INDUSTRIA

Transformar la leche, el pan o la sangre en pienso

La industria catalana encuentra un nicho de mercado en el reciclaje de productos que han dejado de ser aptos para el consumo humano y les da otra vida

Natàlia Vila
y Natàlia Vila

Productos caducados, excedentes de producción, errores de etiquetado e incluso la sangre que queda acumulada en los mataderos: todo se puede reciclar... y volver a consumir. Es una de las premisas de la llamada economía circular. Es un término económico relativamente nuevo pero que, en cambio, en Catalunya hace ya décadas que algunas empresas lo descubrieron. Eliminar residuos convirtiéndolos en un nuevo producto válido para el consumo es un negocio rentable y vinculado a la innovación.

Copiral es una de estas compañías: es una empresa familiar de Lleida que se dedica a volver a dar valor a productos alimenticios que ya no son aptos para el consumo humano y que no se pueden vender en la tienda. La planta que la compañía tiene en Agramunt recibe y procesa cada año 150.000 toneladas de alimentos para tirar, tanto líquidos -helados, yogures, leches o zumos-, como sólidos -harinas, galletas, bollos, pan o pastas-. Después de un estricto proceso de secado, estos residuos, en lugar de ir a un vertedero, se convierten en harina de galleta que la compañía vende a los fabricantes de piensos para animales. “Lo convertimos de nuevo en materia prima que se utiliza para hacer piensos para cerdos”, explica el gerente de Copiral, Jordi Ribera. Su hermano Xavier, director comercial, añade: “La marca blanca no hace este esfuerzo de inversión, nuestros clientes son marcas de renombre que se preocupan por que su imagen y sus envases no acaben en cualquier sitio, y que están concienciados con la sostenibilidad”, explica.

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Durante este proceso de reciclaje tan particular, Copiral transforma el 93% de los residuos y los vuelve a dar un uso. La contaminación, por tanto, se reduce hasta un 7% respecto al inicio. Ya llevan cuatro años recogiendo excedentes de Francia y las cifras del negocio mejoran cada año: en el 2015 facturaron 9 millones, esperan cerrar el 2016 por encima de los 10 y alcanzar los 12 millones este año.

Eficiencia y sostenibilidad son los dos factores que también animaron a la empresa Talleres Azuara, de Valls, a explorar este negocio. En su caso han desarrollado la maquinaria necesaria para reciclar la sangre que sobra en los mataderos. La procesan y extraen la proteína, que sirve para enriquecer con nutrientes extra el pienso de los animales. "Nadie había trabajado la sangre en los propios mataderos, y representa una ventaja competitiva porque deja de ser un residuo que debe eliminarse para pasar a ser una materia prima, y ​​se reducen los costes del reciclaje", explica el director general, Josep Maria Quintana. El proyecto, bautizado con el nombre de Hydroblood, recibe ayudas europeas y todavía está en fase de prueba. Sin embargo, Talleres Azuara ya tiene el método muy avanzado y espera empezar a comercializarlo en breve: de los 10.000 litros de sangre que recogen cada día extraen dos toneladas de proteínas aptas como ingrediente. “Después de todo el proceso, la sangre que trabajamos pierde su origen; es de animal pero se han eliminado todos los gérmenes y elementos contaminantes -matiza Quintana-. También pierde el color y el olor, por lo que en ningún caso se puede hablar de canibalismo”, apunta.

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La economía circular, pues, ya hace años que funciona en Cataluña. Sin embargo, ambas empresas -pioneras en su sector- admiten que para salir adelante han hecho esfuerzos arriesgados de inversión. "Faltan ayudas públicas para promocionar este tipo de economía sostenible", lamenta Ribera, que añade: "No puede que todo el mundo se llene la boca pero nadie haga nada".