Prefabricar chips

Generalitat y gobierno central han acordado impulsar, con el apoyo de la UE, el Trident: tres grandes proyectos de innovación en el ámbito de los chips. Uno avanzará en el desarrollo de chips que utilicen fotones en vez de electrones. Se ocupará de ello el Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO). Otro, Openchip -liderado por el Barcelona Supercomputing Center (BSC)-, diseñará chips basados ​​en los principios de una arquitectura abierta (de nombre Risc-V) que nos garantiza la no dependencia de propiedad intelectual no europea. El tercero, Innofab –liderado desde el Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología (ICN2)– construirá, junto al sincrotrón Alba en Cerdanyola del Vallès, una sala blanca que debe permitir, además de lo habitual, explorar las posibilidades de materiales distintos del silicio –incluido el grafeno– como soporte de los chips. Los proyectos se refuerzan mutuamente y tienen en común tres elementos:

  1. Se sitúan en la frontera mundial de la tecnología. No son ni ejercicios de entrenamiento ni de adaptación de lo que ya se hace en algún sitio. Son, además, intensivos en capital humano de altísima calificación y fuente, por tanto, de nueva experiencia y propiedad intelectual. En su nacimiento juegan un papel decisivo el talento de las universidades y centros de investigación.
  2. Están orientados hacia el mercado pero en el segmento de la prefabricación. Con este término se indica el gran espacio que existe entre la investigación básica, sin la cual nada es posible, y la producción en serie. Cubre el diseño (software) pero también los tests, pruebas de concepto, prototipos, líneas piloto. Todo lo necesario para llegar a un producto (un chip, una máquina, etc.) que se pueda comercializar.
  3. En el punto anterior, el mercado siempre debe entenderse como el mercado mundial. Se trabaja hacia la generación de productos de envergadura global. Y a menudo, en el espíritu que define a los centros tecnológicos, por encargo y en colaboración con empresas.
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Es evidente que navegar mares jamás navegados comporta un grado significativo de riesgo. Es el riesgo que hay que asumir si, como creo que es el caso, se tiene la ambición de llegar a ser considerada una economía líder en el mundo.

Un espejo para reflexionar sobre la metodología de innovación que informa los proyectos del Trident es hacerlo sobre una experiencia de Flandes. En 1984 un grupo de investigadores flamencos, con experiencia ganada en Silicon Valley, fundaron IMEC (Interuniversity Microelectronics Center). Gozaron de un apoyo muy firme del gobierno de Flandes y sobrevivieron al colapso de la incipiente industria de chips en Europa (en Cataluña, Piher; en Madrid, AT&T), consecuencia de la ventaja de costes en el Asia. Lo consiguieron porque supieron ver que el futuro de Europa no sería la fabricación de chips, pero que, en cambio, el mercado de la prefabricación sería inmenso, como sería la creación de valor que comportaría. Hoy, IMEC es una fundación que actúa como centro tecnológico para la industria de chips de todo el mundo. El éxito ha sido notable: IMEC tiene 5.500 trabajadores –científicos e ingenieros en su gran mayoría– en todo el mundo. Es el segundo centro tecnológico más importante de Europa (el primero es el Fraunhofer alemán, que cubre todas las áreas del saber). Habilitada por la ley europea de chips, la UE le ha dotado con 1.000 millones de euros para ir haciendo camino.

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Hace unos cuarenta años Cataluña ya fue capaz de establecer Idiada, una institución de apoyo tecnológico a un sector maduro, el del automóvil, que tiene muchos puntos en común con el modelo de ente de prefabricación que he descrito (surge del talento universitario, intensivo en conocimiento; no fabrica automóviles pero tiene una red de clientes en todo el mundo, etc.). También fue de gran éxito (2.500 trabajadores, 25 países, solvencia financiera y fuente de ingresos para la Generalitat). Quizás entonces Catalunya no estaba preparada para hacer lo que hizo Flandes por un sector de punta tecnológica, pero tengo la convicción de que ahora lo está.

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Por cierto, IMEC está en proceso de instalarse en Málaga. Esto es muy bueno para España y Andalucía. Como lo es para España y Catalunya que el Fraunhofer –nos lo han anunciado el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat– esté en proceso de instalarse en Catalunya. Un buen ecosistema de innovación debe tener presencia de instituciones de primera línea, tanto autóctonas como internacionales.