Verdades y mentiras de los impuestos de los autónomos

Esta semana los autónomos fueron los protagonistas del debate político y económico. ¿La causa? Una propuesta del gobierno español para subir las cuotas que pagan a la Seguridad Social (SS) en los próximos seis años. Esta vez, han conseguido un hecho extraño: poner de acuerdo a toda la oposición en su contra. Lo cierto es que la red se ha llenado de falacias, así que ponemos un poco de luz.

Los autónomos tienen principalmente tres obligaciones con el Estado: el IVA y el IRPF (con Hacienda) y, además, las cuotas de la SS. Ahora bien, ¿el IVA es realmente una carga fiscal para el autónomo? La respuesta es que no. El IVA es un impuesto neutro donde el autónomo (al igual que cualquier empresa) actúa como recaudador durante un período. Cuando éste termina, se calcula la diferencia entre el IVA pagado y el cobrado. En la práctica, es falso decir que el autónomo ingresa 10.000€ en una factura; en realidad, factura 7.900€ más el IVA. Ciertamente, cobra 10.000 €, pero no es lo mismo cobrar un importe que disponer realmente.

Por otro lado, encontramos el IRPF, que sí es un impuesto puro y duro, al igual que lo paga cualquier trabajador. La diferencia es que el IRPF se calcula sobre los ingresos netos, es decir, una vez restados los costes. Imaginemos a un pintor que ingresa 1.000 € por su trabajo, pero tiene unos costes de material de 300 €. En ese caso, el IRPF lo pagaría sobre los 700 € restantes.

Y, por último, llegamos a la cuestión de la semana: las cuotas a la Seguridad Social, que pretenden ser progresivas en función de los ingresos. Sin embargo, ya en 2025 (sin contar las subidas de los próximos años), una persona que ingresa hasta 670€ mensuales pagará una cuota de 230€, mientras que alguien que supera los 6.000€ pagará 542€. Me dirá dónde está la progresividad, sobre todo cuando en países vecinos de nuestro entorno la cuota es 0, al menos hasta un cierto nivel de ingresos elevado.