Netanyahu choca con su propio ejército

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tenía previsto reunir este martes a su gabinete de seguridad para dar la orden al ejército de invadir por completo la Franja de Gaza, incluso las zonas donde se piensa que Hamás tendría escondidos a los rehenes. Pero la reunión ha tenido que aplazarse por las diferencias dentro de su propio gobierno y, sobre todo, por la oposición de la cúpula militar a una decisión que pondría en peligro la vida de los rehenes y provocaría más bajas entre sus filas.

La cara visible de la revuelta es el jefe del estado mayor, Eyal Zamir, que considera que las tropas israelíes sobre el terreno están exhaustas y que lo que hace falta es darles un respiro. Y es que después de 22 meses de ofensiva, las fuerzas terrestres israelíes están dando muestras de cansancio y también de frustración, porque el número de rehenes que han logrado liberar vivos ha sido ínfimo y la imagen de Israel se ha hundido en todo el mundo a causa de las muertes de civiles y el hambre que sufre la población de Gaza.

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Todo apunta, pues, que nos acercamos a un punto de inflexión en el conflicto. Por un lado, están Netanyahu y sus planes para anexionarse Gaza al precio que sea, y por el otro está la oposición del ejército y de los familiares de los rehenes y la presión internacional. Precisamente, el sábado una manifestación a favor de la negociación para liberar a los rehenes reunió a 60.000 personas en Tel Aviv. Tampoco se puede ignorar el impacto de la carta pública a Donald Trump firmada por 600 exfuncionarios de seguridad israelíes, incluidos ministros y ex jefes de las agencias de espionaje, que el lunes advertían al presidente estadounidense de que la única manera de recuperar a los rehenes es un acuerdo con Hamás y que militarmente ya no hay nada más que hacer en Gaza.

Es esta presión interna la única que realmente tiene posibilidades de hacer variar el rumbo del gobierno israelí, que de momento cuenta con el silencio cómplice de Estados Unidos. Si los máximos expertos en seguridad en Israel afirman que la guerra es inútil, si las principales ONG del país ya no tienen miedo a utilizar la palabra genocidio para retratar lo que está pasando en Gaza, y si los altos mandos del ejército ya no confían, después de dos años de campaña, en la victoria rápida que se prometió al inicio de la invasión, hay motivos para pensar que Netanyahu está más débil de lo que se piensa.

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Seguramente tiene razón el analista del New York Times Patrick Kingsley cuando afirma que el primer ministro israelí desaprovechó una oportunidad de oro para poner fin a la guerra tras su victoria militar contra Irán, hace seis semanas. En ese momento, Netanyahu tenía la autoridad política suficiente para imponer a sus socios una tregua en Gaza. Pero en lugar de eso dobló la apuesta en busca de una victoria total que no llegó. Y ahora se encuentra en un callejón sin salida, perdiendo a gran velocidad el crédito interno ganado y habiendo dilapidado completamente el externo. Su apuesta por conquistar toda la Franja parece más una huida hacia adelante que una verdadera estrategia con futuro.