El primer trabajo fue un trabajo de búsqueda de las 20 hectáreas de viñedos para saber de dónde venían y dónde queríamos llevar los nuevos vinos”, asegura Rosés.

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Se optó por mantener las cinco variedades plantadas en la época Serrat y en 2014 la bodega ya lanzaba la primera y simbólica producción (4.000 botellas) en un viñedo en pleno proceso de recuperación. Pero la nueva identidad de la bodega empezó a ser visible con la cosecha del 2015, cuando ya ofrecían los tres primeros vinos y más de 20.000 botellas que empezaron a venderse a finales del 2017.

“Los dos primeros años escribimos el prólogo y el índice de nuestro libro, ya partir de 2016 empezamos el primer capítulo”, relata el enólogo. Sánchez recuerda que fue precisamente hace tres años cuando consiguieron dar un salto cualitativo y ya elaboraban 60.000 botellas y su primer vino “de edición limitada”. De la cosecha del 2017 salieron 68.000 botellas, pero su producción óptima, sin tener que comprar uvas, puede alcanzar las 80.000 unidades.

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Los principales mercados de esta nueva etapa son, aparte de Barcelona y Madrid, Estados Unidos y Suiza, los países donde se importa más vino del Priorat. Comercializan tres tipos de gamas: una similar a la línea de los vinos de la DOQ y que vale 22 euros, una gama media que se vende por 65 y una alta que cuesta 120 euros cada botella.

El objetivo a corto plazo es consolidar los mercados donde ya tienen presencia y entrar en la costa este de Estados Unidos, Suecia, Dinamarca y Alemania, además de explorar el mercado asiático. "Teniendo en cuenta el tipo de vino que producimos, apostamos por mercados con capacidad adquisitiva alta", deja claro Rosés.

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En esta nueva etapa se han inyectado unos diez millones de euros entre la adquisición y la puesta a punto de las instalaciones donde ya trabajan quince personas: diez en los viñedos y cinco en la bodega. El pasado año se cerró con una facturación de más de un millón de euros.

La filosofía del nuevo capítulo de Perinet, según Rosés, es muy clara: “Hacer un vino de alta gama y con baja producción, lo que hace que los costes sean muy elevados”. Para ello la bodega también ha hecho una apuesta por la tecnificación y mantiene convenios con la Universidad Rovira i Virgili y la de Burdeos.

En enero del 2018, McGlynn aseguraba en unas declaraciones a los medios de comunicación: “Serrat quería que esta bodega no fuera para cualquiera. Quería que fuera de alguien que tuviera la misma pasión por la uva y el vino que él”. De momento, el objetivo se ha logrado.

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Un homenaje a los monjes que llevaron el vino al Priorat

En 1194 es el vino insignia de la bodega Perinet. El nombre es un homenaje a la cartuja de Santa María de Escaladei, fundada ese año. Sus monjes fueron los responsables de introducir la viticultura en la comarca del Priorat. Perinet elabora tres gamas de vinos. La más alta es precisamente representada por 1194 y cuesta 120 euros la botella; la gama media, que lleva el nombre de la bodega, vale 65 euros, y la más sencilla, que es similar a la línea de vinos que elabora la DOQ Priorat, cuesta 22.