La gentrificación es la cara oscura de la mejora del espacio urbano
Era una de las críticas que se hicieron desde el primer momento en el proyecto de pacificación de la calle Consell de Cent de Barcelona: la gentrificación. Es decir, que subirían los precios de los pisos y de los locales y eso expulsaría a los vecinos de toda la vida. Ahora, el estudio Price de la green: el rental mercado effects de Barcelona's green axes policy, elaborado por los profesores de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) Josep Maria Raya y Ghizlen Ouasbaa y el de la Universidad Erasmo de Rotterdam Pedro de Solà-Morales Casals, pone datos sobre los precios del alquiler. En las zonas más cercanas al eje verde, los alquileres subieron entre un 12 y un 14% más que en el resto de la ciudad. El estudio constata que ahora los alquileres son unos 200 euros más caros que antes, y lo han demostrado comparando los precios de la zona a distintas distancias del eje verde con el de otras zonas de la ciudad en los últimos siete años. Como podía ser previsible, este encarecimiento se ha producido sobre todo a partir de que las obras han sido terminadas, es decir, en 2023, y es previsible que, teniendo en cuenta el éxito ciudadano en la utilización del espacio y la pacificación que ha supuesto ruido y tráfico, aumente aún más en el futuro.
Está bien tener estudios que analicen a fondo el fenómeno porque pueden servir para tener herramientas para intentar compensar este efecto en futuras actuaciones. Sin embargo, no podemos ponernos las manos en la cabeza. Que la rehabilitación y la pacificación de los espacios urbanos genera gentrificación es algo sabido. Ocurre siempre cuando una intervención urbana mejora la zona, ya que esto la hace más atractiva y hay más gente que está dispuesta a pagar por ir a vivir. Esto, por la lógica del mercado, produce un desplazamiento de la población original. Ha pasado igual en el Raval Nord o en Poble Nou, y es una constante en todas las ciudades del mundo. De hecho, es un gag habitual en algunas series o películas ver a vecinos de una zona que autovandalizan su casa para evitar la invasión de hipsters en su barrio cuando éste mejora y se pone de moda.
Esto no quiere decir que no se deba intervenir ni mejorar el espacio público. En absoluto. Al contrario. Aunque la reforma del eje verde de Consell de Cent todavía está judicializado y habrá que ver cómo acaba todo –difícilmente se podrá ni querrá revertirse el proceso–, de una u otra manera la pacificación de la ciudad y el aumento de espacios verde, en detrimento de espacios para los coches, irá a más. Por salud y por coherencia con la agenda de lucha contra la crisis climática. Las mejoras urbanísticas hoy en día pasan sin lugar a dudas para reducir el tráfico rodado, dar más espacio al peatón y ofrecer más verde y aire más limpio a las personas. Ahora bien, teniendo en cuenta que todo esto ocurre en un momento de crisis inmobiliaria y subida salvaje de los alquileres en general, es evidente que deben realizarse actuaciones de control y, si cabe, de protección de los vecinos que se ven más afectados: los de rentas más bajas. ¿Cómo hacerlo? La solución no es fácil porque, por muchas ayudas que se den, es evidente que no se puede subvencionar para siempre a los vecinos que viven en zonas gentrificadas, pero tampoco se les puede abandonar. Estudios como éste ayudan a cuantificar el problema y ver también en qué se puede mejorar. Lo que es seguro es que la administración debe intervenir no sólo en las mejoras urbanísticas sino también en el control público del mercado.