El portazo de Junts a Sánchez

La decisión de Junts de vetar todas las leyes que PSOE y Sumar tienen en tramitación en el Congreso con la excepción de las que ya habían acordado con ellos previamente es un paso más en la rotura anunciada por Carles Puigdemont en Perpiñán y añade complejidad a una legislatura española que no ha tenido ni un momento de respiro desde su nacimiento. Los motivos aducidos por Junts, básicamente los incumplimientos de Pedro Sánchez, son comprensibles, pero la decisión también comporta riesgos para los junteros, que a partir de ahora se verán obligados a sumar sus votos a los del PP y Vox para tumbar los principales proyectos del gobierno español, algunos tan sensibles como la ley de inclusión social de las personas con discapacidad o el fiscales.

"La legislatura queda bloqueada", ha proclamado Míriam Nogueras. Y es cierto que en otro contexto político este anuncio habría derribado a cualquier gobierno. Pero por desgracia para Junts (o no), la política española vive en otra dimensión. Pedro Sánchez hace ya tiempo que es consciente de que no dispone de una mayoría operativa en el Congreso, en concreto desde que Podemos se escindió del grupo de Sumar y proclamó, con unas palabras muy parecidas a las de Nogueras, que consideraba que la legislatura estaba agotada. Y, sin embargo, ha decidido continuar porque no quiere entregar el gobierno a una derecha que quiere verlo en prisión (Aznar dixit) y, como presidente del ejecutivo, dispone de palancas suficientes de poder para poder sobrevivir en un ambiente tan hostil.

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No se puede obviar tampoco que Junts ha tomado esta decisión presionado también por unas encuestas que vaticinan una importante subida de Aliança Catalana a su costa, y por tanto es una manera de intentar taponar una fuga de votos de su electorado más irredento y derechista hacia la formación de Sílvia Orrio. Pero al mismo tiempo es también una renuncia a la esencia de la política, que es la negociación, tanto en el ámbito del Congreso como en el de Suiza. Uno de los grandes patatas del Pacto de Bruselas, que era el de sentarse representantes del gobierno español en el país helvético con un mediador internacional para hablar del encaje de Catalunya en España, ha quedado ahora en nada.

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Con la investidura de Sánchez, Puigdemont podía haber decepcionado a algunos de sus seguidores, pero también había logrado ser el representante en Madrid de ciertos sectores que hasta ahora se sentían huérfanos. ¿Qué pasará ahora cuando los autónomos pidan a Junts que consiga mejoras en su nombre en las leyes del Congreso? ¿No negociarán? Juntos mantiene que los sectores empresariales con los que se había reconciliado recientemente aplauden su decisión de bloquear la agenda legislativa de Sánchez, pero ¿y los votantes?

La conclusión es que el portazo a Sánchez es mucho más fácil de anunciar que de ejecutar. Y que la ejecución del bloqueo parlamentario puede tener también importantes costes para Junts. Ahora bien, lo que también es verdad es que Pedro Sánchez sólo se mueve cuando le llevan al límite. Y eso es lo que parece que quiere Junts, más que derribarlo. Por eso cabe esperar que, tarde o temprano, vuelva la negociación.