Ingresos pasivos y préstamos: estrategias para hacer trabajar el dinero
Imagínese que dispone de 50.000 euros en la cuenta y debe hacer un pago exactamente de esa cantidad para adquirir un coche. Ante usted hay dos opciones: pagarlo todo al contado o solicitar una financiación por el mismo importe. La primera opción parece la más segura, puesto que nos libera de cualquier obligación futura, pero al mismo tiempo nos descapitaliza y nos deja sin ahorros disponibles. Por el contrario, la segunda opción nos permite mantener los 50.000 euros en la cuenta y pagar el vehículo mediante cuotas. El secreto está en el rendimiento que podamos obtener de ese dinero.
Si el préstamo tiene un interés del 5% y nosotros conseguimos una rentabilidad del 10%, no sólo cubrimos los intereses, sino que también compensamos parte de la amortización del capital. Por el contrario, si los ahorros no generan ningún rendimiento, estaremos perdiendo poder adquisitivo, aunque ganemos tiempo al disponer del capital líquido.
Esta es una de las estrategias vinculadas a lo que llamamos ingresos pasivos, es decir, aquellos que se generan a partir del capital invertido. Si la estrategia de financiación funciona y, con los ingresos activos (el salario), podemos asumir las cuotas, al final del período habremos pagado el coche y todavía dispondremos de los 50.000 euros invertidos.
El mismo razonamiento se aplica a la amortización anticipada de los préstamos. ¿Tiene sentido amortizar de forma acelerada una hipoteca con un interés del 1,5%? En ningún caso: este capital puede aprovecharse mejor en otras inversiones, ya que el coste de la financiación es casi nulo. Ahora bien, ¿vale la pena amortizar un préstamo personal con un interés del 12%? Sin duda, porque obtener una mayor rentabilidad a nuestros ahorros sería mucho más difícil y arriesgado.
En definitiva, la clave está en entender el coste real del dinero y ponerlo a trabajar a nuestro favor.