La dana que volverá y la crisis climática que algunos niegan
El cumpleaños de la dana que se conmemora hoy llega mientras por la televisión se ven imágenes del huracán Melisa, que está arrasando Jamaica, combinadas con las de archivo de las riadas y la cara de póquer de Carlos Mazón simulando que estaba al pie del cañón. Son dos tragedias muy distantes y distintas, pero en ambos casos hay puntos coincidentes. Uno es el hecho de que la intensidad es mayor debido a la crisis climática, que está calentando el mar de forma cada vez más alarmante y provocando, de rebote, una mayor frecuencia y virulencia de las lluvias y los vientos extremos que acompañan desde siempre estos fenómenos atmosféricos. Cierto, como dicen los negacionistas, que huracanes y danas, antes dichas gotas frías, ha habido siempre. Pero se equivocan si piensan que son casos aislados, porque ha quedado claro que el calentamiento provocado por el uso de combustibles fósiles y otros materiales contaminantes hace que sean ahora más abundantes y peligrosos.
Éste es, de hecho, el otro elemento coincidente entre el huracán Melisa y la dana: que se producen en un contexto en el que no hay conciencia clara de la gravedad de la situación. El gobierno valenciano minimizó la tormenta en la línea de los populares de considerar alarmistas a los expertos climáticos. Y en los países caribeños, muchos empobrecidos y maltratados desde hace tiempo, los científicos y sus propios políticos llevan años avisando de que, a pesar de no ser responsables de las emisiones que provocan el calentamiento, están en una de las zonas más castigadas por la crisis climática porque, precisamente, es allí donde estas grandes tormentas cogen mayor intensidad. Sin embargo, en pocas semanas se inaugura otra COP, la cumbre de la ONU sobre el clima, y volverá a salir el tema de la necesidad de ayudar a estos y otros países más pobres a prepararse para recibir los efectos de una crisis que ellos no han provocado. Con un poco de suerte habrá promesas, pero más allá de la solidaridad inmediata ante el desastre, que acaba pronto, será difícil que aparezcan realmente los fondos prometidos. En lugar de eso, con Estados Unidos de Donald Trump a la cabeza, crece el número de negacionistas y de países que retiran fondos. No hay espacio, dicen, para la solidaridad, y ponen en entredicho la mayor, es decir, que realmente todo esto tenga que ver con la acción humana.
Pero es así. No sólo en cuanto al clima, sino también en cuanto a la forma en que se ha gestionado el territorio. Buena culpa de lo ocurrido en Valencia, por ejemplo, tiene que ver no solo con la incompetencia del gobierno de Mazón, que no supo reaccionar a tiempo, sino también con la gestión de otros muchos gobiernos, de todas las administraciones, que han permitido un urbanismo especulativo que ha construido donde no tocaba sin tener en cuenta las consecuencias. Ahora en muchos de los pueblos afectados se ha decidido echar al suelo casas para renaturalizar los bordes de los barrancos de cara a futuras riadas. También se está planteando hacer lo mismo en Alcanar, donde después de los estragos de la última dana, elAlice, se ha decidido directamente realojar a diez familias que tenían las casas construidas en zona inundable, para las que se tendrán que encontrar otras soluciones. Son nuestros primeros refugiados climáticos pero seguramente no serán los últimos. Por mucho que se quiera negar, la realidad, los hechos, acaba imponiéndose. Y cuanto antes sea todo el mundo consciente, más rápido podremos hacerle frente.