Demografía y vivienda: la telaraña catalana

Una de cada diez personas que viven hoy en Cataluña (9,7%) llegaron entre el 2021 y el 2023. La cifra (780.639 personas) incluye a extranjeros (la mayoría), personas de otros puntos del estado español (un número claramente más bajo que en otros períodos) y catalanes que se habían marchado y volvieron (un 10%: 40.710 personas). Los datos corresponden al censo de población y viviendas de 2024 que ha hecho público este jueves el Instituto de Estadística de Cataluña (Idescat). En conjunto, y en términos absolutos, el incremento poblacional ha supuesto 700.000 nuevos habitantes desde 2014, hasta llegar a los actuales más de 8 millones de habitantes, ya que en las llegadas hay que restarle la mortalidad y la emigración.

Superada la pandemia, la atracción de personas venidas de fuera se ha vuelto a disparar. A pesar del aumento de los problemas de acogida por la tensión de los servicios sociales (sobre todo salud y educación), la economía y la sociedad catalana tienen un dinamismo y una capacidad de atracción más que notables. Cataluña es una de las regiones de Europa donde los flujos de llegadas son más intensos. Vienen cada vez más trabajadores cualificados (los llamados expados) y han vuelto a llegar muchos trabajadores poco cualificados a realizar trabajos imprescindibles en los sectores del turismo, los trabajos del hogar y el cuidado de las personas.

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Esta presión demográfica, sumada a la superpoblación flotante turística, está acentuando el problema de la vivienda y, a su caballo, la movilidad territorial: una cuarta parte de los ciudadanos se han visto obligados a cambiar de municipio en el mismo periodo (2021-2023), un fenómeno que afecta especialmente a los jóvenes. Pero no es exclusivo de ellos. Las políticas para frenar la especulación y para incrementar el parque inmobiliario, recién iniciadas, todavía está por ver hasta qué punto logran revertir el problema del acceso a la vivienda.

El problema de la vivienda es, ahora mismo, la preocupación principal de la población y de la política. Es una necesidad básica que no está ni mucho menos garantizada de manera universal. Dada la extrema dificultad para encontrar un lugar en el que vivir, las infraviviendas están a la orden del día. Es una situación que viene de lejos y que en los últimos años no ha parado de acentuarse. La Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) ha dado a conocer, también este jueves, un censo de 8.000 pisos con deficiencias estructurales en distintos barrios de la ciudad, con gente viviendo en condiciones precarias de higiene y seguridad.

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Este rápido incremento poblacional, que si sigue la tendencia actual ya se ve que superará las cifras de principios de la centuria –de hecho, estamos en pleno segundo boom demográfico del siglo XXI–, está situando a la sociedad catalana en una grave crisis de vivienda que hay que abordar con medidas de choque y políticas a largo plazo que combinen nuevas formas de regulación propietarios) y la rápida reactivación de la construcción, con la participación activa de las administraciones y de los promotores, además de los gestores de la vivienda. El reto es mayúsculo.