El indiano de Canet de Mar que sabía encontrar las plantaciones de azúcar más fértiles en Cuba
En la ciudad de Colón, frecuenta el apellido de Baró después de que Josep Baró Blanxart fuera uno de los grandes propietarios de esclavos de la isla
Como ya hemos constatado a lo largo de esta serie, el peso de los emprendedores catalanes en el continente americano —sobre todo en Antillas— a lo largo de los siglos XVIII y XIX fue destacadísimo. En esas tierras dejaron huella personajes como Facundo Bacardí Massó, Josep Xifré Casas, Josep Ventosa Soler y Jaume Partagàs Ravell, algunos de los cuales construyeron marcas que hoy todavía perduran. Uno de los lugares de origen más habituales de estos emprendedores era la comarca del Maresme, como es el caso de Josep Baró Blanxart, que muy joven dejó su Canet natal para embarcarse hacia La Habana.
Josep Baró Blanxart Empresario y político
- 1798-1878
En plena juventud y trabajando como grumete en una embarcación, Baró corrió la gran aventura de atravesar el Atlántico en busca de fortuna, una historia con un desenlace exitoso. Cuando se instaló en la isla de Cuba, en 1815, empezó a trabajar para terceros en el sector del azúcar, puesto que este negocio era cosa de catalanes; de ahí que los apellidos de los propietarios de los principales ingenios eran Marimon, Bosch, Rosell, Solé, Pla o Raurell, entre otros. La experiencia le sirvió para entender con detalle el funcionamiento de las explotaciones de caña de azúcar. Y lo entendió tan bien que muy pronto diseñó una innovación tecnológica que hacía que la maquinaria de las explotaciones fuese mucho más eficiente. Este invento tuvo gran éxito, y le permitió empezar a construir su futura fortuna. Las primeras inversiones las hizo en el ámbito que ya conocía, el de las plantaciones de caña de azúcar, y poco a poco fue acumulando ingenios hasta ser uno de los propietarios más importantes de la isla. Parece tener una intuición especial para escoger las fincas más fértiles.
Con el negocio consolidado, decidió diversificar las inversiones y por este motivo fue uno de los impulsores del primer ferrocarril del territorio, que además fue el primero de todo el estado español. También fletó embarcaciones, dado que las rutas marítimas tenían una gran importancia en el comercio de esclavos con África (hay que pensar que las plantaciones eran muy intensivas en mano de obra y buena parte de los trabajadores eran esclavos africanos). En el ámbito de la navegación fue el primero en establecer una línea regular de barcos entre La Habana y la Península.
Para abrirse camino en estos nuevos negocios —que también incluían a la banca y los seguros— se asoció con Julián de Zulueta y Amondo, marqués de Álava, que llegó a ser uno de los hombres más ricos de España y que estaba casado con la hija del marqués de Marianao, Salvador de Samà. Ambos fueron los accionistas mayoritarios de la sociedad Alianza y Compañía, que en la década de los sesenta del siglo XIX fue la principal entidad dedicada al transporte de trabajadores chinos hacia Cuba. Durante un tiempo se consideró que Baró había conseguido su fortuna sin apoyarse en el tráfico de esclavos, tal y como dice un texto de aquellos tiempos: "José Baró Blanxart, fandado, natural de Cataluña, dejó al morir veintitrés millones de pesos, sin ejercer la trata de negros". También tuvo tiempo de entrar en política, porque en 1845 fue concejal de la ciudad de Matanzas, la zona en la que tenía la mayor parte de sus negocios. Curiosamente -y eso proporciona una idea clara del peso de los catalanes en la isla- sólo dos años más tarde el alcalde de Matanzas sería el villanovino Josep Tomàs Ventosa, que también hizo fortuna en América.
Aunque Baró se quedó a vivir para siempre en las Antillas, en 1875 se le otorgó el título de vizconde de Canet de Mar (no confundir con el título medieval homónimo, que hacía referencia a Canet de Rosellón) y el de marqués de Santa Rita. También fue comendador de la orden de Carlos III (1861), seguramente por su apoyo a las milicias que estaban en contra de la independencia de Cuba. Por cierto, la tradición que existía en siglos anteriores en virtud de la cual los esclavos tomaban el apellido de su propietario es la razón por la que hoy en día en la ciudad de Colón (provincia de Matanzas) el apellido Barón sea muy frecuente.
A pesar de que nuestro protagonista falleció al otro lado del Atlántico, se pueden encontrar algunas huellas de su existencia en Canet de Mar: por un lado, existe el santuario de la Virgen de la Misericordia, que él mismo ayudó a financiar, y, también en esta localidad del Maresme, podemos encontrar una calle que lleva las presentes que parece haber sido presente indianos.