Tecnología

El perro robot catalán que ha sustituido al canario de las minas

Keybotic ha diseñado un modelo de autómata que busca fugas y anomalías en empresas químicas

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Perros WEB

Siempre se ha dicho que, antiguamente, cuando los mineros debían descender a cientos de metros de profundidad llevaban una jaula con un canario dentro. Si el animal mostraba señales de malestar o directamente caía muerto de repente tocaba salir corriendo a toda velocidad de la mina porque una filtración de gases tóxicos amenazaba con hacer lo mismo con los trabajadores. Era el sistema de detección de riesgos primario y precario con el que se contaba entonces, antes de que la tecnología mejorara. El salto ha sido enorme; tanto, que ahora una compañía catalana propone que sea un perro robot quien se encargue de garantizar que todo está bajo control en instalaciones industriales propensas a los accidentes como las minas.

Irene Gómez trabajaba en una empresa de software de ciberseguridad estadounidense cuando empezó a hablar con un excompañero de la universidad, Hilario Tomé, sobre esta tecnología de cuatro patas. Él diseñaba robots humanoides para una empresa de Barcelona y ambos coincidían en que para determinadas funciones no tenía sentido que un autómata se desplazara con sólo dos piernas. “Si tuviera ruedas tampoco sabría por dónde pasar”, razona la consejera delegada y cofundadora de Keybotics. Empezaron a desarrollar un software y lo presentaron en el DARPA Robotics Challenge, un premio organizado por la agencia de investigaciones de proyectos avanzados de defensa de Estados Unidos. Corría el 2020, en plena pandemia, y los emprendedores ni siquiera pudieron viajar al otro lado del Atlántico para defender su idea, sino que siguieron el concurso de forma telemática. Aún así, llegaron a la final, empezaron a diseñar el prototipo de su primer perro robot y se llevaron el primer premio hacia Catalunya. El galardón iba acompañado de 750.000 dólares, que les sirvieron para poner en marcha la compañía.

“Aún los fabricamos en el mismo taller de Barcelona Activa [la incubadora de empresas emergentes del Ayuntamiento de Barcelona]. Si has visto la película Ferrari, lo que tenía la marca de coches es muy parecido al nuestro. Pero, claro, nuestro robot es mucho menor que un Ferrari”, dice Gómez, riendo. Ahora ya está bautizado: se llama Keyper, pesa 43 kilos y mide 95 centímetros de largo por 60 de ancho y 75 de alto –cuando está de pie, porque también puede agacharse para moverse mejor en determinados espacios–. No es un labrador ni un golden retriever, pero el concepto perro robot hace más fácil imaginar qué utilidades puede tener en un entorno industrial un autómata que también sube escaleras, atraviesa puertas y aguanta el peso de los sensores con los que detecta las fugas o anomalías .

Gómez dice que, a diferencia de otros competidores –es posible que mientras lea este texto haya pensado en los perros robot de la estadounidense Boston Robotics–, su modelo no tiene un precio exorbitado porque está formado por sólo 35 piezas mecanizadas y la producción en serie rebaja su coste. "Eso hace que se puedan vender en España", remarca. La emprendedora está convencida de que por ahora en Europa carecen de rival, lo que les da una ventaja a la hora de empezar a dominar este mercado. Keybotics hace negocio alquilando a sus robots a empresas por una cuota mensual de unos 4.300 euros, a los que hay que sumar los sensores que elija el cliente, con un mínimo de 12 meses de contrato.

De momento se han focalizado en la industria química, donde realizaron las primeras pruebas piloto el año pasado y este año ya están entregando unidades. “Funciona con inteligencia artificial. Sobre el robot existe una cámara que puede detectar anomalías o, por ejemplo, leer un manómetro para saber si los valores están dentro del rango adecuado. En entornos como estos no quieres que vaya totalmente solo, por lo que le enseñamos una ruta, como si fuera una Roomba”, dice Gómez. Tienen medio millón de euros en órdenes de compra y, aunque prefieren hacerlo poco a poco, esperan seguir creciendo en otros sectores como energéticas, minería o construcción. "En estas industrias hay muchos productos corrosivos, inflamables o tóxicos, y las empresas quieren minimizar cualquier riesgo", asegura la cofundadora de Keybotics.

La sombra de Boston Robotics

Los perros robot se han convertido en un icono de innovación, pero también de terror distópico, a través de ficciones como la serie Black mirror, que en su cuarta temporada imaginaba uno de esos autómatas como el asesino metálico que perseguía a una mujer incansablemente. “La realidad es que estamos ahí para ayudar. En todos los cambios existen reticencias, pero no hay muchas más alternativas para mejorar la seguridad industrial”, defiende Gómez. Así pues, la empresaria remarca que nunca compiten contra las personas ni sustituyen a los trabajadores, ya que los empleados que antes realizaban las tareas del Keyper ahora se encargarán de operarlo.

El año pasado Keybotics logró cerrar una ronda de financiación de 3 millones de euros liderada por dos family office y dispone de un equipo de 15 trabajadores, la mayoría ingenieros especializados en robótica, un perfil nada fácil de encontrar en Barcelona. De cara a seguir vendiendo robots, Gómez dice haber recibido solicitudes de Alemania, Hong Kong, Japón, Estados Unidos, Perú o Chile: “Hay mucha demanda, pero queremos intentar no morir de éxito”.

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