El pequeño hotel centenario de Mollerussa cuyos propietarios todavía viven allí
La cuarta generación del negocio se adapta a las vicisitudes de un sector en crisis constante
MollerussaLa ciudad de Mollerussa es lo que ahora todos conocemos (una capital de comarca con más de 15.000 habitantes) gracias a dos eventos históricos fundamentales: la construcción del canal de Urgell, que empezó a regar a mediados del siglo XIX una tierra que antes era un auténtico desierto, y simultáneamente la construcción de la estación de tren y una línea que conectaría el municipio. El boom demográfico estaba asegurado. Cientos de agricultores y comerciantes se aprovecharon de ese contexto económico tan favorable, y también los empresarios con más vista.
Dos de estos visionarios fueron el matrimonio formado por Felip Llaudet y Montserrat Romeu. Justo al lado de la estación levantaron un pequeño negocio que llamarían La Fonda del Jardí. Media docena de habitaciones para acoger, en su mayoría, viajantes, comerciantes y algún turista perdido. Los Llaudet, que tuvieron dos hijas, abrían esa fonda como una actividad complementaria a su actividad ganadera. De hecho, la familia residía en el mismo establecimiento, donde también tenían sus corrales y encerraban muchos de sus negocios de compra y venta de ganado.
En los años sesenta, su hija Maria, casada con Lluís Vila, continuó con la misma tendencia. Pero fue uno de los hijos de la tercera generación, Joan Vila, junto a su esposa Maria Àngels Riba, quien dio el impulso definitivo al hotel. Se casaron en 1975 y, justo después, tomaron el relevo del negocio y realizaron una fuerte inversión que acabó elevando el número de habitaciones hasta sesenta. Además, adquirieron otros inmuebles del barrio para convertirlos en viviendas de alquiler. Toda una visión de futuro: el negocio sigue activo todavía hoy.
Joan y Maria Àngels, ya jubilados, siguen siendo los propietarios del Hotel Jardí. El negocio recibe ese nombre porque antes había un magnífico espacio verde con un estanque, con cisnes incluidos. Las posteriores ampliaciones obligaron a reducir el jardín a un espacio más pequeño, pero simbólico. Pero lo más relevante es que este matrimonio sigue viviendo en la parte superior del edificio, como hacían sus antepasados. Para ir a su casa, todavía hoy siguen entrando por las puertas automáticas del hotel y atravesando el vestíbulo principal, como unos clientes más.
En la misma fonda se criaron también Joan y su hermana pequeña Marta, los dos actuales dirigentes del negocio. "Recuerdo que de pequeño me pasaba horas hablando con los clientes y bajando de culo las escaleras del hotel", confiesa Joan, de la cuarta generación de Vila, que ahora tiene 46 años y tres hijos.
El hotel sigue funcionando a la misma medida, aunque los tiempos que corren no son buenos para un sector dominado por las grandes cadenas hoteleras. La competencia de los pisos turísticos y la dificultad de encontrar mano de obra estable les están condicionando, pero confían en mantener el negocio vivo durante, al menos, una generación más. "Conozco si ninguno de mis hijos tomará el relevo, pero de una u otra manera el negocio continuará unas décadas más –dice Vila–. He heredado este negocio y no tengo ningún derecho a destruirlo".
Para hacerlo posible, los hermanos Vila tienen una estrategia muy clara: fidelizar al trabajador, con buenas retribuciones, rotaciones y flexibilidad en los horarios. "La empatía por los empleados, mimándolos y cuidándolos, es la clave para que el negocio acabe funcionando", dice el director gerente. Actualmente disponen de una plantilla de veinte personas, muchas de las cuales cuentan con una larga trayectoria en la empresa familiar.
Otra estrategia de los hermanos Vila es diversificar su actividad para consolidar las opciones de supervivencia. Mollerussa no vive del turismo y es, en definitiva, una ciudad demasiado pequeña para sostener un hotel de tres estrellas como el Jardí. Por eso, los directivos diversifican su oferta para atraer al máximo número de clientes potenciales, la mayoría de ellos trabajadores.
"Podemos llegar a coger hasta tres tipos diferentes de clientes, desde el obrero que necesita una habitación bastante económica hasta el gran ejecutivo que pide un espacio de más de treinta metros cuadrados, pasando por ingenieros que vienen a pasar unas semanas a Mollerussa y necesitan una cocina para hacer sus propias comidas". "Hemos crecido y ampliado los servicios en los últimos años, incluyendo apartamentos, suites y apartahoteles, además de alquileres de plazas de garaje, galerías comerciales y otros numerosos servicios", añade.
En sus más de cien años de historia, el Hotel Jardí ha pasado por todo tipo de vicisitudes históricas: dos dictaduras (las de Primo de Rivera y Franco), los embates de la Guerra Civil y los años posteriores y una fuerte crisis inmobiliaria en el siglo XXI. Pero lo que Joan Vila considera más impresionante fue la pandemia. "Nos cerraron el hotel de la mañana por la tarde", recuerda. Estuvieron varios meses sin actividad y, después, fueron llegando clientes con cuentagotas. "Asumimos que lo importante era poder dar servicio a los clientes de toda la vida", dice Joan. Porque en el Hotel Jardí los propietarios conocen personalmente a muchos de sus clientes. "Eso es como una pequeña familia", concluye.