¿Los precios sólo han subido un 3% este año?
Si miramos la inflación anual, el dato oficial habla de un incremento de precios del 3% respecto al pasado noviembre. ¿De verdad no sorprende a nadie? En realidad, las facturas siguen escalando. Los huevos se encarecieron un 22%, el café casi un 20%, los plátanos, un 35%, y la vivienda, un 13%. Con estos incrementos tan evidentes en productos y servicios básicos, ¿cómo se explica que la inflación general sólo sea del 3%?
Cuando se calcula el índice de precios de consumo (IPC), se parte de un conjunto de productos y servicios considerados básicos para las familias: alimentación y bebidas, vestido y calzado, medicina, transporte, comunicaciones, energía y vivienda. Por eso es habitual sentir que el IPC varía por el impacto de ciertos productos concretos. En el cálculo, el IPC es una media ponderada. Esto significa que, aunque un producto suba mucho, si tiene un peso pequeño en la muestra, el efecto en la inflación general es limitado. Por ejemplo, si los huevos suben un 50%, pero sólo representan un 2% del total, el impacto global es reducido.
La percepción de que los precios suben más que el IPC se debe a que nuestra muestra personal no coincide con la muestra estándar que utiliza la estadística oficial. Además, cuando algunos productos se disparan de precio y la gente reduce su consumo, pueden perder peso o incluso desaparecer de la estadística. El resultado es que la inflación real que nota cada familia puede diferir mucho de la inflación publicada. Hecho el índice, hecha la trampa.
Y al final, la gran paradoja es que el IPC acaba sirviendo más para tranquilizar a titulares que para describir la realidad que vive la gente. Cuando la metodología permite diluir incrementos muy fuertes tras una media que lo suaviza todo, el riesgo es que los datos oficiales acaben justificando políticas o discursos que se alejan cada vez más de lo que ocurre en los hogares.