Homenotes y danzas

El petrolero mallorquín que rivalizó con el poderoso Joan March

Manuel Salas venía de una familia que ya era muy conocida por ser uno de los principales terratenientes de Mallorca

Cuando se habla de grandes magnates de la historia de España, es inevitable que venga a la cabeza la figura de Juan March Ordinas, el mallorquín que fue descrito como el último pirata del Mediterráneo y que fue un personaje clave en la victoria del ejército franquista durante la Guerra Civil. De él se dice que, en su auge, fue uno de los hombres más ricos del mundo, hasta el punto de que la fortuna que legó a las generaciones futuras sigue siendo uno de los principales patrimonios de España. Pero cuando él intentaba convertirse en un hombre de negocios millonario a partir de una explotación porcina y del contrabando de tabaco, ambas actividades emprendidas por su padre, la familia Salas era ya una fortuna consolidada que dominaba Mallorca desde generaciones atrás. El hijo de los Salas, que curiosamente había nacido el mismo año que March, sería el principal enemigo de ese magnate ascendente ya menudo los choques entre ellos dos serían públicos y notorios. Nuestro protagonista formaba parte de aquella aristocracia local a la que March consideraba unos vagos.

Cuando Manuel Salas vino al mundo, su familia era ya muy conocida por ser uno de los principales terratenientes de la isla, pero no se habían conformado con recibir las rentas de la tierra, sino que invirtieron en negocios industriales que serían muy lucrativos. Coincidiendo con su nacimiento, pusieron en marcha una de las primeras refinerías de petróleo de todo el Estado, La Petrolera, que rivaliza como pionera con La Pensilvania de los reusenses Vilella. Más tarde crearon La Salinera Española, una planta de extracción de sal marina que resultó todo un éxito, así como negocios navieras. Con sólo dieciocho años, Salas empezó a gestionar este imperio a causa de la muerte prematura del padre. En este período de juventud, el heredero se apoyó en los directivos de cada una de las empresas familiares y que habían sido los hombres de confianza de su padre. En 1905 entró a formar parte del consejo de administración del Banc de Crèdit Balear, la entidad financiera más importante de la región.

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En ese cambio de siglo, una de las primeras iniciativas del joven Salas fue apostar por el pujante sector del automóvil, que estaba a punto de provocar un incremento de la demanda de combustible de carácter exponencial. En 1910 creó la primera red de gasolineras de Mallorca y una de las primeras del Estado, donde comercializaba el producto bajo la marca Águila. También fue distribuidor de la petrolera británica Shell. En cuanto a las fincas rústicas, a través de la Agrícola Mallorquina comenzó la explotación directa, sin medianeros, aportando métodos innovadores basados ​​en el uso de abonos químicos y en técnicas de cultivo nuevas. También potenció los negocios navieras con la creación de La Naviera Mallorquina en 1924. Una década más tarde, colaboró ​​en el establecimiento del Banesto en la isla. También dirigió la sociedad Compraflet, una central de compras de petróleo que los diversos propietarios de refinerías del Estado habían puesto en marcha ya en época de su padre. La actividad empresarial frenética de Salas fue muy meritoria si tenemos en cuenta el trastorno obsesivo-compulsivo que sufría, que le limitó mucho en la vida social: era incapaz de dar la mano a nadie y la mayoría de relaciones las delegaba a trabajadores de su confianza. También rechazaba tocar dinero físico o tener contacto directo con la cerradura de una puerta.

La implicación en la política de Salas fue profunda, siempre junto al también mallorquín Antoni Maura, fundador del Partido Conservador y presidente del gobierno en cinco ocasiones entre 1903 y 1922. Él mismo fue concejal en el Ayuntamiento de Palma por este partido.

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Volviendo a sus negocios, con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera se produjo un cambio trascendente, como fue la creación del monopolio estatal del petróleo, gestionado por la empresa Campsa. Compañías como la catalana Sabadell & Henry perdieron el negocio y pasaron a ser accionistas de esta nueva firma de trinca, donde el Estado tenía un tercio del capital. En el caso de Salas, su refinería era tan importante que se situó como segundo accionista privado de La Campsa, sólo por detrás del Banesto.

Coincidiendo con el 80 aniversario de su muerte, se publicó el libro Manuel Salas Sureda, el mayor refinador de petróleo de España, escrito por su limpia, Sofia Rotger Salas, y donde se hace mucho énfasis en los ataques constantes que recibió de March.