Meloni, la ultraconservadora normalizada

Nada más acceder al poder hace tres años, la posfascista Giorgia Meloni rebajó el tono de su radicalidad ideológica y adoptó unas formas más suaves y pragmáticas, aunque internamente no ha aflojado en su agenda ultraconservadora. Con este talante, se ha consolidado en el poder y se ha hecho un hueco en Europa, donde pronto encontró la complicidad de la presidenta de la Comisión, Ursula von del Leyen, que llegó a ponerla como modelo en el abordaje de la inmigración. Otros dos factores le han hecho imprescindible en la geopolítica continental: su apuesta por apoyar a la Ucrania de Zelenski ante la Rusia de Putin y su buena sintonía con el presidente estadounidense, Donald Trump, que ha visto en ella la mejor aliada ideológica en Europa. Así pues, Meloni se ha hecho imprescindible y ha conseguido normalizar, tanto cara adentro en Italia como cara afuera en la escena política internacional, el acceso de un partido de ultraderecha al poder. Con la virtud de terminar, además, con la endémica inestabilidad interna política transalpina.

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Si a finales de los años 90 y principios de 2000 Berlusconi marcó el camino de la entrada en política de empresarios superricos con dominio mediático, un modelo que, evolucionado, acabaría llevando la figura del propio Trump a la presidencia de EEUU, hoy Meloni es ejemplo en Europa Occidental del acceso al poder de la derecha extrema postfé. Se la miran de cerca, como referente, desde Francia (Le Pen) hasta España (Vox, pero también el PP), así como formaciones extremistas de los países nórdicos o de la propia Alemania. Porque a diferencia del húngaro Viktor Orbán, demasiado cercano a Putin, Meloni ha sabido ponerse sin ambigüedades del lado atlantista. Desde España, en efecto, a Meloni se la disputan el PP –Feijóo ha dicho que "no es homologable a otros partidos de ultraderecha"– y Vox, que, aunque Abascal acabó pasando en la Eurocámara al grupo de Orbán, mantiene buena sintonía personal con la italiana.

¿Pero cómo está gobernando Meloni en Italia después de tres años? Formada desde joven en el posfascismo, y líder de los Fratelli de Italia, una vez al frente del gobierno, pese a no hacer un gran ruido, ha ido avanzando en su agenda ultraconservadora: no ha dejado inscribir en el Registro Civil a los hijos de parejas del mismo sexo y ha dado entrada a las asociaciones antiaborto a los consultorios familiares públicos. Tampoco ha dudado en lanzar discursos estigmatizadores sobre la pobreza. Ha insistido en un relato identitario y xenófobo antiinmigración, haciendo suya la teoría conspirativa del Gran Reemplazo y limitando el trabajo de las ONG de salvamento de personas en patera en el mar.

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En cuanto a la memoria histórica, ha buscado, con una edulcorada narrativa reconciliadora, una falsa equidistancia entre fascismo y antifascismo. Y sobre la arquitectura institucional, tiene en marcha una ley para condicionar la autonomía del poder judicial y pretende instaurar –por el momento sin éxito– una reforma constitucional que permita un cambio de la ley electoral para premiar la representatividad del partido ganador y reforzar el presidencialismo. Meloni, por tanto, normalizada en Europa, sigue con paso firme un camino polarizador e involucionista en derechos y libertades.