Laboral

Por qué no deberías enamorarte de tu trabajo

La periodista estadounidense Sarah Jaffe analiza en un libro la "trampa" del amor al trabajo

BarcelonaAntes de conseguir la supuesta trabajo de sus sueños, Sarah Jaffe trabajó limpiando basura en un recinto de conciertos, sirviendo conos de chocolate y vainilla en una heladería o atendiendo mesas en un restaurante. Pero cuando por fin empezó a hacer de periodista. freelance para varios medios, se dio cuenta de que no ganaba más dinero o incluso cobraba menos que en trabajos que no le importaban tanto. "Hay mucha frustración y decepción en esta idea de que trabajar de lo que te gusta debe ser maravilloso y te debe hacer muy feliz, cuando no es necesariamente así. La verdad que hay detrás de todo es que el trabajo es trabajo", confiesa al ARA por videollamada la autora de Trabajar, un amor no correspondido, editado en castellano por Capitán Swing y en catalán por Ara Llibres con el título El trabajo no te amará. En el trabajo de tus sueños, dice, también te puedes encontrar una cabeza que te llama cuando la pifias.

Esta es una de las tesis del libro de Jaffe, un llamamiento a romper el mito del amor ciego por el trabajo en el que analiza cómo el capitalismo ha convertido esa cita sudada de "escoge un trabajo que te guste y no trabajarás ni un día en tu vida" en la receta perfecta para la explotación laboral. La periodista arranca esta disección yendo a la raíz de los movimientos por los derechos de los trabajadores y preguntándose cómo el neoliberalismo ha logrado inocular a sus mantras. "Hay una aceptación extraña de que tenemos que trabajar tanto. La semana de 40 horas semanales parece estar escrita en piedra, como si éste fuera el punto en que la lucha se detuvo y giró hacia otros problemas", afirma .

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La primera edición del libro fue a la imprenta cuando apenas nos adentrábamos en la pandemia, pero a Jaffe no se le escapa todo lo que la cóvido-19 dejó al descubierto sobre lo que llama "la naturaleza coercitiva del trabajo ". La autora cita una frase del subgobernador de Texas, Dan Patrick: "Nuestros abuelos estarían contentos de morir para que la economía volviera a funcionar".

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No fue él, sino mayoritariamente trabajadores migrantes sin seguro médico los que se contagiaron (y en algunos casos murieron) yendo a trabajar a los mataderos de Estados Unidos para garantizar el suministro de carne al resto de la población. "Había quien esperaba que fueran al trabajo a morir", dice la comunicadora. En ese momento, añade, muchas personas tuvieron una "revelación": que a sus jefes no les importaba si perdían la vida por ir al trabajo. Más allá de la pandemia, Jaffe lamenta cómo estas situaciones en las que la actividad económica pasa por delante de la salud de los trabajadores se repiten en los desastres naturales acelerados por el cambio climático como la DANA en el País Valenciano o el huracán Helene en el sureste de EEUU: "La gente sigue yendo a trabajar".

A Trabajar, un amor no correspondido, la periodista cuenta las historias de personas como Adela Seally, una niñera que se unió a la Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas y narra que complicado es sindicalizarse cuando eres (normalmente) la única empleada de la casa donde trabajas . También de Katherine Wilson, una profesora asociada de universidad que esperaba encontrar la estabilidad laboral en la academia, pero trabaja a tiempo parcial en tres centros diferentes y se pasa el día cogiendo trenes de una punta a otra de Nova York. "Me decía que el único sitio donde encontró dignidad en este trabajo estaba dentro del sindicato, organizándose con otros docentes para mejorar sus condiciones juntos", explica Jaffe.

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Encontrar un sentido en la comunidad

La escritora argumenta que son estos espacios de encuentro entre trabajadores lo que a menudo ha acabado dando sentido a sus trabajos, pese a las condiciones laborales precarias. Para su último libro, From the ashes: grief and revolution in world on fire (De las cenizas: luto y revolución en un mundo en llamas), Jaffe también ha entrevistado a empleados de la industria como mineros británicos que le decían como buena parte del orgullo que sentían por su profesión venía de ese sentimiento de comunidad . "El trabajo en sí era horrible, te destrozaba el cuerpo y te ennegrecía los pulmones, pero explicaban cómo eran muy conscientes de que aquello era un servicio público y que podías construir allí una comunidad alrededor", razona.

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Por eso, a pesar de insistir en no romantizar trabajos tan duros como la minería, remarca la necesidad de reproducir estas fórmulas en otros sectores como los vinculados a la creatividad, en los que el individualismo y la competencia –sea por premios, becas o un espacio privilegiado en las paredes de una galería– han dejado en un segundo plano las luchas colectivas. "En el capítulo sobre el arte hablo con las personas que crearon el sindicato de artistas Praxis en Irlanda. Es muy interesante ver que existen lugares donde podemos pensar en relacionarnos de una forma diferente [con el trabajo]", añade Jaffe.

Pese a haber escrito e investigado tantos años sobre el tema, reconoce que ni ella misma ha logrado librarse por completo de la trampa del amor al trabajo. "Nos hacemos mucho daño a nosotros mismos en amar de amar el trabajo. Y lo digo yo, que me va bastante bien", dice desde Londres, donde sigue inmersa en una gira para presentar sus libros en Europa que, admite, también le está costando la salud mental.