Explorar la Región Mundial de la Gastronomía 2025, todo un acierto
Aprovechando su posición como Región Mundial de la Gastronomía, Cataluña pretende consolidarse aún más en 2025 como un destino de referencia mundial en turismo enogastronómico. Al hito, seguro que contribuyen las más de 500 experiencias enogastronómicas que se ofrecen en nuestro país, las cuales atraen cada vez a más visitantes de proximidad e internacionales a lo largo de todo el año.
Cataluña es también un país para saborearlo. Lo es porque aglutina a más de una cincuentena de restaurantes que tienen una Estrella Michelin y porque cocineros de la talla de Ferran Adrià, de los hermanos Roca, de Carme Ruscalleda o de Carles Gaig, entre otros muchos, se han convertido en auténticos embajadores de la gastronomía catalana, la cual es considerada una de las más . Con el tiempo, esta cocina de autor, sin grandes artificios pero con productos de proximidad y de temporada siempre presentes, se ha convertido en todo un referente a escala internacional. No es de extrañar, por tanto, que sea uno de los pretextos que los visitantes de aquí y de allá empleen para visitar Cataluña, también en Semana Santa.
Un 20% más de gasto que el turista convencional
El enogastronómico es un perfil de visitante que interesa, "en tanto que genera un 20% más de gasto en destino que un turista convencional que viaja durante todo el año y está interesado en conocer diferentes lugares de nuestro territorio". Así lo ponía de manifiesto recientemente la directora general de Turismo, Cristina Lagé, en la inauguración del I Foro Internacional de Enoturismo. Por eso, ahora, en calidad de Región Mundial de la Gastronomía 2025, nuestro país trabajará para impulsar diversas actuaciones, entre ellas, "la promoción internacional de los vinos y bodegas catalanes, así como la creación de experiencias inmersivas que conecten a los visitantes con la cultura, la gastronomía y el paisaje vitivinícola catalán", avanzaba Lagé.
Y es que el modelo turístico que Catalunya pone al alcance del visitante no solo se centra en saborear un menú degustación en uno de sus restaurantes o en una cata en una de las bodegas que engloban sus 12 Denominaciones de Origen (DO). Se extiende a jornadas de pesca, a visitas a mercados municipales, queserías artesanas o molinos de aceite, a la experiencia de poder disfrutar de alguna de las 300 actividades y muestras enogastronómicas que se organizan a lo largo del año, o al alojamiento en uno de los hoteles gastronómicos con los que cuenta nuestro país. El vínculo entre la gastronomía y el enoturismo con el territorio es innegable, por lo que cada una de las experiencias que nuestro país reserva para el paladar (y el resto de sentidos) de quien nos visita pone en valor el origen de cada ingrediente y el proceso de elaboración de cada plato.
Prueba el Grand Tour, novedad de este año
A finales de enero, el marco de la Fitur fue el escogido para presentar una nueva ruta para descubrir Cataluña a través del paladar. Se trata de Tasta el Grand Tour, un itinerario que, siguiendo la estela del Grand Tour de Catalunya, propone recorrer el país durante quince días mientras se conoce el rico patrimonio cultural y humano vinculado a la gastronomía catalana. Una ruta que, de paso, proporcionará al viajero un contacto directo con los productores de nuestra casa, así como la posibilidad de participar en numerosas actividades enogastronómicas para todas las edades. Entre ellas, se podrá disfrutar de una visita al Mercado de Santa Caterina o de una subasta de pescado en el muelle de la Barceloneta, acompañados de un pescador; probar el requesón artesano después de recorrer el entorno de Montserrat en helicóptero; conocer las tinas a pie de viñedo de la DO Pla de Bages; hacer la Ruta del Xató, en Sitges; descubrir cómo se elabora el romesco en el barrio marinero del Serrallo de Tarragona; realizar un taller de cocina de arroces del Delta del Ebro; hacer una comida astronómica en el Monasterio de les Avellanes, en Os de Balaguer; realizar una visita guiada sobre el vermut en Reus, o nadar entre ejemplares de atún rojo mediterráneo en L'Ametlla de Mar.
Rutas enoturísticas para conocer el territorio
El legado vinícola de Catalunya se remonta 2.000 años atrás, cuando griegos y romanos desembarcaron en Empúries. A día de hoy, el sector del vino en nuestro país ocupa una superficie de más de 65.000 hectáreas de viñedo y produce anualmente más de 380 millones de botellas de vino y cava. Las 12 Denominaciones de Origen (DO) que aglutina el territorio trabajan duro para continuar dotando este legado de la máxima calidad y para acercar a los visitantes a aquellas actividades clave del proceso de elaboración de los vinos y cavas que tantos reconocimientos y galardones recogen dentro y fuera de nuestras fronteras. Una de las actividades a través de la cual lo hacen son las rutas enoturísticas perfectamente estructuradas que se localizan en distintas zonas de la geografía catalana. La DO Alella, una de las DO catalanas más pequeñas y más antiguas, es una de las organizadoras de estas rutas, en concreto la del Vino de la DO Alella, que recorre 26 municipios entre el Maresme, el Vallès Oriental y el Barcelonès.
Tal y como apuntan desde el Consorcio de Promoción Enoturística de la DO, la ruta "da la oportunidad de conocer de cerca las bodegas de la zona, descubrir la historia de cada una de ellas, entender cómo trabajan el viñedo y cómo elaboran sus vinos, especialmente la Pansa Blanca, la variedad autóctona más representativa de este territorio". Al final de cada visita, el visitante tiene la oportunidad de degustar los vinos y experimentar de primera mano los gustos que definen la DO. Además de las visitas a las bodegas, el Consorcio destaca que también se puede disfrutar de "experiencias únicas entre viñedos, como yoga, catas, experiencias gastronómicas con maridajes y actividades familiares, incluyendo actividades para los más pequeños." A la hora de describir cómo envuelve la experiencia el entorno por el que discurre la ruta del Vino de la DO Alella, desde el Consorcio destacan sobre todo el papel de la Tierra de la Pasa Blanca, que se extiende entre el mar y la montaña, entre la Cordillera Litoral y la costa del Maresme, un contraste que se refleja en el carácter de los vinos. Se trata de una experiencia pensada tanto para el visitante de proximidad como para el internacional. "Durante todo el año recibimos a personas de proximidad, pero también a muchos turistas extranjeros, sobre todo de EEUU, Alemania e Inglaterra; todos ellos buscan descubrir vinos auténticos más allá de las rutas más convencionales", apuntan desde el Consorcio de Promoción Enoturística de la DO Alella.
Para todo tipo de enoturistas
Otra ruta del vino que reúne un total de 21 bodegas repartidas por todo el territorio leridano es la de Lleida. La ruta incluye más de 50 experiencias categorizadas por público. Así, explica su presidenta, Montserrat Guardiola, "hay para enoturistas curiosos, como pueden ser estas visitas a bodegas y catas de vinos; winelovers, como catas a ciegas o Tastabótes; por los culturales, como visitas entre viñedos de esculturas de grandes dimensiones y cabañas de bóveda; por los foodies, como cazuelas de trozo en la masía, desayunos en medio de la viña o maridajes de proximidad; por los activos, como el Burricleta Tour, excursiones a la cuña y nordic walkings, y por los sostenibles, como jornadas de vendimia, picnics entre viñedos o Tastavinyes". La Ruta del Vino de Lleida, tal y como afirma Guardiola, "también la conforman restaurantes que van desde la cocina más rural hasta establecimientos con Estrella Michelin; hoteles y alojamientos de turismo rural; enotecas especializadas en toda la gama de vinos de la DO Costers del Segre, molinos de aceite y establecimientos temáticos". Una propuesta que despierta el interés, sobre todo del turista de proximidad, ya que sólo un 10% de los que la recorren son internacionales.
La Ruta del Vino de Lleida transcurre siguiendo el curso del río Segre y de sus afluentes, desde las montañas del Pirineo, pasando por la cordillera del Montsec y las llanuras de Lleida hasta terminar en el Aiguabarreig. Un recorrido que cuenta con atractivos como la fortaleza ibérica de los Vilars de Arbeca, el Museo Morera de Arte Moderno y Contemporáneo de Lleida, o el Espai Macià, en Les Borges Blanques. Si hay que destacar uno en concreto, sin embargo, su presidenta lo tiene claro: el Conjunto Monumental Turó de la Seu Vella de Lleida.