La paradoja del ahorro

Últimamente, la tasa de ahorro de los hogares, medida como porcentaje de su renta disponible, ha seguido una trayectoria desconcertante. Durante la pandemia aumentó rápidamente desde niveles inferiores a dos dígitos hasta alcanzar un máximo histórico del 19% en el primer trimestre de 2021. Este aumento repentino se explica fácilmente por las restricciones impuestas al consumo, mientras que las rentas familiares aguantaron mejor gracias al soporte público. Una vez eliminadas las restricciones al consumo, la tasa de ahorro familiar se redujo tan rápidamente como había aumentado, para estabilizarse en valores en torno al 9% en 2022 –en línea con la media histórica de los últimos 25 años–. Lo que es más difícil de explicar es el comportamiento del ahorro durante 2023 y lo que llevamos de 2024. Durante este período observamos un aumento continuado de la tasa de ahorro familiar, hasta situarse por encima del 13% con los últimos datos disponibles (segundo trimestre de 2024).

Históricamente, la tasa de ahorro muestra desviaciones cíclicas en torno a una tendencia de fondo. Se reduce cuando el paro baja y mejora la confianza de las familias, y aumenta durante los períodos recesivos, cuando el paro sube y cae la confianza. Por ejemplo, la tasa de ahorro se redujo mucho entre 2004 y 2007, en pleno auge, mientras que aumentó por encima de los dos dígitos con la recesión de 2009, para volver a normalizarse gradualmente a medida que la economía se reactivaba y disminuía el paro. El aumento del ahorro en estos últimos trimestres rompe con esta pauta, ya que ocurre justamente cuando la economía y el empleo crecen a buen ritmo.

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El impacto de la inflación y el aumento de los tipos de interés podrían ayudar a explicar la mayor propensión al ahorro de los hogares. En primer lugar, el aumento de los precios de los bienes y servicios de consumo por encima de los salarios ha reducido el poder adquisitivo de las familias, que podrían haber optado por posponer determinadas compras no esenciales para hacer frente a los gastos más básicos. Por ejemplo, elEncuesta de Presupuestos Familiares nos muestra cómo los gastos asociados con la vivienda (energía, agua, alquiler), que se pueden considerar esenciales, representan una fracción creciente del gasto familiar. Por su parte, el aumento de los tipos de interés frena la compra de bienes duraderos a crédito y mejora la remuneración del ahorro.

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También podrían jugar factores más estructurales, asociados con cambios en la distribución de la renta entre segmentos de la población con diferentes propensiones al consumo y al ahorro. Por lo general, la propensión al ahorro aumenta con el nivel de renta, pero no hay evidencia de un aumento tan importante de la desigualdad durante estos últimos trimestres para explicar el fuerte aumento de la tasa de ahorro. En cambio, el hecho de que gran parte de los nuevos puestos de trabajo creados durante este período hayan sido ocupados por personas inmigradas tiene más poder explicativo, en la medida en que este colectivo sufre una mayor incertidumbre sobre sus perspectivas laborales y es más proclive a transferir una parte significativa de sus ingresos en el exterior.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que una de las principales motivaciones del ahorro familiar es la compra de vivienda. Los datos nos muestran que el gasto de inversión de los hogares, como porcentaje de su renta disponible bruta, ha aumentado considerablemente, desde valores en torno al 5% antes de la crisis hasta un 7% en la actualidad. Pero este incremento es insuficiente para explicar el extraordinario aumento de la capacidad de financiación de las familias en otros sectores económicos, situada de largo en máximos históricos (descontado los años de pandemia).

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Otro factor a considerar sería la posibilidad de que ante el aumento de los tipos de interés y los precios de la vivienda aquellas personas que se plantean ahorrar para pagar la entrada estén haciendo un mayor esfuerzo que en el pasado, acumulando recursos en depósitos a la espera de la oportunidad para comprar. Por último, un comodín que quizás se utiliza con excesiva frecuencia para explicar comportamientos económicos que salen de la norma es el aumento de la incertidumbre sobre las perspectivas económicas, que intensificaría la propensión al ahorro. Sin embargo, cuando se acumulan las explicaciones para responder a un mismo interrogante lo que queda de manifiesto es la incertidumbre de los propios analistas sobre la causa o causas principales de un fenómeno que no saben explicar. Aunque también es posible, como en la novela Asesinato en Orient Express, de Agatha Christie, que todos los sospechosos sean culpables, y que todas estas posibles explicaciones contribuyan en un grado u otro a esclarecer la paradoja del ahorro.