Moda

Euforia y desencanto en el aterrizaje de Shein en Barcelona

La cadena de moda online china, que vale más que Inditex y H&M juntas, inaugura una tienda temporal en el Portal de l'Àngel

BarcelonaCayetana y su madre, Susana, hacen cola desde las cinco y media de la mañana. No esperan a la estrella de la última serie de Netflix ni su grupo de música preferido. Hace horas que aguantan de pie en una fila de decenas de personas en el Portal de l'Àngel porque su tienda online de cabecera estrena por fin una réplica física. Será durante los próximos diez días. Shein, el gigante chino de la moda rápida, ha aterrizado este jueves en Barcelona con un establecimiento efímero que estará abierto hasta el 10 de julio y que ha generado expectativas después de las imágenes de colapso cuando la marca replicó la misma estrategia hace unas semanas en Madrid.

"Habremos llegado a hacer pedidos de entre 100 y pico o 200 euros", admite Susana, que ha sacrificado algunas horas de sueño porque su hija quería vivir la 'experiencia" de la inauguración. Como recompensa por estar entre los primeros de la cola, unas trabajadoras –la empresa ha pedido expresamente a la plantilla que no hablen con los medios– les reparten unas bolsas de merchandising con una goma para el pelo, unos pendientes, un pañuelo y un antifaz para dormir. La media de edad de estos clientes tan fieles es más bien baja, pero sube gracias a los padres y los abuelos que les han acompañado a aprovechar los descuentos exclusivos que promete la empresa a los que se acerquen a la tienda.

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#Sheinhaul, #shein_haul, #sheintryonhaul, #shienhaul, #sheinhaulsummer, #sheinhaulplussize... Cualquiera de estos hashtags, en múltiples combinaciones de palabras e incluso con alguna errata fruto de las prisas, da como respuesta miles de millones de vídeos que circulan cada día en Tiktok y que tienen el catálogo de Shein como protagonista absoluto. Ejemplo: una chica joven abre ante la cámara del móvil un paquete de grandes dimensiones del cual empiezan a salir una infinidad de prendas de ropa que se prueba y muestra a sus seguidores.

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Sin consumir este tipo de contenidos virales (la misma empresa también paga a influencers o les regala ropa a cambio que los produzcan), Elena no habría sabido que Shein abría un local a pie de calle en Barcelona. "Me gusta muchísimo, ahora lo compro todo allí. Te lo puede decir él", responde señalando a Àlex, su pareja, que también ha venido a las seis de la mañana a esperar cuatro horas hasta que han abierto. "Cada semana hace un pedido de lo que sea", dice él.

Modelo entre el mundo físico y el online

Lejos de la locura que se vivió en el estreno madrileño de Shein, los primeros clientes entran tranquilos y en orden, mientras dos dependientas les ponen en el cuello un collar de flores de plástico. El interior está decorado con colores pastel, motivos veraniegos y unos pequeños naranjos (también de plástico). Suena una lista de reggaeton y hay un rincón para hacer fotos para Instagram y grabar tiktoks equipado con un aro de luz.

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La novedad es que, por primera vez, los consumidores pueden tocar la ropa que comprarán en Shein antes de pagar. Lo que muchos de ellos no sabían, sin embargo, es que no se la podrán llevar. La firma ha ideado un sistema por el cual se pueden probar las piezas y encargarlas en el momento a través de su aplicación, pero habrá que esperar todavía unos días para que el pedido llegue a casa. Si quieren un 10% extra de descuento tendrán que pagar a través de Klarna, la plataforma sueca de pagos que acaba de despedir al 10% de su plantilla.

"Se ha decepcionado un poco. Además, no hay muchas cosas de su talla", lamenta Susana, después de pasear un rato por el local con Cayetana. Elena también responde con un aire de decepción, cuando ya hace un cuarto de hora que cotillea entre vestidos y faldas: "Si lo llego a saber, no madrugo tanto".

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Detrás del fenómeno Shein también hay debates incómodos, como el impacto ambiental del hiperconsumismo y las condiciones laborales en los talleres de confección de países del sur global, una lacra que persigue a otras muchas marcas de moda rápida. A María José, Amaranta y Ainara, de 15 y 16 años, esta reflexión les ha llegado a través de Mònica, una de sus profesoras en el instituto. "Nos recomienda que compremos en las tiendas y que no nos hace falta tanta ropa, pero... no le hemos hecho mucho caso", reconocen entre risas.

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Los precios asequibles de Shein, donde una camiseta puede costar menos de tres euros, evidencian un componente de clase social que tampoco se escapa a sus compradores. "Sabemos que la calidad es baja, pero si nos dura un par de temporadas ya es algo... En estos momentos en que todo sube de precio, tenemos que ir hacia aquello más económico", asegura Jennifer, que espera encontrar algún bañador para el verano.