Es necesario celebrar y volver a celebrar el talento de Rosalía
Un poco de perspectiva, no hace falta más. Y la visión es abrumadora: Rosalia Vila Tobella está en el centro del debate artístico y popular internacional, y con críticas elogiosas en los medios más importantes del mundo. Ocurre con muy pocas personas, y muy de vez en cuando. El mérito es de una artista de Sant Esteve Sesrovires que a sus 33 años ha sabido transformar la ambición y la curiosidad en una obra que interesa a todas partes, que llega a gente muy diferente y que ahora trasciende generaciones. No hace falta ser milenio o de la generación Z para emocionarse con composiciones como Mio Cristo piange diamanti y para sonreír de manera cómplice con el despecho que esparce en La perla.
Rosalía baraja diferentes tradiciones musicales con alma de exploradora pero sin proponer ninguna quebradiza gratuita e interpretando el arte como un compromiso con las emociones, y consigo misma; al fin y al cabo, es ella quien debe asumir los elogios y los insultos. Liga un relato conceptual, como mujer y como artista, que premia la escucha del disco entero justamente cuando más fragmentada es la proyección de la música grabada. Y reflexiona sobre una espiritualidad de raíz feminista y autónoma, acorde con la herencia de las místicas. Cada rincón de Lux habla de una artista consciente que había que crear sin miedo al fracaso. Lo ha podido hacer gracias al aval del éxito que había logrado con los discos y giras anteriores, pero la historia del arte está llena de delirios narcisistas y caídas en el abismo tras alcanzar la cima. Por eso Lux se despliega como un disco hecho cuidadosamente, seguramente de forma obsesiva.
Lo que ha conseguido Rosalía justo el día de la publicación del disco es excepcional, fruto del talento y el trabajo, efectivamente, y hay que celebrarlo especialmente en un país, Cataluña, que a menudo vive tristemente instalado en la dinámica del fofoísmo y el complejo de inferioridad. Rosalía es hija del ecosistema musical catalán, el de la red de centros de formación musical superior y de la música en las plazas, salas de conciertos y festivales. El ecosistema de compositores como Raquel García-Tomás y Joan Magrané, de músicos como Jordi Savall y Dani Espasa. También el ecosistema de las cantantes y productoras que tienen a Rosalía como referente. "Rosalía ha hecho un favor muy grande a la música de ese país", decía la cantante Júlia Colom hace unos días en este mismo diario. Seguramente es consciente de ese ecosistema tan rico ya veces tan castigado. Por eso en el disco colaboran el Cor de Cambra y la Escolanía de Montserrat. Pudiendo elegir corazones de cualquier sitio, Rosalía ha elegido dos corazones catalanes, que pueden celebrar que participan en una obra maestra de la que se habla en todo el mundo. Celebramos y volvemos a celebrar Rosalía.