Tecnológicas contra el periodismo

La información libre, rigurosa y contrastada, basada en los hechos y datos, y en el análisis y la opinión plural y honesta, está en peligro, sitiada por una combinación poco visible a los ojos del gran público: la que forman las grandes plataformas digitales con el populismo político más tóxico. Son dos mundos que se retroalimentan y están poniendo contra las cuerdas el periodismo profesional como garantía de pluralidad y de calidad democrática.

¿Somos suficientemente conscientes de ello? A veces parece que ni el público, ni los gobernantes, ni incluso los propios periodistas, estemos entendiendo de verdad el cruce mediático en el que nos encontramos. Ante la desconfianza que se ha generado, la solución de muchos ciudadanos de renunciar a informarse es tan letal como la de dejarse llevar por el fast food tóxico informativo que invade nuestros móviles vía redes sociales y Google.

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El hombre más rico del mundo, propietario de la red social X y figura clave para que Donald Trump volviera a la Casa Blanca, atiza día sí y día también la desconfianza hacia los medios de comunicación en aras de una supuesta libertad de expresión. En realidad la red de Elon Musk, como el resto, no se dedica a promover informaciones contrastadas y avaladas por profesionales, sino que vive de polarizar los debates como fórmula rápida para aumentar sus audiencias, con el resultado de encerrar a los ciudadanos en burbujas de desinformación, con fake news de diverso calado –de falsedades acientíficas a invenciones desnudas y crudas– que no hacen sino alimentar prejuicios y obsesiones.

Los algoritmos del gigante Google trabajan también con objetivos claramente comerciales y cuantitativos, sacrificando y perjudicando la esencia verificadora del periodismo. Cada vez gana más terreno la infoxicación y pierde la información veraz. Muchos medios, dependientes del tráfico de Google, han caído en prácticas de ética periodística dudosa: técnicas de pescaclics en las que el criterio editorial y profesional queda literalmente arrinconado.

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Es muy importante que el público entienda esta peligrosa deriva del entorno comunicativo. Lo que a muchos usuarios les llega a través del móvil –sobre todo, en el caso catalán y español, de los teléfonos Android, vía Google Discover– no es información fiable, trabajada, curada; es fruto de una batalla descarnada por captar la atención. Y vamos a peor. Hasta ahora Google enviaba al público hacia los enlaces de los medios de los que chupa los contenidos, pero ahora, gracias a las herramientas de la IA, ya empieza a ofrecer resúmenes propios automatizados.

Los medios que se habían acostumbrado a esta muleta de audiencia tienen ahora un problema. Los que, como el ARA, sin renunciar a ellos, hemos apostado sobre todo por crear una comunidad propia y, por tanto, una audiencia que nos llega directamente porque confía en nuestro medio y busca en nuestra web contenidos a fondo y exclusivos, tenemos mejores cartas de futuro. Pero esto no quita la complejidad de unos tiempos marcados por la mencionada y descarada alianza entre las grandes empresas digitales y la clase política populista: un gravísimo desafío al periodismo libre e independiente ya la propia viabilidad de los regímenes democráticos.