Periscopio global

La guerra de Donald Trump contra el gigante danés de la energía eólica

La empresa Ørsted afronta dificultades por culpa de la cruzada contra las energías renovables en EE.UU.

CopenhagueEl presidente de Estados Unidos, Donald Trump, siente animadversión por la energía eólica desde que unos aerogeneradores le estropearon las vistas que tenía sobre el mar en uno de los campos de golf que el magnate tiene en Escocia. Desde que Trump regresó a la Casa Blanca también afirmó que los parques eólicos son "feos, caros, y una fuente de energía poco fiable", y inició una auténtica cruzada contra la industria de la energía eólica. Una de las empresas que más ha notado los vientos en contra por parte de la administración norteamericana es el gigante energético danés Ørsted, empresa pionera y líder mundial en la construcción de parque eólicos marinos, ya que la compañía tiene actualmente dos de sus principales proyectos en construcción en EEUU.

La empresa danesa tenía terminado el 80% del parque eólico marino Revolution Wind, que cuenta con 65 turbinas con la capacidad de generar energía para 350.000 hogares de los estados de Rhode Island y Connecticut. La empresa había invertido hasta ahora unos 5.000 millones de dólares en el proyecto pero, de un día para otro, el departamento de Interior de EE.UU. ordenó su paralización a finales de agosto. Pese a la gran inversión y que el parque eólico estaba casi terminado, desde la administración estadounidense se alegó que los aerogeneradores "ponían en riesgo los intereses de seguridad nacional", un argumento que sorprendió y pareció más que cuestionable por los expertos.

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El paro le ha supuesto a Ørsted unas pérdidas de 13 millones de euros por semana durante un mes, además de un hundimiento de su valor en bolsa por la desconfianza de los inversores. Para contrarrestar la situación, la empresa danesa decidió presentar una demanda contra la administración Trump, acusándola de "bloquear ilegalmente el proyecto" y añadiendo que se trataba de una orden "arbitraria, irracional y emitida con mala fe", según un comunicado de la empresa.

Finalmente, un tribunal de distrito de EEUU ha permitido reanudar las obras para finalizar el proyecto, pero el peligro para la compañía aún no ha terminado, ya que el gobierno estadounidense todavía podría recurrir la decisión. Por otro lado, este conflicto tiene lugar en un momento en el que las relaciones entre los gobiernos de Washington y Copenhague son más tensas que nunca por las ambiciones de Donald Trump de poseer el territorio autónomo danés de Groenlandia. Según los analistas daneses, esta cuestión tampoco ayuda a encontrar un acuerdo favorable a los intereses de Ørsted en EE.UU., de la que el gobierno del país nórdico posee el 50,1% de las acciones.

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Pero la cruzada de Donald Trump contra los parques eólicos marinos no es solo un ataque a la empresa energética danesa, sino que afecta a toda la industria de la transición verde en el país. El pasado mes de abril, la administración estadounidense ya intentó poner fin a otro parque eólico marino que la empresa noruega Equinor tiene proyectado frente a las costas de Nueva York, aunque su paralización no ha acabado teniendo éxito. Desde el gobierno de la Casa Blanca, también se han eliminado y limitado las subvenciones para la energía eólica y solar, haciendo que la burocracia sea mucho más pesada para los proyectos ya aprobados, al tiempo que se están promoviendo activamente las industrias del petróleo, el gas y el carbón.

Ampliación de capital extraordinaria

Pero a pesar de la buena noticia del reinicio de las obras del parque eólico Revolution Wind, los dolores de cabeza para Ørsted en EEUU no han terminado aquí. El otro gran proyecto de la compañía, llamado Sunrise Wind, planea tener una capacidad para generar 924 MW para proporcionar energía sostenible a 630.000 hogares de Nueva York. El problema es que en un contexto desfavorable para el sector de las energías renovables, la empresa danesa no encuentra a inversores interesados ​​que quieran comprar partes del proyecto, por lo que la construcción de este parque eólico se ha convertido en un agujero financiero para la compañía. La empresa, además, lleva meses arrastrando los problemas derivados de la inflación, el aumento de los tipos de interés, y de los aranceles impuestos a las piezas de los aerogeneradores fabricadas en el extranjero, factores que han provocado que la rentabilidad de sus proyectos haya quedado muy mermada.

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Esta crisis ha llevado a los directivos de Ørsted a pedir a sus inversores una ampliación de capital de 8.037 millones de euros (el equivalente al 46% del valor de la empresa) para compensar el fracaso de su proyecto Sunrise Wind. El director ejecutivo, Rasmus Errboe, explicaba en un comunicado que "Ørsted y nuestra industria se encuentran en una situación extraordinaria debido al desarrollo adverso del mercado en Estados Unidos, sumado a los desafíos macroeconómicos ya los problemas en la cadena de suministro de los últimos años", dijo para justificar la gran ampliación de capital.

De momento, el gobierno danés ya ha comunicado que lanzará un flotador financiero para aportar la mitad del capital que necesita la empresa (4.018 millones de euros), ya que la energía eólica es un sector estratégico para la política energética de Dinamarca. Los accionistas también aprobaron la ampliación de capital, pese a ver que en el último año la empresa ha perdido el 80% de su valor máximo alcanzado hace cinco años, y que la incertidumbre por la cruzada de Donald Trump continuará.