Eureka

El gigante de los colchones que no se duerme: así ha crecido Pikolin

Este imperio del descanso empezó con un taller de siete personas y ahora factura 522 millones de euros al año

BarcelonaEn la madrugada del 29 de noviembre de 1996, un coche avanzaba a toda velocidad por la A-2, la carretera que une Barcelona con Zaragoza. En el asiento trasero viajaba Alfonso Soláns Serrano, de 73 años, fundador del imperio del descanso Pikolin y presidente del Real Zaragoza, que entonces aún competía en Primera División. Se encontraba mal y se había desplazado a la capital catalana para someterse a una pequeña intervención en una clínica dental, pero antes de llegar al quirófano su estado de salud empeoró. Aconsejado por el médico particular que le había acompañado, decidió emprender el regreso a casa. Nunca llegaron: a las tres de la madrugada, en plena ruta, el médico certificó su muerte.

Soláns había nacido en Zaragoza el 23 de noviembre de 1923. Con el tiempo, se había convertido en una de las figuras más influyentes del panorama aragonés, tanto por el peso de su empresa como por su implicación en la vida política y deportiva. En 1992, cuando el Real Zaragoza pasó a ser sociedad anónima, Soláns asumió su presidencia. Empezó con el 51% de las acciones y, con las ampliaciones posteriores, llegó a controlar prácticamente todo el capital.

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Pero el renombre de Soláns no se explica sin la marca de colchones Pikolin. Antes de montar su propio taller, ya había aprendido el oficio trabajando, con sólo 17 años, en la fábrica de camas de su padre. En 1948 decidió dar el salto y poner en marcha un pequeño taller de reparación de somieres. De ahí acabó saliendo un gigante del sector del descanso. La marca fue pionera en exportar a los países árabes y abrió mercado en Estados Unidos con firmas como Sunlay y Springwall. Hoy, más de siete décadas después, Pikolin factura 522 millones de euros anuales, cuenta con una plantilla de casi 3.000 trabajadores, opera en ocho países y mantiene diez plantas de producción repartidas entre Europa y Sudeste Asiático. ¿Cómo lo hizo Soláns para conseguirlo?

Un hombre despierto

Todo empezó en 1948 en un pequeño local de Zaragoza con siete trabajadores. Alfonso Soláns fabricaba camas y somieres metálicos bajo su nombre. El negocio fue creciendo y, en 1955, decidió estrenar una marca comercial: Pikolin. Con el tiempo, la empresa abandonó ese primer taller y se instaló en una de las plantas de producción más grandes del mundo. La nueva fábrica, en la carretera de Logroño, se inauguró en 1973, coincidiendo con el 25 aniversario del proyecto.

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A partir de ahí, Pikolin empezó a buscar alianzas. En 1984 introdujo el sistema Normablock, un innovador bloque de muelles desarrollado junto a la empresa estadounidense Leggett&Platt. Un año más tarde, creó la cadena Bed's, que llegaría a tener más de 200 puntos de venta en todo el Estado y que todavía es bastante activa también en Cataluña. En 1988, el grupo abrió su propia filial en Portugal.

La entrada en los años 90 marcó el inicio de un proceso de expansión a nivel internacional. Pikolin llegó a acuerdos con marcas como Bultex, Serta y Epeda, y en 2002 creó Cofel, una alianza con la belga Recticel, que pasó a controlar cinco fábricas sólo en Francia. Más adelante, el grupo absorbió marcas históricas como Sema y Dunlopillo, abrió oficinas en China y reforzó su presencia en el Sudeste Asiático, Italia y Brasil.

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En 2017 Pikolin culminó su despliegue logístico con la puesta en marcha de un gran complejo en las afueras de Zaragoza. Con una inversión de 50 millones de euros, se convirtió en uno de los mayores centros de producción de colchones del sur de Europa: la planta tiene 85.000 metros cuadrados.

En 2023 la compañía celebró 75 años de trayectoria como empresa clave del sector del descanso en España y Francia, siendo considerado el segundo grupo europeo del sector. Ese año, Álvaro Soláns –limpio del fundador– asumió la presidencia de Pikolin y Alfonso Soláns –hijo del fundador– pasó a ocupar el cargo de presidente de honor. Con nuevas generaciones al frente y un mercado cada vez más exigente, el grupo intenta mantener el equilibrio entre la dimensión global y la raíz local. El reto ya no es crecer como antes, sino adaptarse, consolidar posiciones y seguir despierto en un sector que no deja de moverse.